Los ¡®Snowden¡¯ que robaron al FBI en 1971
Emergen varios activistas que hace 43 a?os filtraron documentos secretos de EEUU
Cometer un crimen perfecto es mucho m¨¢s f¨¢cil cuando no hay nadie que vigile.
Por eso, una noche de hace casi 43 a?os, mientras Muhammad Ali y Joe Frazier se aporreaban durante 15 asaltos en una pelea por el t¨ªtulo mundial, retransmitida a millones de espectadores de todo el mundo, unos ladrones agarraron una ganz¨²a y una barra de hierro, entraron en una oficina del Federal Bureau of Investigation (FBI) a las afueras de Filadelfia y se llevaron pr¨¢cticamente todos los documentos que hab¨ªa all¨ª.
Nunca los capturaron, y los documentos robados que enviaron por correo de forma an¨®nima a varios peri¨®dicos fueron la primera gota de lo que iba a convertirse en una lluvia de revelaciones sobre las extensas actividades de espionaje y guerra sucia del FBI contra grupos disidentes.
El robo cometido en Media, Pennsylvania, el 8 de marzo de 1971, tiene resonancias hist¨®ricas que llegan hasta hoy, despu¨¦s de que las informaciones dadas a conocer por el excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) Edward J. Snowden hayan vuelto a dar una imagen nada favorable de las actividades de inteligencia del Gobierno y hayan abierto un debate nacional sobre los l¨ªmites de las operaciones de vigilancia del Ejecutivo. Hasta ahora, los ladrones se hab¨ªan mantenido en silencio sobre sus respectivos papeles en la operaci¨®n. Se conformaban con saber que sus acciones dieron el primer golpe importante a una instituci¨®n que hab¨ªa acumulado un poder y un prestigio inmensos durante el largo mandato de J. Edgar Hoover como director.
¡°Cuando se hablaba con alguien de fuera del movimiento sobre lo que estaba haciendo el FBI, nadie pod¨ªa cre¨¦rselo¡±, dice uno de los ladrones, Keith Forsyth, que por fin ha decidido reconocer su participaci¨®n. ¡°No hab¨ªa m¨¢s que una forma de convencer a la gente de que era verdad, y era obtener los documentos escritos de su pu?o y letra¡±.
A estas alturas, ya no es posible juzgar por lo sucedido aquella noche a Forsyth, de 63 a?os, ni a otros miembros del grupo, y ellos han aceptado ser entrevistados antes de que se publique esta semana el libro escrito por una de las primeras periodistas que recibi¨® los documentos robados. Betty Medsger, antigua redactora de The Washington Post, ha pasado a?os examinando el voluminoso expediente del FBI. sobre el caso y ha convencido a cinco de los ocho hombres y mujeres que participaron en el robo para que rompan su silencio.
A diferencia de Snowden, que descarg¨® cientos de miles de archivos digitales de la NSA. en discos duros, los ladrones de Media trabajaron con m¨¦todos del siglo XX: estudiaron la oficina del FBI durante meses, se pusieron guantes para meter los papeles en maletas y colocaron las maletas en los coches preparados para la huida. Al terminar, se dispersaron. Algunos siguieron comprometidos en la lucha contra la guerra, mientras que otros, como John y Bonnie Raines, decidieron que el peligroso robo iba a ser su ¨²ltimo acto de protesta contra la Guerra de Vietnam y otras acciones del gobierno y que quer¨ªan cambiar de vida.
¡°No necesit¨¢bamos llamar la atenci¨®n, porque hab¨ªamos hecho lo que hab¨ªa que hacer¡±, dice Raines, hoy de 80 a?os, que hab¨ªa dispuesto con su esposa que otros familiares criaran a los tres hijos en caso de que les enviaran a la c¨¢rcel. ¡°Los sesenta ya hab¨ªan quedado atr¨¢s. No ten¨ªamos por qu¨¦ aferrarnos a lo que hab¨ªamos hecho entonces¡±.
Un plan meticuloso
El robo fue idea de William C. Davidon, catedr¨¢tico de f¨ªsica en Haverford College y un personaje fijo en todas las protestas contra la guerra en Filadelfia, que, a principios de los setenta, era un foco candente del movimiento pacifista. Davidon se sent¨ªa frustrado por el hecho de que a?os y a?os de manifestaciones organizadas no parec¨ªan haber surtido un gran efecto.
En el verano de 1970, meses despu¨¦s de que el presidente Richard M. Nixon anunciara que Estados Unidos hab¨ªa invadido Camboya, Davidon empez¨® a formar un equipo con varios activistas cuyo compromiso y cuya discreci¨®n le inspiraban confianza.
El grupo --en un principio nueve, antes de que se retirase un miembro-- lleg¨® a la conclusi¨®n de que ser¨ªa demasiado arriesgado tratar de entrar en las oficinas del FBI. en el centro de Filadelfia, donde las medidas de seguridad eran estrictas. De modo que se decidieron por una oficina m¨¢s peque?a en Media, en un edificio de apartamentos situado enfrente de los juzgados del condado.
La decisi¨®n tambi¨¦n ten¨ªa sus riesgos: nadie sab¨ªa con seguridad si una oficina tan peque?a iba a tener documentos sobre las operaciones de vigilancia de los manifestantes contra la guerra, ni si saltar¨ªa alguna alarma en cuanto abrieran la puerta.
El grupo pas¨® meses vigilando el edificio, pasando por delante a todas horas del d¨ªa y de la noche, aprendi¨¦ndose de memoria las costumbres de sus residentes.
¡°Sab¨ªamos cu¨¢ndo volv¨ªan a casa del trabajo, cu¨¢ndo apagaban la luz, cu¨¢ndo se acostaban, cu¨¢ndo se despertaban por la ma?ana¡±, dice Raines, que era profesor de religi¨®n en Temple University por aquel entonces. ¡°Est¨¢bamos bastante seguros de conocer las actividades nocturnas en el edificio y alrededor de ¨¦l¡±.
Pero cuando el grupo se qued¨® tranquilo fue cuando Bonnie Raines entr¨® en la oficina y pudieron convencerse de que no ten¨ªa sistema de seguridad. Varias semanas antes del robo, Raines visit¨® la oficina haci¨¦ndose pasar por una alumna de Swarthmore College interesada en las oportunidades de empleo para las mujeres en el FBI.
El robo en s¨ª se desarroll¨® sin ning¨²n problema, salvo cuando Forsyth, el designado para forzar la cerradura, descubri¨® que el FBI hab¨ªa instalado en la puerta prevista un cierre que le era imposible abrir y tuvo que entrar por otra. El cierre de esta segunda puerta era un cerrojo sobre el picaporte que rompi¨® con la barra de hierro.
Despu¨¦s de meter los documentos en maletas, los ladrones se subieron a los coches que ten¨ªan preparados y se reunieron en una granja para examinar lo que hab¨ªan robado. Sintieron gran alivio al descubrir que la mayor parte consist¨ªa en s¨®lidas pruebas de que el FBI estaba espiando a grupos pol¨ªticos. Decidieron identificarse como la Comisi¨®n Ciudadana para Investigar al FBI y empezaron a enviar documentos escogidos a varios periodistas. Dos semanas despu¨¦s del robo, Betty Medsger escribi¨® el primer art¨ªculo basado en los documentos, despu¨¦s de que el gobierno de Nixon intentara sin ¨¦xito que el Post los devolviera.
Otros medios que tambi¨¦n hab¨ªan recibido papeles, entre ellos The New York Times, siguieron con sus propias informaciones.
El art¨ªculo de Medsger citaba el documento quiz¨¢ m¨¢s perjudicial de todos, un memor¨¢ndum de 1970 que permit¨ªa atisbar la obsesi¨®n de Hoover por cazar a los disidentes. En ¨¦l se instaba a los agentes a intensificar sus interrogatorios de activistas antib¨¦licos y miembros de grupos estudiantiles disidentes.
¡°Reforzar¨¢ la paranoia end¨¦mica de esos c¨ªrculos y convencer¨¢ a¨²n m¨¢s a todo el mundo de que hay un agente del FBI detr¨¢s de cada buz¨®n¡±, dec¨ªa el mensaje del cuartel general del F.B.I. Otro papel, firmado por el propio Hoover, revelaba una extensa operaci¨®n de vigilancia de grupos estudiantiles negros en los campus universitarios.
Ahora bien, el documento que m¨¢s habr¨ªa ayudado a controlar las operaciones de vigilancia interna del FBI era una nota interna, con fecha de 1968, que conten¨ªa una palabra misteriosa: Cointelpro.
Ni los ladrones ni los reporteros que recibieron los documentos entend¨ªan el significado del t¨¦rmino, y hubo que esperar a a?os m¨¢s tarde, cuando el periodista de NBC News Carl Stern obtuvo m¨¢s expedientes del FBI gracias a las obligaciones marcadas por la Ley de Libertad de Informaci¨®n, para que se perfilara qu¨¦ era Cointelpro, abreviatura de Counterintelligence Program.
Desde 1956, el FBI llevaba a cabo un programa exhaustivo de espionaje de l¨ªderes de los derechos civiles, organizadores pol¨ªticos y presuntos comunistas, y hab¨ªa intentado sembrar la desconfianza entre los distintos grupos de disidentes. Entre la siniestra lista de revelaciones se encontraba una carta con la que los agentes del F.B.I. hab¨ªan querido chantajear al reverendo Martin Luther King Jr., al que amenazaban con denunciar sus aventuras extramatrimoniales si no se suicidaba.
¡°No era solo que espiaran a ciudadanos estadounidenses¡±, dice Loch K. Johnson, catedr¨¢tico de asuntos p¨²blicos e internacionales en la Universidad de Georgia, que entonces era ayudante del senador dem¨®crata por Idaho Frank Church. ¡°El prop¨®sito de Cointelpro era destruir vidas y arruinar reputaciones¡±.
La investigaci¨®n llevada a cabo por el senador Church a mediados de los setenta puso permiti¨® saber m¨¢s sobre la extensi¨®n de los delitos cometidos por el FBI, y desemboc¨® en una mayor vigilancia por parte del Congreso de las actividades del FBI y otros servicios de inteligencia. El informe final del Comit¨¦ Church sobre las operaciones de vigilancia interna era muy directo. ¡°Demasiados organismos oficiales han espiado a demasiada gente, y se ha reunido demasiada informaci¨®n¡±, dec¨ªa.
Cuando el comit¨¦ public¨® su informe, Hoover ya hab¨ªa muerto y el imperio que hab¨ªa construido en el F.B.I. estaba desmantel¨¢ndose. Los 200 agentes que hab¨ªa asignado al caso del robo en Media volvieron casi con las manos vac¨ªas, y el FBI cerr¨® el caso el 11 de marzo de 1976, tres d¨ªas despu¨¦s de que prescribiera el delito de robo.
Michael P. Kortan, portavoz del F.B.I., dice que ¡°varios acontecimientos de esa era, incluido el robo en Media, contribuyeron a cambiar los m¨¦todos del F.B.I. para identificar y abordar las amenzas internas contra la seguridad y a que el Departamento de Justicia emprendiera una reforma de las pol¨ªticas y los m¨¦todos del F.B.I., y creara unas directrices de investigaci¨®n¡±.
Seg¨²n el libro de Medsger, The Burglary: The Discovery of J. Edgar Hoover's Secret FBI (El robo: el descubrimiento del FBI secreto de J. Edgar Hoover), solo uno de los ladrones figuraba en la lista definitiva de sospechosos que se manej¨® antes de dar el caso por cerrado.
Una retirada silenciosa
Los ocho ladrones apenas se comunicaron durante la investigaci¨®n del FBI y no volvieron a verse jam¨¢s en grupo.
Davidon muri¨® a finales del a?o pasado de Parkinson. Ten¨ªa pensado hablar p¨²blicamente sobre su papel en el robo, pero otros tres ladrones, en cambio, han preferido mantenerse en el anonimato.
Entre los que s¨ª han revelado sus nombres --Forsyth, los Raines y un hombre llamado Bob Williamson--, existe cierta preocupaci¨®n por c¨®mo se va a valorar su decisi¨®n.
Los a?os han moderado en parte las opiniones pol¨ªticas radicales de John y Bonnie Raines. Sin embargo, dicen que sienten cierta afinidad con Edward Snowden, cuyas revelaciones sobre el espionaje de la NSA. les parecen un final digno de sus propios descubrimientos de hace tanto tiempo.
Saben que algunas personas les criticar¨¢n por haber participado en algo as¨ª, que, si les hubieran capturado y condenado, habr¨ªan podido estar separados de sus hijos durante a?os. Pero insisten en que nunca se habr¨ªan unido al grupo de ladrones si no hubieran estado convencidos de que iban a librarse de la c¨¢rcel.
¡°Parece como si hubi¨¦ramos sido incre¨ªblemente osados¡±, dice Raines. ¡°Pero no hab¨ªa ni una sola persona en Washington --senadores, congresistas, ni siquiera el presidente-- que se atreviera a pedir cuentas a J. Edgar Hoover¡±.
¡°Ten¨ªamos muy claro --concluye-- que, si no lo hac¨ªamos nosotros, nadie m¨¢s lo iba a hacer¡±.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.