Los nuevos ¡®v¨¢ndalos¡¯ de Brasil
El 'rolezinho', la novedad de esta Navidad, muestra que, cuando la juventud pobre y negra de las periferias de S?o Paulo ocupa los centros comerciales anunciando que quiere formar parte de la fiesta del consumo, la respuesta es la de siempre: criminalizaci¨®n. Pero ?qu¨¦ es lo que le est¨¢n "robando"estos j¨®venes a la clase media brasile?a?
Las Navidades de 2013 ser¨¢n recordadas como aquellas en las que Brasil trat¨® como gamberros a chicos pobres, la mayor¨ªa de ellos negros, por haber osado divertirse en los centros comerciales donde la clase media hace las compras de fin de a?o. A trav¨¦s de las redes sociales, centenares, a veces miles de j¨®venes, se pon¨ªan de acuerdo para lo que llaman "rolezinho¡± (un paseo) en centros comerciales pr¨®ximos a sus comunidades, para ¡°hacer jaleo, dar unos besos, flirtear, divertirse, sin robos¡±. El s¨¢bado, 14, decenas entraron en el?Shopping Internacional de Guarulhos (Estado de S?o Paulo), cantando estribillos de funk da ostenta??o (un tipo de m¨²sica que exalta la ostentaci¨®n). No robaron, no destruyeron, no portaban drogas, pero a¨²n as¨ª 23 de ellos fueron llevados a comisar¨ªa sin que nada justificara la detenci¨®n. Este domingo, 22, en el Shopping Interlagos, varios fueron revisados a su llegada por un fuerte despliegue policial: seg¨²n la prensa, una base m¨®vil y cuatro furgones, cuatro unidades de la Pol¨ªcia Militar, una del Grupo de Operaciones Especiales y cinco coches de seguridad particular para montar guardia. Varios j¨®venes fueron ¡°invitados¡± a retirarse del edificio por tener apariencia de funkeiros, como dos hermanos que empujaban al padre, amputado, en una silla de ruedas. De nuevo, no se registr¨® ning¨²n hurto. El s¨¢bado, 21, la polic¨ªa -a la que llam¨® la administraci¨®n del Shopping Campo Limpo- no constat¨® ning¨²n ¡°tumulto¡±, pero varios veh¨ªculos y motos de la Polic¨ªa Militar permanecieron en el aparcamiento para inhibir el rolezinho. Algunos polic¨ªas entraron en el centro comercial con pistolas de balas de goma y bombas lacrim¨®genas.
Si no hay crimen, ?por qu¨¦ la juventud pobre y negra de las periferias del ¨¢rea de S?o Paulo est¨¢ siendo criminalizada?
Primero, a causa de su entrada. Los centros comerciales fueron construidos para mantenerlos del lado de fuera y, de repente, osaron traspasar el l¨ªmite. Y lo hicieron reivindicando algo transgresor para j¨®venes negros y pobres en el imaginario nacional: divertirse fuera de los l¨ªmites del gueto. Y desear objetos de consumo. No neveras y televisores de pantalla plana, s¨ªmbolos de la llamada clase C o nueva clase media -la parcela de la poblaci¨®n que ascendi¨® con la ampliaci¨®n de renta en el Gobierno Lula-, sino marcas de lujo internacionales, aquellas que se pretenden exclusivas para una ¨¦lite, en general blanca.
Antes, el 7 de diciembre, cerca de 6.000 j¨®venes hab¨ªan ocupado el aparcamiento del Shopping Metr? Itaquera, y tambi¨¦n fueron reprimidos. Varios rolezinhos se organizaron a trav¨¦s de las redes sociales en diferentes centros comerciales de la regi¨®n metropolitana de S?o Paulo hasta el final de enero pero, por miedo a la represi¨®n, muchos han sido cancelados. Sus organizadores, j¨®venes que a menudo trabajan como chicos de los recados, temen perder el empleo al ser detenidos por estar donde supuestamente no deber¨ªan estar ¨C en una ley no escrita, pero siempre cumplida en Brasil-. Los agentes de seguridad de los centros comerciales recibieron orientaci¨®n para monitorizar a cualquier joven ¡°sospechoso¡± que est¨¦ delante de un escaparate, aunque sea solo, deseando gafas de Oakley o tenis Mizuno, dos de los iconos de los funkeiros da ostenta??o. En v¨ªsperas de Navidad, Brasil muestra la cara deformada de su racismo. Y necesita encararla, porque el racismo s¨ª es un crimen.
¡°Eita porra, que cheiro de maconha¡± (algo as¨ª como "Joder, qu¨¦ olor a marihuana") era el estribillo que cantaban los j¨®venes al entrar en el Shopping Internacional de Guarulhos. El funk es de MC Daleste, que homenajea en su nombre art¨ªstico la regi¨®n donde naci¨® y se cri¨®, la zona este, la m¨¢s pobre de S?o Paulo, aquella que cada verano se inunda con las lluvias por obras que los sucesivos gobiernos siempre aplazan, aplastando sue?os, enterrando casas, matando adultos y ni?os. Daleste muri¨® en julio de un tiro en el pecho durante un show en Campinas (a unos 100 kil¨®metros de S?o Paulo). El asesinato es la primera causa de muerte en Brasil para los j¨®venes negros y pobres, como los que ocuparon el Shopping Internacional de Guarulhos.
La polic¨ªa reprimi¨®, los comercios cerraron, la clientela corri¨®. Una testigo dijo la frase-s¨ªmbolo a la reportera Laura Capriglione, de Folha de S. Paulo: ¡°Tiene que prohibirles a este tipo de maloqueiro?[t¨¦rmino despectivo para habitantes de zonas pobres de las favelas] entrar en un lugar como este¡±. Los d¨ªas siguientes, en diferentes webs de peri¨®dicos, los lectores definieron as¨ª a los rolezeiros (vea entrevista abajo): ¡°maloqueiros¡±, ¡°bandidos¡±, ¡°prostitutas¡± y ¡°negros¡±. Negros emerge aqu¨ª como palabra ofensiva.
As novelas ya vend¨ªan una vida de lujo hace muy tiempo, solo que en ellas los ricos eran los que pertenec¨ªan al mundo de riqueza. En los videoclipes de funk ostenta??o, son los pobres que aparecen en este mundo.¡±
El funk da ostenta??o, surgido en la Baixada Santista y la regi¨®n metropolitana de S?o Paulo en los ¨²ltimos a?os, evoca el consumo, el lujo, el dinero y el placer que todo eso otorga. En sus videoclips, los DJs aparecen con cadenas y anillos de oro, vestidos con ropas de marca, en coches caros, rodeados de mujeres con mucho culo y poca ropa. (Para conocer el funk de la ostenta??o, vea el documental aqu¨ª). Distinto del n¨²cleo duro del hip hop paulista de los ochenta y noventa, que renegaba del sistema, y tambi¨¦n del movimiento de literatura perif¨¦rica y marginal que, al inicio de 2000, defend¨ªa que para consumir, se comprasen marcas producidas por la periferia para la periferia, el funk da ostenta??o coloca a los j¨®venes -aunque para la mayor¨ªa solo en la imaginaci¨®n- en escenarios hasta ahora reservados para la juventud blanca de las clases media y alta. Esa, tal vez, sea su transgresi¨®n. En sus v¨ªdeos, los DJs tienen vidas de ricos, con todos los s¨ªmbolos de los ricos. Gracias al ¨¦xito de su funk en las comunidades, muchos DJs se enriquecieron de verdad y tuvieron acceso al mundo que celebraban.
Esta exaltaci¨®n del lujo y del consumo, interpretada como adhesi¨®n al sistema, hizo el funk da ostenta??o inc¨®modo para un sector de los intelectuales brasile?os e incluso para parte de los l¨ªderes culturales de las periferias de S?o Paulo. Ahora, los rolezinhos ¨C y la represi¨®n que les sigui¨®¨C le a?aden a esta vertiente del funk un componente de insurgencia, celebrado estos ¨²ltimos d¨ªas por voces de la izquierda. Al ocupar los centros comerciales, la juventud pobre y negra de las periferias no estaba solo apropi¨¢ndose de los valores simb¨®licos, como ya hac¨ªa con las letras del funk da ostenta??o, pero tambi¨¦n de los espacios f¨ªsicos, lo que marca una diferencia. Y, para algunos sectores de la sociedad, agrega un contenido peligroso a aquello que era denominado [porque no hablaba de violencia, sino de ostentaci¨®n] ¡°funk do bem¡±.
La respuesta violenta de la administraci¨®n de los centros comerciales, de las autoridades, de la clientela y de parte de los medios demuestra que esos actores leyeron la entrada de la juventud de las periferias en estos establecimientos como un acto violento. Pero la violencia era justamente el hecho de no estar all¨ª para robar, el ¨²nico acto en que se acostumbra a ver j¨®venes negros y pobres. Entonces, ?c¨®mo encajarlos? ?en qu¨¦ lugar colocarlos? Prefirieron concluir que exist¨ªa la intenci¨®n de hurtar y destruir, algo m¨¢s f¨¢cil de aceptar en lugar de admitir que solo quer¨ªan divertirse en los mismos lugares que la clase media, deseando los mismo objetos de consumo que ella. Llevaron a parte de los rolezeiros a la comisar¨ªa. Aunque tuvieran que soltarlos luego, porque no hab¨ªa motivos para mantenerlos all¨ª, el acto ya los ha estigmatizado y se?alar¨¢ sus vidas, como hist¨®ricamente se ha hecho con los negros y pobres en Brasil.
Jefferson Lu¨ªs, 20 a?os, organizador del rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos, fue detenido, es blanco de investigaci¨®n policial, su madre llor¨® y ¨¦l acab¨® cancelando otro rolezinho ya programado por miedo a sufrir m¨¢s. Auxiliar en una empresa, ahorr¨® un mes de salario para comprar la cadena dorada que lleva al cuello. Jefferson dijo al peri¨®dico O Globo: ¡°No iba a ser una protesta, iba a ser una respuesta a la opresi¨®n. Uno no se puede quedar en casa encerrado¡±.
Por esta subversi¨®n no ser¨¢ perdonado. Los j¨®venes negros y pobres de las periferias de S?o Paulo, en vez de contentarse con trabajar en la construcci¨®n civil y en servicios subalternos de las empresas de lunes a viernes y quedarse encerrados en casas sin servicios b¨¢sicos el fin de semana, tambi¨¦n quieren divertirse. Zoar, como dicen. La clase media acepta que quieran pan, que quieran nevera, se siente m¨¢s incomodada cuando llenan los aeropuertos, pero ?divertirse, y en centros comerciales? Otra frase de Jefferson Luiz: ¡°Si yo tuviera un cuarto solo para m¨ª ya ser¨ªa una ostentaci¨®n¡±. Divide una habitaci¨®n en la periferia de Guarulhos con ocho personas.
Estas Navidades, los funkeiros da ostenta??o parecen haberse convertido en los nuevos ¡°v¨¢ndalos¡±, como son llamados todos los manifestantes que, en las protestas, no se comportan dentro de la etiqueta establecida por las autoridades y por parte de los medios. En las primeras noticias, el rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos fue tachado de ¡°arrast?o¡± (avalanchas humanas que crean confusi¨®n para robar). Pero no hab¨ªa arrast?o. El antrop¨®logo Alexandre Barbosa Pereira hace una provocaci¨®n precisa: ¡°Si fuese un grupo numeroso de j¨®venes blancos de clase media, como sucedi¨® varias veces, ?ser¨ªa interpretado como un flash mob?¡±.
A idea de la imaginaci¨®n como una fuerza creativa se presenta fuertemente en el funk ostenta??o.¡±
?Por qu¨¦ los administradores de los centros comerciales, la polic¨ªa, parte de los medios y los clientes solo consiguen encuadrar a un grupo de j¨®venes negros y pobres dentro de un centro comercial en un arrast?o? Hay varias respuestas posibles. Pereira propone una bastante aguda: ¡°?Ser¨¢ que la clase media entiende que los j¨®venes est¨¢n ¡®robando¡¯ su derecho exclusivo de consumir?¡±. ?Este ser¨ªa el ¡°robo¡± imperdonable, el que coloc¨® a las fuerzas de la represi¨®n en la puerta de los centros comerciales para impedir la entrada de chicos desarmados que quer¨ªan zoar, dar unos besos y codiciar objetos de deseo en los escaparates?
Para ayudarnos a pensar en los significados del rolezinho y del funk da ostenta??o entrevisto a Alexandre Barbosa Pereira en esta columna. Profesor de la Universidade Federal de S?o Paulo (Unifesp), se dedica a investigar las manifestaciones culturales de las periferias paulistas. En su m¨¢ster, recorri¨® el mundo de picha??o, un estilo de grafiti caracter¨ªstico de S?o Paulo. En el doctorado, buce¨® en las escuelas p¨²blicas para comprender lo que es zoar. Desde 2012 investiga el funk da ostenta??o. Aunque los rolezinhos, por la fuerza de la represi¨®n, concluyan estas Navdades, hay mucho que necesitamos comprender sobre lo que dicen sus protagonistas ¨C y sobre lo que la reacci¨®n violenta en su contra dice de la sociedad brasile?a-.
El rolezinho aparece conectado al funk da ostenta??o. ?En qu¨¦ medida existe, de hecho, esa conexi¨®n?
Alexandre Barbosa Pereira. El funk ostenta??o es una relectura paulista del funk carioca, hecha a partir de la Baixada Santista y de la regi¨®n metropolitana de S?o Paulo, en la cual las letras pasan a tener la siguiente tem¨¢tica: dinero, marcas, coches, bebidas y mujeres. No se habla directamente de crimen, drogas o sexo. Los funkeiros de esa vertiente comenzaron a producir videoclips inspirados en la est¨¦tica de los del gangsta rap estadunidense. Pero lo m¨¢s curioso de ese movimiento es el giro que los j¨®venes hacen para cambiar la pauta que, hasta entonces, era principalmente la criminalidad para el consumo. Las m¨²sicas dejan de hablar de crimen para hablar de productos que ellos quieren consumir. As¨ª, en vez de cantar: ¡°Roba motos, roba coches, un bandido no anda a pie¡± (Bonde Sinistro), los funkeiros de la vertiente de la ostentaci¨®n cantan: ¡°Vida es tener un Hyundai y una [moto] Hornet, diez mil para gastar, Rolex....¡± (MC Danado). De este modo, los DJs empezaron a tener m¨¢s espacio para cantar en locales nocturnos y pasaron a producir videoclips cada vez m¨¢s elaborados, con m¨¢s de 20 millones de accesos en Youtube, lo que les llev¨® a un ¨¦xito al margen de los medios tradicionales. Algunos llegaron a alcanzar gran repercusi¨®n entre un segmento del p¨²blico joven sin haber aparecido nunca en la televisi¨®n. Vi a ni?as llorando por DJs en bailes incluso antes de que el funk ostenta??o alcanzara el protagonismo que consigui¨® en los grandes medios. Surgieron empresas especializadas en la producci¨®n de clipes en el estilo de la ostentaci¨®n, como Kondzilla y Funk TV, claramente inspirados en el gangsta rap, en el que los j¨®venes aparecen en coches y motos, exhibi¨¦ndose con ropas, dinero y mujeres. Una reflexi¨®n interesante para hacer es c¨®mo los medios tradicionales, que antes execraban el llamado funk proibid?o, que hablaba abiertamente de crimen, drogas y sexo, ahora comienza a elogiar el funk ostenta??o, denomin¨¢ndolo incluso ¡°funk del bien¡± y resaltando la trayectoria econ¨®mica y social ascendente de los DJs.
Pregunta. Haciendo un par¨¦ntesis aqu¨ª, antes de llegar al rolezinho: ?cu¨¢l es el camino para que un joven pobre tenga acceso al consumo de lujo, seg¨²n la mirada del funk da ostenta??o? Este giro que t¨² mencionabas...
Respuesta. Primero, que ese bien de lujo no es tan de lujo. Al final, una botella de whisky a 60 u 80 reales (de 25 a menos de 35 d¨®lares) no es ning¨²n absurdo. Siempre es posible comprar una copia de aquellas gafas de sol que cuestan m¨¢s de mil reales. En las discotecas de funk que observ¨¦, este era el precio. Pensemos en un grupo de por lo menos cuatro amigos dividiendo el valor de la compraventa. No sale tan caro jugar a la ostentaci¨®n. Eso s¨ª, est¨¢n los coches. Eso s¨ª que est¨¢ fuera del alcance de la mayor¨ªa de esos j¨®venes. Pero ah¨ª hay una explicaci¨®n interesante, que Montanha, un productor y director de videoclips de Funk TV, sabiamente me dio. Me dijo que las novelas ya vend¨ªan una vida de lujo hace mucho tiempo, solo que en ellas los ricos eran los que pertenec¨ªan a ese mundo. En los videoclips de funk ostenta??o, son los pobres los que aparecen en un mundo de ¡°riqueza¡± o de ¡°lujo¡±, con coches, mansiones, ropas de marcas m¨¢s caras. Los j¨®venes ahora podr¨ªan, segundo Montanha, verse como parte de un mundo de prestigio, de ah¨ª la gran identificaci¨®n. El crimen puede ser un camino para acceder a ese mundo de lujo o lo que esos j¨®venes entienden por un mundo de lujo, pero no es el ¨²nico. Esta es la lecci¨®n que muchos DJs de funk est¨¢n intentando transmitir en sus letras. De cierta forma muestran otro camino, que, de hecho, siempre estuvo presente para esos j¨®venes de la periferia: hacerse famoso por la m¨²sica o por el f¨²tbol. De hecho, esos son los caminos que aparecen como los m¨¢s posibles para que j¨®venes negros y pobres de las periferias del pa¨ªs imaginen un futuro de ¨¦xito. En un mundo en que hay una fuerte divisi¨®n entre trabajo intelectual y manual, con la extrema valorizaci¨®n del primero, el uso del cuerpo en formas l¨²dicas como medio de ganar dinero se muestra como opci¨®n para la transformaci¨®n de la vida. ¡°Crimen, f¨²tbol, m¨²sica, cojones, yo tampoco consegu¨ª huir de eso ah¨ª¡±, ese es el Negro Drama cantado por los Racionais MCs. Los DJs de funk ostenta??o est¨¢n intentando decir que es posible construir una vida de ¨¦xito a trav¨¦s de la m¨²sica. Y lo que era ficci¨®n (los videoclips con coches importados, prestados o alquilados, con dinero de mentira lanzado al aire) comienza a hacerse realidad. Muchos de ellos comienzan a ganar una cantidad razonable de dinero con los shows. Creo que la idea de la imaginaci¨®n como una fuerza creativa se presenta con fuerza en el funk ostenta??o.
Ser¨¢ que la clase media entiende que los j¨®venes est¨¢n ¡®robando¡¯ el derecho exclusivo de ellos consuman? Direito que, por su parte, ven¨ªa siendo robado de esos j¨®venes pobres hace muy tiempo.¡±
Por otro lado, es preciso destacar que masculinidades marcadas por el deseo de poseer un autom¨®vil o una motocicleta no fueron construidas por el funk ostenta??o. Ya exist¨ªan hace tiempo. Para los ni?os de la periferia, poseer un buen coche, bonito y potente, es una de las metas principales de vida. La posesi¨®n del coche es, en el imaginario de esos j¨®venes, pero tambi¨¦n de la poblaci¨®n en general, un indicativo de ¨¦xito econ¨®mico y social, garantizando, como consecuencia, el ¨¦xito con las mujeres.
En este caldo cultural, el consumo es cada vez m¨¢s exaltado como espacio de afirmaci¨®n y de reconocimiento para los j¨®venes. Es, inclusive, bastante compleja la forma de la relaci¨®n entre criminalidad y consumo en el funk. En el giro que produjeron, parece que hay el mensaje de que esas dos acciones pueden ser dos lados de una misma moneda. Ellos no dejan de hablar del crimen. Acaban cit¨¢ndolo indirectamente, como en las m¨²sicas de MC Rodofilho, en las cuales ¨¦l celebra: ¡°Ay dios, qu¨¦ bueno es ser vida loka¡±. Lo importante es entender c¨®mo el crimen y el consumo son pautas constantes en las relaciones sociales de los j¨®venes de la periferia. Los m¨¢s pobres tambi¨¦n quieren que iPads, iPhones y autom¨®viles potentes formen parte de su mundo. A¨²n necesito observar y reflexionar m¨¢s sobre ello, pero creo que tanto en el caso del crimen como en el del consumo tenemos que estar m¨¢s atentos al modo en el que se dan las relaciones entre personas y cosas. Pienso que la b¨²squeda de la realizaci¨®n solo mediante el consumo implica sentimientos y posturas extremas de un ego¨ªsmo hedonista y de un profundo desprecio por otros seres humanos. Las mercanc¨ªas, o las cosas anheladas, de cierta forma han conformado las subjetividades contempor¨¢neas. Y en esas nuevas subjetividades, marcadas por lo instant¨¢neo y la inestabilidad, parece no haber mucho espacio para la solidaridad. Hay una nueva tendencia en la discusi¨®n antropol¨®gica que afirma que no podemos entender las cosas solo como representaci¨®n o resultado de lo social. Necesitamos pensar tambi¨¦n en c¨®mo las cosas hacen a las personas e incluso a lasociedad. C¨®mo las cosas o las mercanc¨ªas m¨¢s deseadas hoy motivan tanto un consumismo desenfreado, irracional y ego¨ªsta, como el ingreso de j¨®venes en la criminalidad. Siempre me quedo espantado cuando veo las im¨¢genes en otros pa¨ªses de personas corriendo desesperadas para comprar un nuevo lanzamiento de smartphone, videojuego, tableta... Pero no solo eso, estas cosas tambi¨¦n motivan y determinan formas de estar, pensar, relacionarse y sentir en el mundo contempor¨¢neo.
Penso mucho en eso cuando parte de la clase media critica el consumo de esos j¨®venes, diciendo que solo ellos ¨Cla clase media que, supuestamente, paga los impuestos ¨C tienen derecho a consumir, o a relacionarse con ciertos productos. ?Ser¨¢ que la clase media entiende que los j¨®venes est¨¢n robando el derecho exclusivo de que ellos consuman o de relacionarse con esos objetos de prestigio? ?Un derecho que, por otra parte, hab¨ªa sido robado de esos j¨®venes pobres hace mucho tiempo?
Esa cr¨ªtica puede venir inclusive de cierta clase media m¨¢s intelectualizada e incluso con ideas pol¨ªticas progresistas, que cree que sabe lo que es mejor para los pobres. Hacen la cr¨ªtica desde sus iPads e iPhones a lo que entienden como un consumo irracional de los m¨¢s pobres, que deber¨ªan ahorrar en vez de gastar en productos que no son para su nivel econ¨®mico. Hay un juego de perder y ganar y tambi¨¦n de b¨²squeda de satisfacciones individuales que rodea el robo del derecho de algunos al consumo, que es preciso profundizar para entender mejor esas din¨¢micas contempor¨¢neas. ?Todos tienen el derecho a consumir lo que quieran???Y ser¨ªa viable, hoy, que todos consuman a altos niveles? ?Qu¨¦ implicaciones mediombientales tendr¨ªamos? Y si no es sostenible o viable que todos consuman con tama?a intensidad, ?por qu¨¦ incentivamos as¨ª el consumismo? Con eso, lo que quiero decir es que no se puede pensar la relaci¨®n entre crimen y consumo solo entre los pobres. Creo que tambi¨¦n necesitamos mirar hacia las clases medias y altas y hacia los cr¨ªmenes que, hist¨®ricamente, han sido cometidos contra los m¨¢s pobres y el medioambiente para proteger el consumo de los ricos.
P. ?Es en este punto en el que los rolezinhos aparecen y crean una tensi¨®n reveladora en estas Navidades?
R. Los rolezinhos en los centros comerciales est¨¢n conectados directamente a ese contexto. No s¨¦? c¨®mo surgieron, pero me parece que despuntarion por esas nuevas relaciones que las redes sociales permiten construir, de forma que una broma pueda volcar algo serio. De repente, una convocatoria hecha en Internet puede llevar a centenares de j¨®venes a encontrarse en un centro comercial, un local donde pueden tener acceso a esos bienes a los que canta la m¨²sica, aunque solo sea un acceso visual. Eso s¨ª, es importante resaltar que no fueron los rolezinhos ni el funk ostenta??o los que crearon esa relaci¨®n de fascinaci¨®n con el consumo. Esta ya exist¨ªa hace mucho. Os Racionais, hace m¨¢s de diez a?os, ya cantaban sobre eso, con afirmaciones como: ¡°T¨² dijiste que era bueno y la favela lo escuch¨®. All¨¢ tambi¨¦n tiene whisky, Red Bull, tenis Nike y fusiles¡± o ¡°La abundancia alegra al sufridor¡±
? importante percibir que los centros comerciales donde los rolezinhos ocurrieron est¨¢n en regiones m¨¢s perif¨¦ricas. Ellos no han ido a los templos mayores del consumo de lujo en la ciudad.¡±
P. Algunos an¨¢lisis relacionan los rolezinhos con una acci¨®n afirmativa de la juventud negra y pobre, a una denuncia de la opresi¨®n y a una reivindicaci¨®n de participaci¨®n, en este caso en el mundo del consumo. ?Como analizar¨ªas t¨² este fen¨®meno tan nuevo?
R. No me arriesgar¨ªa a decir que hay un movimiento pol¨ªtico muy claro. Puede indirectamente constituirse como una acci¨®n afirmativa de la juventud negra y pobre. Tal vez la tensi¨®n que se cre¨® con la criminalizaci¨®n de esos j¨®venes durante los rolezinhos pueda llevar a alg¨²n tipo de reflexi¨®n y acci¨®n pol¨ªtica mayor, pero es dif¨ªcil de prever. En un libro intitulado Cidadania Insurgente, [el antrop¨®logo americano] James Holston analiza el surgimiento de las periferias urbanas en Brasil, particularmente en S?o Paulo, destacando la discriminaci¨®n contra ciertas clases de ciudadanos en el pa¨ªs. Ese autor muestra como, hist¨®ricamente, las formulaciones de ciudadan¨ªa elaboradas por los m¨¢s pobres se dieron a partir de su ocupaci¨®n de barrios en las periferias de las grandes ciudades. Nociones y pr¨¢cticas propias de ciudadan¨ªa que se produjeron, a la vez, por medio de las experiencias de hacerse propietario, de participar de movimientos sociales por la mejor¨ªa de los barrios y de ingresar en el mercado del consumo. Primero se ocuparon los barrios, incluso sin estructura m¨ªnima. Despu¨¦s llegaron las reivindicaciones por la legalizaci¨®n de los terrenos ocupados. Y, finalmente vinieron las luchas por la llegada de la energ¨ªa el¨¦ctrica, el saneamiento b¨¢sico y el asfalto. Creo siempre muy interesante, en conversaciones con antiguos l¨ªderes de los barrios perif¨¦ricos de S?o Paulo, observar que indican la llegada del asfalto como el gran marco de transformaci¨®n del barrio y la integraci¨®n de este al espacio urbano.
Percibo, por lo tanto, acciones como las de los rolezinhos, desde el punto de vista de esa ¡°ciudadan¨ªa insurgente¡±, en referencia a las asociaciones de ciudadanos que reivindican un espacio para s¨ª y as¨ª se contraponen al gran discurso hegem¨®nico o, si no se disocian del discurso hegem¨®nico, al menos provocan ruidos en ¨¦l. Se trata de una reivindicaci¨®n por la ciudadan¨ªa, la participaci¨®n pol¨ªtica y derechos que, hist¨®ricamente, fue hecha por los m¨¢s pobres, muchas veces en la frontera entre lo legal y lo ilegal, y que comenz¨® con la propia ocupaci¨®n de los barrios en la periferia de la ciudad de S?o Paulo, como forma de habitar y sobrevivir en el mundo urbano. Esa ciudadan¨ªa no necesariamente se presenta como resistencia, pero puede tambi¨¦n querer, en muchos casos, asociarse a la hegemon¨ªa produciendo disonancias.
?Qu¨¦ son el funk ostenta??o y los rolezinhos si no esa reivindicaci¨®n de los j¨®venes m¨¢s pobres de una mayor participaci¨®n en la vida social m¨¢s amplia a trav¨¦s del consumo? Estas acciones culturales parecen situarse en esa l¨®gica, que no necesariamente se contrapone a lo hegem¨®nico, en la medida en que intenta afirmarse por el consumo, pero provoca una incomodidad, un ruido extremadamente irritante para aquellos que se gu¨ªan por un discurso y una pr¨¢ctica de segregaci¨®n de los que consideran como los ¡°otros¡±.
P. ?C¨®mo definir esa incomodidad? ?Qu¨¦ son los ¡°otros¡± en este contexto? ?Y qu¨¦ papel desempe?an estos ¡°otros¡±?
R. La incomodidad de ver pobres ocupando un lugar en el que no deber¨ªan estar, como consumidores de ciertos productos que deber¨ªan ser m¨¢s exclusivos. Es un tipo de espanto que se pregunta: ¡°?C¨®mo ellos, que no tienen dinero, quieren consumir productos que no son para su posici¨®n social y econ¨®mica?¡±. Estos ¡°otros¡± son los considerados ¡°subalternos¡±. Pueden ser funkeiros, pobres y mestizos de la periferia, pero pueden ser tambi¨¦n las empleadas dom¨¦sticas, los motoboys, los grafiteros, entre otros ¡°otros¡±, que muchas veces son utilizados como chivo expiatorio de las frustraciones de un sector considerable de la clase media.
H¨¢ una tendencia de percibir los j¨®venes pobres a partir de tres perspectivas: a de el gamberro, a de la v¨ªctima y a de el h¨¦roe.¡±
Los rolezinhos no son protestas contra el centro comercial o el consumo, sino afirmaciones de: ¡°Queremos estar en el mundo del consumo, en los templos del consumo¡±. Sin embargo, por ser j¨®venes pobres de barrios perif¨¦ricos, negros y mestizos en su mayor¨ªa, y que escuchan un g¨¦nero musical considerado marginal, pasan a ser vistos y clasificados por la mayor¨ªa de la sociedad como gamberros o marginales. Pensemos que, en la propia concepci¨®n del centro comercial, no est¨¢ prevista la presencia de ese p¨²blico, a¨²n menos en grupo y provocando confusi¨®n. Me pregunto: si fuera en un centro comercial m¨¢s noble, con j¨®venes blancos de clase media alta, vestidos como se espera de un joven de este estrato social,??la repercusi¨®n ser¨ªa la misma???la criminalizaci¨®n ser¨ªa la misma?. Tal vez fuera considerado solo un flash mob. Hay una tendencia, de una parte considerable de la clase media, de los medios y del poder p¨²blico, a percibir a los j¨®venes pobres a partir de tres perspectivas, casi siempre exclusivistas: la del gamberro, la de la v¨ªctima y la del h¨¦roe.
P. ?C¨®mo funcionan estas tres perspectivas, gamberro, v¨ªctima y h¨¦roe?
R.? Son m¨¢s formas de etiquetar a esos j¨®venes por parte aquellos que quieren tutelarlos que categor¨ªas asumidas por los propios j¨®venes. Por eso, son contextuales. Dependiendo de la situaci¨®n y de los actores sociales con quienes dialoga, el joven puede ser entendido a partir de una de esas categor¨ªas. El pichador (grafitero de picha?ao), por ejemplo, es un agente que puede movilizar todas esas clasificaciones, dependiendo del contexto y de los interlocutores: la polic¨ªa, la Secretar¨ªa de Cultura, los investigadores acad¨¦micos o la ONG que quiere salvar los j¨®venes de la periferia de la violencia. En el caso del funk, por ejemplo, ya hay comentarios e incluso textos de personas m¨¢s politizadas viendo los rolezinhos como una acci¨®n afirmativa o extremadamente contestataria. Para estos, los protagonistas de los rolezinhos son v¨ªctimas que se hicieron h¨¦roes. Otros, como la polic¨ªa, la administraci¨®n de los centros comerciales y la clientela, pero tambi¨¦n sus vecinos, que viven all¨¢ en los barrios pobres de la periferia, ven en ellos principalmente a villanos y gamberros.
J¨®venes como estos que est¨¢n en los rolezinhos no necesariamente aceptan entrar en esas etiquetas pero, en algunos casos, pueden tambi¨¦n encajar en todas a la vez. No se puede simplificar un fen¨®meno como este. Sin embargo, si pens¨¢ramos en ese movimiento que surge principalmente con el hip hop de valorar la periferia como espacio pol¨ªtico y de afirmaci¨®n positiva, es posible ver, aunque en menor intensidad, una cierta acci¨®n pol¨ªtica. De decir: ¡°Somos de la periferia y estamos orgullosos¡±. Un movimiento de reversi¨®n del estigma en marca positiva.
P. Pero ?hay, de hecho, una acci¨®n consciente, organizada, con un sentido pol¨ªtico previo? ?O el sentido est¨¢ siendo construido a partir de los acontecimientos, lo que es igualmente leg¨ªtimo?
R. Mira, sinceramente, es dif¨ªcil decir si hay un sentido pol¨ªtico, directo, consciente y/o expl¨ªcito. Tal vez por parte de algunos, pero por lo que he visto en las redes sociales, no de la mayor¨ªa. Si el movimiento persiste o toma otras formas, puede ser que el sentido pol¨ªtico tome m¨¢s fuerza. De momento es dif¨ªcil analizar ese punto. El antrop¨®logo Arjun Appadurai analiza hace alg¨²n tiempo los cambios que se producen en el mundo a causa del avance de las tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n y del transporte. Seg¨²n este autor, las personas se desplazan cada vez m¨¢s en el mundo actual, y no solo f¨ªsicamente, sino tambi¨¦n y tal vez principalmente en la imaginaci¨®n, a causa de medios de comunicaci¨®n como la televisi¨®n y, m¨¢s recientemente, por Internet. Hoy es posible imaginarse en los m¨¢s diferentes lugares del mundo, pero tambi¨¦n en diferentes clases sociales. ?Qu¨¦ son los videoclips de funk de la ostentaci¨®n sino im¨¢genes/imaginaciones que los j¨®venes tienen sobre lo que ser¨ªa pertenecer a otra clase o poseer mejores condiciones econ¨®micas para el consumo?
O que son los videoclipes de funk ostenta??o que no im¨¢genes que los j¨®venes producen sobre lo que ser¨ªa pertenecer la otra clase social?¡±
Esa imaginaci¨®n, seg¨²n ese autor, puede constituirse como un proyecto pol¨ªtico compartido, pero puede tambi¨¦n ser solo una fantas¨ªa, algo individualista y ego¨ªsta, sin gran potencial pol¨ªtico. Me parece que el funk da ostenta??o en S?o Paulo y movimientos como lo de los rolezinhos en los centros comerciales tienen intensamente esos dos potenciales. Dif¨ªcil saber si alguna de ellas va a prevalecer o volverse hegem¨®nica.
P. ?La elecci¨®n de la m¨²sica de MC Daleste, asesinado en un show en Campinas, para el rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos, puede tener alg¨²n otro significado?
R. La elecci¨®n de la m¨²sica de MC Daleste en la entrada de los j¨®venes en el centro comercial de Guarulhos me pareci¨® bastante significativa por varios motivos. Principalmente, porque su muerte en el escenario, cantando funk, de cierta forma construy¨® un marco para ese funk da ostenta??o. Su asesinato acab¨® por dar a¨²n m¨¢s visibilidad a esta vertiente del funk paulista. MC Daleste cantaba proibid?o antes y, as¨ª, esa relaci¨®n confusa entre crimen y consumo se manifiesta de modo bastante fuerte en lo que ¨¦l representa. Hay en su propio nombre art¨ªstico esa afirmaci¨®n de un cierto orgullo del lugar de donde viene, de ser de la periferia, que tanto el funk como el hip hop expresan. No es? casualidad que ¨¦l sea ¡°Da Leste¡±. Recordemos que Guarulhos tambi¨¦n est¨¢ al este de la regi¨®n metropoliitana de S?o Paulo.
P. Hoy, una parte significativa de la generaci¨®n que se cri¨® en las periferias con movimientos contestatarios como el hip hop y la literatura perif¨¦rica o marginal ha asumido, por el funk da ostenta??o, los valores de consumo de las clases medias y alta. ?Como analizas este fen¨®meno en el contexto hist¨®rico actual de Brasil?
R. Lo que un evento como ese parece poner de manifiesto es, por un lado, ese anhelo por consumir y por afirmarse mediante el consumo que esos j¨®venes vienen demostrando ya hace alg¨²n tiempo, por las letras de los funks, pero tambi¨¦n en el hip hop. A pesar de las cr¨ªticas de ciertos segmentos del hip hop, no s¨¦ si el funk ostenta??o rompe con el hip hop m¨¢s politizado de los ochenta y noventa o si ofrece una de las muchas posibles continuidades a ese movimiento cultural. Me parece que el funk ostenta??o es una relectura paulista, muy influenciada por el hip hop, del funk carioca. Muchos MCs de funk eran MCs de hip hop. Muchos de ellos, adem¨¢s de funk, cantan tambi¨¦n rap, y en los shows se escuchan m¨²sicas de los Racionais. Hay trozos de letras de canciones de los Racionais en las letras del funk. Ahora, el hecho es que el funk no est¨¢ tan marcado por la cuesti¨®n pol¨ªtica como el hip hop. O Montanha me dijo algo interesante una vez: que, en la verdad, el hip hop ofrecer¨ªa un espacio de expresi¨®n pol¨ªtica que les faltaba a los j¨®venes, ya el funk es un espacio de ocio y de socializaci¨®n. Me parece una reflexi¨®n interesante. No que el hip hop no pueda contener ocio y?socializaci¨®n, ni el funk protesta pol¨ªtica, pero las dos vertientes tienden hacia uno de los polos. El funk, de hecho, gan¨® ese gran espacio junto a los j¨®venes de las periferias de S?o Paulo porque, en esa articulaci¨®n de un espacio de ocio, se configur¨® un espacio para las mujeres que, en el hip hop, era m¨¢s dif¨ªcil. Las mujeres son presencia fundamental en los bailes de funk. El protagonismo del baile siempre fue suyo. Incluso que los ni?os tambi¨¦n bailen y las ni?as participen cada vez m¨¢s como MCs. El hip hop siempre fue mucho m¨¢s masculino, del baile a la vestimenta.
P. Pero ?cu¨¢l es la diferencia, en tu opini¨®n, entre c¨®mo hablan de consumo, por ejemplo, los Racionais y c¨®mo lo hacen los MCs de la ostentaci¨®n?
Devemos cuestionar no la acci¨®n de los ni?os, pero las relaciones sociales fomentadas en la contemporaneidade que se pautam cada vez m¨¢s por la b¨²squeda del reconocimiento por el consumo, por la posesi¨®n de bienes.¡±
R. Hay dos perspectivas. Cuando digo que los Racionais ya lo cantaban, quiero decir que ellos ya identificaban esa necesidad de consumir de la juventud. Y de consumir lo que ellos cre¨ªan que era bueno, nada de consumo consciente. Por eso digo que los Racionais ya hac¨ªan, hace m¨¢s de diez a?os, una lectura de ese anhelo por consumir de la juventud pobre. Por otro lado, hay esa dimensi¨®n de movimientos como el de los escritores de la periferia, promoviendo productos de la periferia, por la periferia. El funk ostenta??o comienza sin preocuparse con esa cuesti¨®n directamente. No le duele la conciencia por cantar al consumo y adherirse al sistema. Indirectamente, sin embargo, acaba llegando a un otro punto, en la medida en que una parcela considerable de j¨®venes de la periferia pasa a poseer alg¨²n tipo de renta con la producci¨®n del funk. Ya sean los chicos que graban los videoclips, los propios MCs, pero tambi¨¦n los empresarios, productores, t¨¦cnicos e incluso algunos MCs que se hacen emprendedores y crean sus propios negocios. Como MC Nego Blue, que observando de cerca el ¨¦xito de las ropas de marca entre los j¨®venes, cre¨® Black Blue, una tienda de ropa cuyo s¨ªmbolo es una carpa colorida. Hoy, adem¨¢s de poseer establecimientos propios, vende en tiendas multimarca, al lado de camisas de Lacoste o de otras marcas famosas que los chicos buscan, y por un precio muy parecido. Una de las empresas que programa shows de funk en Cidade Tiradentes se llama justamente ¡°Nosotros por nosotro¡±.
Los rolezinhos parecen decir: no solo queremos consumir, queremos ocupar en masa y divertirnos en los centros comerciales, en los suyos o en los nuestros. Es importante percibir tambi¨¦n que los centros comerciales donde los eventos ocurrieron est¨¢n en regiones m¨¢s perif¨¦ricas, probablemente pr¨®ximos a la residencia de los j¨®venes. De momento no han ido a los templos mayores del consumo de lujo en la ciudad, en Jardins, Faria Lima, Marginal Pinheiros... Puede haber tambi¨¦n un componente de un t¨¦rmino que descubr¨ª en la pesquisa que hice en escuelas de bachillerato, en mi doctorado, que es la idea de ¡°zoar¡±. Ellos quieren zoar, que es llamar la atenci¨®n y divertirse, flirtear, jugar y, si fuera preciso, pelear.
P. ?Por qu¨¦, en este momento, el ocio se impone como una reivindicaci¨®n de esta generaci¨®n, por encima de cuestiones como salud, educaci¨®n y transporte de calidad?
R. Creo que no hay una reivindicaci¨®n pol¨ªtica bien formulada como suced¨ªa con el hip hop: queremos m¨¢s salud, educaci¨®n y ocio. Ellos simplemente quieren estar en los centros comerciales para zoar, y van. No existe esa reflexi¨®n m¨¢s elaborada que el hip hop produce, es m¨¢s espont¨¢neo. Ese tal vez pueda ser un punto de distinci¨®n. Y el propio funk es, por s¨ª solo, ocio y diversi¨®n, un dispositivo poderos¨ªsimo para bailar y flirtear. El zoar puede ser le¨ªdo como un acto pol¨ªtico, pero no me parece intencional. Creo que crea una tensi¨®n que es pol¨ªtica, que es de disputa de poder por los espacios de la ciudad, pero no hay un manifiesto por la zoeira o por los rolezinhos, como hubo, por ejemplo, en el caso del manifiesto del arte perif¨¦rico de los escritores.
P. ?Hay tambi¨¦n un movimiento para salir de los guetos y ocupar los guetos de la clase media???De forma masiva, y no individualmente, como cuando un grupo de rap aparec¨ªa en la televisi¨®n (aunque fuera MTV) o un escritor del movimiento literario marginal o perif¨¦rico publicaba en una gran editorial? ?Es esta una novedad importante?
R. Creo que se abre hacia fuera del gueto, del barrio donde se vive, pero no hasta muy lejos. Al fin y al cabo, los centros comerciales a los que van est¨¢n al lado de sus casas. En este sentido, creo que el hip hop, a pesar de hablar m¨¢s del gueto, se abre mucho m¨¢s hacia fuera en la medida en que conquista un espacio importante en las pol¨ªticas p¨²blicas de cultura, por ejemplo.
? como si la sociedad dijera: ¡®Vosotros, pobres, pueden consumir, pero ir al centro comercial en grandes grupos, solo para zoar y cantar funk, ah¨ª ya es vandalismo¡¯.¡±
Claro que ese espacio de ocio es problem¨¢tico y conflitivo incluso dentro de los barrios de las periferias donde viven esos j¨®venes. Si entrevist¨¢ramos a sus vecinos, seguramente la mayor¨ªa se posicionar¨ªa totalmente a favor de prohibir las fiestas callejeras que ellos organizan, con m¨²sica alta que muchas veces dura toda la madrugada. Por eso creo importante no tomar el funk ni como un movimiento libertador, ni como el gran villano o el gran movimiento corruptor de la juventud contempor¨¢nea, como sectores m¨¢s moralistas, a la izquierda y a la derecha, tienden a hacer.
La cuesti¨®n del consumo tambi¨¦n me parece problem¨¢tica. El deseo de consumir siempre ha existido. Antes del Gobierno Lula, el proceso de urbanizaci¨®n ya induce a ese apego mayor al consumo. Sin embargo, no se puede negar que, en los ¨²ltimos a?os, hubo tambi¨¦n una mejora econ¨®mica para segmentos que antes estaban bastante alejados del mercado. Sin embargo, creo que reducir el ¨¦xito del funk da ostenta??o a eso es simplificar demasiado el movimiento y olvidar que han existido y existen movimientos juveniles parecidos en otras partes del mundo, como el propio gangsta rap, en Estados Unidos, en el que se inspiran los videoclips.
Debemos cuestionar no la acci¨®n de los chicos, sino las relaciones sociales fomentadas en la contemporaneidad. Es preciso conceder a los j¨®venes, y no solo a los pobres, sino tambi¨¦n a los de clase media y alta, otros espacios de reconocimiento y de establecimiento de relaciones sociales que no est¨¦n guiados por la afirmaci¨®n por medio de la posesi¨®n y del consumo de bienes. Porque, como dicen los Racionais, otra vez: ¡°?Qui¨¦n no quiere brillar, qui¨¦n no? Muestra qui¨¦n. Nadie quiere ser secundario de nadie¡±. Para algunos tener un tenis caro, un smartphone de ¨²ltima generaci¨®n o ir al centro comercial para zoar puede ser una forma de intentar brillar.
P. Al ocupar los centros comerciales, los adeptos del funk da ostenta??o estar¨ªan promoviendo su primera actitud de insurgencia contra el sistema, en el sentido de: ¡°Voy a ocupar el espacio que me es denegado o donde no me quieren¡±.??Es eso? ?O las propias letras de las m¨²sicas, interpretadas, en general, como adhesi¨®n al sistema, ya ser¨ªan una insurgencia, en la medida en la que se apropian simb¨®licamente de los valores de la ¨¦lite y de la clase media y, ahora, con los rolezinhos, tambi¨¦n de sus espacios f¨ªsicos?
R. S¨ª, creo que esa es la mayor irritaci¨®n de la clase media con esos movimientos. Basta ver los comentarios a los videoclips en el Youtube, irritados con los chicos que ostentan y se exhiben con productos m¨¢s caros. Esta es la principal rebeli¨®n que provocan. La clase media, de forma general, m¨¢s pobre o m¨¢s rica, m¨¢s o menos intelectualizada, se irrita bastante cuando los subalternos compran bienes caros, incluso antes de ellos. Ya he o¨ªdo comentarios indignados, del tipo: ¡°Mi empleada ha comprado una televisi¨®n de ¨²ltima generaci¨®n mejor que la m¨ªa¡±. Eso tiene antecedentes hist¨®ricos que parecen llegar hasta hoy. James Holston, en el libro sobre ciudadan¨ªa insurgente que cit¨¦ anteriormente, pone como ejemplo la legislaci¨®n colonial portuguesa, que prohib¨ªa a los negros el uso de joyas y art¨ªculos considerados finos...
P. Parece que los rolezeiros de los centros comerciales est¨¢n ocupando el mismo lugar simb¨®lico de los v?ndalos en las manifestaciones, en la narrativa hecha por parte de los medios de masas y por las autoridades. ?Como interpretas esa reacci¨®n?
Os comentarios en webs y redes sociales revelan ese profundo racismo entra?ado en parcela considerable de la poblaci¨®n brasile?a.¡±
R. Lo que me asust¨® de verdad en esta historia fueron las reacciones de medios y polic¨ªa, condenando y ordenando detenciones, incluso en casos en que dijeron que no hubo robos, sino estampidas. Me pregunto qui¨¦n provoc¨® la estampida: ?los j¨®venes o la acci¨®n de los guardas jurados y de la polic¨ªa? Eventos como estos revelan tambi¨¦n una faceta complicada y extremadamente prejuiciosa de la clase media brasile?a. Conced¨ª una entrevista corta para la web de un gran grupo de comunicaci¨®n y me asust¨¦ al leer los comentarios de los lectores, de un odio terrible contras los j¨®venes que fueron a los centros comerciales, contra los pobres, contra m¨ª, que resalt¨¦ la forma prejuiciosa en la que se trataba el tema. Al hablar de lo sucedido, algunas palabras utilizadas como acusaci¨®n contra los j¨®venes fueron bastante reveladoras del prejuicio, e incluso del racismo, de este segmento social: ¡°favelados¡±, ¡°maloqueiros¡±, ¡°gamberros¡±, ¡°prostitutas¡± y ¡°negros¡±. En ese ¨²ltimo caso es evidente el racismo de muchos comentarios de esa noticia, pero tambi¨¦n en las comunidades de rolezinhos que los j¨®venes crearon en las redes sociales. Uno de los comentarios pide los j¨®venes vuelvan a ?frica. Eso es muy grave. Revela ese profundo racismo enraizado en una parte considerable de la poblaci¨®n. Como si esta sociedad dijera, por medio de los administradores de los centros comerciales, de los medios y de la polic¨ªa, jugando un poco con la cuesti¨®n de las manifestaciones de junio: ¡°Ustedes, pobres, pueden consumir, pero ir al centro comercial en grandes grupos, solo para zoar y cantar funk... eso ya es vandalismo¡±.
P. ?La clase media es racista?
R. Lo que llamamos clase media no es uno todo homog¨¦neo. Es posible segmentarla en diferentes niveles y a partir de diferentes contextos, es posible pensar en una clase media intelectualizada o no intelectualizada. Pero me parece que la divisi¨®n m¨¢s importante para pensar la clase media en S?o Paulo es la que se da por criterios socioecon¨®micos y espaciales. Existe la clase media que est¨¢ concentrada principalmente en el entorno del eje c¨¦ntrico, que va del Centro a Pinheiros, pasando por la Avenida Paulista y barrios pr¨®ximos. Esta, en su mayor¨ªa, vive en una burbuja y tiene poco contacto con otras clases, con la excepci¨®n de los trabajadores subalternos: conserjes, empleadas dom¨¦sticas, etc. Para esta, en gran medida, el Shopping Itaquera puede estar m¨¢s distante que Par¨ªs o Londres.
Sin embargo, hay tambi¨¦n determinada clase media baja que vive en la periferia. Citando nuevamente a Holston, ¨¦l habla de una diferenciaci¨®n que se produjo en las periferias de S?o Paulo entre aquellos que compraron sus terrenos, incluso que por medio de contratos opacos, y aquellos que ocuparon espacios formando las favelas. Esa peque?a diferencia no crea un gran abismo econ¨®mico, pero produce una profunda diferenciaci¨®n, por medio del cual un grupo estigmatiza el otro. Ya he visto un individuo de esta clase media de la periferia cuestionando programas como lo Bolsa Familia, porque hab¨ªa visto envases vac¨ªos de yogur en la basura de la favela. Este individuo afirmaba que ni ¨¦l consum¨ªa yogur con tanta frecuencia. ?C¨®mo ellos se cre¨ªan con derecho a consumir un producto que es un lujo, raro, pero sobre el cual ¨¦l tiene cierta exclusividad?
La ayuda a los m¨¢s pobres, en especial el programa Bolsa Familia, es un factor importante de estigmatizaci¨®n por parte de esos diferentes segmentos de la clase media, pero sobre todo por parte de esa clase media de la periferia. Estuve recientemente en una escuela p¨²blica pr¨®xima a una gran favela de S?o Paulo. Seg¨²n los profesores, uno de los problemas del centro era que el 90% de los alumnos ven¨ªan de la favela vecina. Y que esos alumnos estaban muy acomodados, pues viv¨ªan de ayudas y en la favela ten¨ªan todo muy f¨¢cil gracias a la gran cantidad de proyectos existentes all¨¢. Incluso proyectos de m¨²sica, resalt¨® un profesor. Es muy importante reflexionar sobre esto, porque esos profesores, si no viven en la favela, son vecinos de ella. Pero aun as¨ª se permiten marcar diferencias con los j¨®venes por cuestiones muy peque?as. Y son estos profesores los responsables por formar a esos chicos. ?Con esta mirada, son capaces de luchar para que la escuela se haga un espacio de convivencia, afirmaci¨®n y reconocimiento para los j¨®venes?
P. ?C¨®mo t¨², que has vivido el d¨ªa a d¨ªa de las escuelas p¨²blicas en S?o Paulo, percibes la educaci¨®n?
Para una parcela de la clase media de S?o Paulo, el Shopping Itaquera puede estar m¨¢s distante del que Par¨ªs o Londres.¡±
R. Es necesario que pensemos en una educaci¨®n para las diferencias, para que no caigamos m¨¢s en la trampa de la intolerancia y de los an¨¢lisis apresurados y prejuiciosos de sectores de las ¨¦lites y de las clases medias al hablar de ¡°subalternos¡±. Me acuerdo de un documental portugu¨¦s que merece la pena ver sobre la historia de un arrast?o que no existi¨®. Se llama Era una vez un arrast?o (asista aqu¨ª). En ¨¦l se habla del d¨ªa en que j¨®venes caboverdianos o descendientes de caboverdianos decidideron frecuentar la noble playa de Carcavelos, en Portugal. La polic¨ªa, al ver la concentraci¨®n de j¨®venes de origen africano, se asust¨® y decidi¨® intervenir, provocando una gran estampida que fue considerada como un arrast?o. Pero, en realidad, los j¨®venes hu¨ªan de la represi¨®n policial gratuita. Eso tal vez nos ense?e algo sobre los arrast?es que estamos creando cada d¨ªa, criminalizando j¨®venes pobres.
Cuando investigaba en escuelas p¨²blicas de la periferia de S?o Paulo, era com¨²n o¨ªr de los profesores que, en aquel centro, los alumnos eran todos gamberros o marginales. El discurso de la criminalizaci¨®n es efectivo y poderoso y condena a mucha gente al fracaso escolar e incluso al crimen. El soci¨®logo polaco Zygmunt Bauman, en un libro sobre educaci¨®n y juventud, resalta la necesidad cada vez m¨¢s urgente, en la actualidad, de desarrollar el arte de convivir con desconocidos y la diferencia. En especial en un mundo en el cual las migraciones tienden a aumentar cada vez m¨¢s. En nuestro caso, no fue necesaria la llegada de extranjeros para expresar las m¨¢s brutales formas de prejuicio, pues los extranjeros ¨¦ramos nosotros, los brasile?os. Pero brasile?os que viven muy lejos, aunque son vecinos. Viven en Guaianazes, Cap?o Redondo, Graja¨², Cidade Ademar, Cidade Tiradentes, Vila Brasil?ndia...
P. ?En qu¨¦ medida, en su opini¨®n, los rolezinhos se conectan con las manifestaciones de junio?
R. Creo que no hay una conexi¨®n directa. Pero, indirectamente, es posible percibir la reivindicaci¨®n com¨²n del uso del espacio p¨²blico y de quebrar las marcas de la segregaci¨®n. Me acuerdo de que, antes de las manifestaciones de junio, para la prensa conservadora era un tab¨² ocupar la Avenida Paulista. Los movimientos sociales mostraron que no solo no era un tab¨², sino que era un derecho, el derecho de ir a las calles y ocuparlas para protestar. Los rolezinhos no parecen tener una pauta tan clara, pero tambi¨¦n est¨¢n, aunque indirectamente, diciendo: ¡°?No dijeron que era bueno consumir? Pues bien, nosotros tambi¨¦n queremos¡±.
P. Esa ocupaci¨®n de espacios que supuestamente pertenecer¨ªan a ¡°otros¡±, tanto en el caso de las manifestaciones como en el caso de los rolezinhos, parece marcar una novedad importante. ?Qu¨¦ est¨¢ sucediendo?
R.? Creo que la novedad est¨¢ ah¨ª, pero es dif¨ªcil decir lo que est¨¢ sucediendo o lo que suceder¨¢. Puede ser solo un hecho puntual -algo parecido a la revuelta de la vacuna como reacci¨®n a las propuestas pol¨ªticas opresoras de la reforma sanitaria de R¨ªo de Janeiro [a principio del siglo XX], por ejemplo ¨C o puede ser una nueva forma de pensar los espacios p¨²blicos y privados en las ciudades brasile?as. Sin embargo, es dif¨ªcil prever. Los rolezinhos pueden haber acabado esta semana, por ejemplo. Y los movimientos como los de junio no se han repetido con tanta intensidad y repercusi¨®n. Pero lo que los movimientos como estos garantizan es la posibilidad de crear tensi¨®n en la ocupaci¨®n de espacios urbanos, muy denegada hasta entonces.
Aqui no fue necesito la llegada de extranjeros para la expresi¨®n de las m¨¢s brutales formas de prejuicio, pues los extranjeros ¨¦ramos nosotros, los brasile?os que viven en Guaianazes, Cap?o Redondo, Graja¨², Cidade Ademar, Cidade Tiradentes, Vila Brasil?ndia...¡±
P. ?Por qu¨¦ este nombre, rolezinho? ?Y qu¨¦ significados tiene?
R. Rolezinho es un t¨¦rmino que est¨¢ directamente conectado a la idea de ocio. De salir a divertirse y sacar fruto a la ciudad. Los pichadores, con quienes realic¨¦ la pesquisa en el m¨¢ster, tambi¨¦n usan la idea de rol¨º (dar una vuelta) para referirse a sus grafitis. Con eso est¨¢n diciendo que pintar es dar vueltas para conocer y apropiarse de la ciudad. Parece que por este t¨¦rmino, indirectamente, podemos entender una reivindicaci¨®n del derecho de divertirse en la ciudad.
P. ?Divertirse en la ciudad no ser¨ªa un acto de insubordinaci¨®n para j¨®venes pobres y negros? ?Tal vez hasta el mayor acto de insubordinaci¨®n?
R. S¨ª, sobre todo en una sociedad en la que pobres y negros tienen que trabajar ¨C y solo trabajar ¨C sin reclamar. Recordemos que la polic¨ªa, a finales del r¨¦gimen militar, actuaba en las periferias abordando a los habitantes y pidi¨¦ndoles la identificaci¨®n profesional como prueba de que eran trabajadores y no vagabundos. Dedicados, por tanto, al trabajo y no a la diversi¨®n. Eso s¨ª, claro que estos j¨®venes no est¨¢n pensando exactamente en eso. Lo que quieren de verdad es divertirse.
P. ?C¨®mo entender este fen¨®meno, que es, a la vez, una?insubordinaci¨®n y una adhesi¨®n al sistema?
R.? Creo que la mejor palabra es paradoja. El funk da ostenta??o en S?o Paulo es parad¨®jico: no se le puede situar en un extremo o en otro dentro del modo tradicional de pensar la pol¨ªtica. ?Conservador o revolucionario? Ninguno de los dos, pero con la posibilidad de ser los dos a la vez.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentarista. Autora de los libros de no ficci¨®n A Vida Que Ningu¨¦m ve, O Olho da Rua y A Menina Quebrada y del romance Uma Dos. Email: elianebrum@uol.com.br . Twitter: @brumelianebrum
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