Los Hermanos Musulmanes vuelven del poder a la clandestinidad en Egipto
La aplastante victoria del s¨ª a la Constituci¨®n promovida por los militares de Egipto tras el golpe de Estado confina a los Hermanos Musulmanes al silencio
Ni siquiera hablar en la mezquita es ya seguro. Ashraf Ismail, ingeniero de 31 a?os, busca el refugio de una moderna cafeter¨ªa en el barrio de Maadi en El Cairo para hablar de su pertenencia, secreta pero m¨¢s inquebrantable que nunca, a la cofrad¨ªa de los Hermanos Musulmanes. El miedo, admite, lo siente a diario. Sobre todo porque tiene una hija de un a?o a la que no quisiera dejar sin padre. Pero la represi¨®n por parte del r¨¦gimen solo le ha dado m¨¢s determinaci¨®n. ¡°Somos parte de la hermandad porque creemos que nuestra fe, isl¨¢mica, debe guiar nuestras acciones, tambi¨¦n en la esfera p¨²blica¡±, dice. ¡°Queda claro que hemos fallado, y es hora de buscar otros medios¡±.
As¨ª llega Egipto al tercer aniversario del inicio de la revuelta popular, recordada en las calles de forma gloriosa como la revoluci¨®n del 25 de enero, cuando las protestas hicieron a Hosni Mubarak caer, tras 30 a?os en el poder. Entonces, por 18 meses, los generales tomaron el poder, para entregarlo, tras elecciones libres, a los Hermanos Musulmanes. Gente como Ismail abandon¨® la clandestinidad para encontrar una nueva libertad que ser¨ªa ef¨ªmera. Egipto no estaba preparado para ver en el poder a un grupo islamista, aunque fuera moderado como la hermandad. Hoy se les llama, de nuevo, terroristas.
Un golpe de Estado en julio, seguido de una purga que ha provocado cientos de muertes, acab¨® con el gobierno de Mohamed Morsi. Para dotarse de un aire de legitimidad, el nuevo r¨¦gimen, amparado por los militares, ha convocado una serie de consultas, como el referendo constitucional del martes y mi¨¦rcoles pasados que, seg¨²n los resultados anunciados ayer, se aprob¨® con un arrollador 98,1% de votos favorables, y un 38,6% de participaci¨®n, suficiente para que los generales interpreten que tienen un mandato popular para seguir adelante con su hoja de ruta. Lo siguiente ser¨¢n elecciones presidenciales. El general Abdel Fatah al Sisi, ejecutor del golpe, sopesa presentarse.
Los Hermanos Musulmanes tienen a su c¨²pula en prisi¨®n. El mes pasado el Gobierno interino los design¨® ¡°organizaci¨®n terrorista armada¡±. ¡°?Qu¨¦ mas da? Ya nos mataban antes de declararnos grupo terrorista¡±, dice Ismail. Los medios a los que recurre la cofrad¨ªa son, de momento, pac¨ªficos. Pero sus miembros suelen recordar que en Egipto ¡°hay otros grupos¡±. Se refieren a las milicias yihadistas que operan en la pen¨ªnsula del Sina¨ª, versadas en ataques contra los militares, y a c¨¦lulas radicales que han atacado con explosivos zonas urbanas.
En las calles de Egipto, por muy alto que los partidarios del golpe griten consignas y traten de convencerse de que la deposici¨®n de Morsi ¡°no fue un golpe¡±, hay algo evidente: se podr¨¢ silenciar, pero no erradicar a una agrupaci¨®n muy bien organizada y acostumbrada a la clandestinidad, reprimida durante medio siglo. La clandestinidad es su medio natural. Debido a ese secretismo que enerva a sus oponentes no hay un censo claro de hermanos musulmanes. Actuales miembros como Ismail explican que ellos y sus simpatizantes votaron al entonces desconocido Morsi en la primera ronda de presidenciales en 2012. Ser¨ªan pues unos 5,7 millones en un pa¨ªs de 80 millones.
A la revuelta de 2011 le han sucedido tres a?os convulsos con cinco elecciones que en su mayor¨ªa gan¨® la Hermandad. ¡°Creo que el pa¨ªs no estaba preparado pol¨ªticamente para un cambio tan s¨²bito¡±, dice hoy Hisham Kassem, activista que asisti¨® a la hermandad en los a?os noventa frente a una campa?a de represi¨®n del r¨¦gimen de Mubarak y hoy es muy cr¨ªtico con ella. ¡°Es l¨®gico que se beneficiaran los Hermanos Musulmanes. Su base y organizaci¨®n son fuertes. El problema es la sorpresa que dieron al llegar al poder, mostrando su cara m¨¢s fea. Se revelaron como una secta supremacista y radicalmente religiosa, tratando de controlar al poder judicial, a la polic¨ªa y a las autoridades religiosas¡±.
Es una opini¨®n muy extendida ahora, que casa con la decisi¨®n de declarar a la cofrad¨ªa, nacida en Egipto en 1928, organizaci¨®n terrorista. A Morsi, detenido, se le juzga en varias causas, entre ellas las de conspirar con grupos extranjeros, como Ham¨¢s o Hezbol¨¢, para avanzar el islamismo. ?l y su gobierno han quedado retratados en el imaginario del pa¨ªs como unos enemigos de la seguridad nacional cuyos errores ¡ªy cometieron muchos¡ª obedecieron a mala fe. ¡°Nos dirig¨ªamos a un imperio isl¨¢mico, es lo que Morsi buscaba¡±, dec¨ªa tras votar en el referendo Nadiman Mohamed Al¨ª, una joven de 30 a?os de El Cairo. ¡°No consideraban Egipto m¨¢s que como parte de un gran califato¡±.
Pocos en Egipto consideran abiertamente la deposici¨®n a la fuerza del primer gobierno elegido democr¨¢ticamente como un golpe de Estado. El nuevo r¨¦gimen y sus medios afines, que son pr¨¢cticamente todos, lo han bautizado como la nueva revoluci¨®n del 30 de junio. La luz al final del t¨²nel excavado por los militares es el rosario de elecciones que se celebra ahora. Primero, la consulta constitucional de esta semana. Luego las presidenciales. Finalmente, los comicios legislativos, para dotar al nuevo sistema de un parlamento que al menos aporte un marchamo de pluralidad ahora ausente.
Y los que se opongan, lo hacen por su cuenta y riesgo. Tres a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de Mubarak, vuelve a estar proscrita la disensi¨®n. La veterana comentarista Shahira Amin lo sabe bien. Trabajaba en la televisi¨®n estatal y dimiti¨® en febrero de 2011 por la cobertura que esta daba a la revuelta contra Mubarak. Hoy los medios oficiales la acusan de ser una esp¨ªa extranjera por oponerse a los generales. ¡°Hemos vuelto a aquellos a?os en los que uno no pod¨ªa criticar al Gobierno¡±, dice. ¡°Me siento como si Mubarak se hubiera restituido, o peor, hubiera vuelto con m¨¢s fuerza y represi¨®n¡±.
Mubarak de hecho est¨¢ bien y en su casa, bajo arresto domiciliario, con algunas causas pendientes. Incluso pidi¨® votar en el referendo constitucional de esta semana. La nueva carta magna hace perdurar parte de su legado: el del silenciamiento del islamismo, pues proh¨ªbe los partidos religiosos, un intento de golpe de gracia contra la hermandad. Sin embargo, si tres d¨¦cadas de Mubarak demostraron algo es que esa pol¨ªtica de represi¨®n solo hace a los islamistas m¨¢s fuertes.
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