46 d¨ªas de torturas en el desierto
Benyam¨ªn, un adolescente et¨ªope, relata su cautiverio con una de las s¨¢dicas bandas del Sina¨ª Miles de subsaharianos son asesinados cada a?o con extrema crueldad

La pen¨ªnsula del Sina¨ª es un territorio de resonancias b¨ªblicas. Considerado santo para las tres grandes religiones monote¨ªstas, all¨ª fue donde Mois¨¦s recibi¨® de Dios la tabla de los Diez Mandamientos. Sin embargo, para miles de refugiados e inmigrantes del Cuerno de ?frica, el Sina¨ª es sin¨®nimo de un infierno de torturas, mutilaciones y, en muchos casos, muerte. Seg¨²n un reciente estudio de la Universidad holandesa de Tilburgo, en los ¨²ltimos cuatro a?os, entre 25.000 y 30.000 personas han sido v¨ªctimas de las mafias que trafican con personas en el Sina¨ª. De ellas, entre 5.000 y 10.000 han muerto. Una de las crisis humanas ¡°m¨¢s ignoradas¡± del mundo, dice la ONU.
Territorio des¨¦rtico y remoto, el Estado egipcio posee un tenue control sobre el Sina¨ª, que se ha convertido estos ¨²ltimos a?os en una base de operaciones para grupos yihadistas, y tambi¨¦n para mafias diversas que trafican con ¨®rganos, personas, drogas y armas. Estos grupos descubrieron una cruel forma para multiplicar sus ganancias: comprar refugiados et¨ªopes o eritreos ¡°cazados¡± por la mafia sudanesa de los rashaida y torturarlos brutalmente para forzar a sus familiares a pagar un rescate.
Lo peor eran las palizas diarias. Prefer¨ªa las descargas el¨¦ctricas. Las toleraba mejor", relata el traumatizado joven
Benyam¨ªn (nombre ficticio), un adolescente et¨ªope que pudo escapar milagrosamente de su mazmorra, es uno de ellos. La historia de este chico enjuto y de mirada huidiza es especialmente dram¨¢tica por ser menor de edad, y porque su pesadilla empez¨® ya en su propio pa¨ªs. A los 15 a?os fue arrestado y torturado para que delatara a los camaradas de su padre, asesinado por su condici¨®n de opositor al r¨¦gimen. En una sesi¨®n de palizas perdi¨® el conocimiento y se despert¨® en un hospital. Huy¨® por la ventana del ba?o y se encamin¨® hacia Sud¨¢n.
Despu¨¦s de cruzar la frontera con el pa¨ªs ¨¢rabe, un hombre se ofreci¨® a llevarlo al campamento de refugiados de Shagarab. Era un polic¨ªa que, sin embargo, lo entreg¨® a un grupo de hombres armados, que lo encadenaron de pies y manos y lo encerraron en un recinto con tres docenas de captivos originarios de Eritrea y Etiop¨ªa. ¡°En muchas ocasiones son los propios polic¨ªas y militares sudaneses quienes secuestran y venden a los refugiados. En el tr¨¢fico tambi¨¦n est¨¢n implicados eritreos y et¨ªopes. De hecho, algunas abducciones se han producido ya en Etiop¨ªa¡±, explica Stefanie Ruehl, una investigadora alemana residente en Egipto que colabor¨® con el estudio de la Universidad de Tilburgo, publicado en diciembre.
Tras algunos d¨ªas de cautiverio, los llevaron en camionetas por el desierto hasta llegar a un barco. Surcaban el Nilo. ¡°El viaje dur¨® varios d¨ªas. No nos dieron agua y solo alg¨²n mendrugo de pan. Ten¨ªamos tanta sed que beb¨ªamos la orina que goteaba del piso de arriba, donde hab¨ªan puesto a las mujeres del grupo, a las que violaban¡±, evoca el chico. Seg¨²n el estudio, los encargados de transportar los secuestrados al Sina¨ª pertenecen a la temida tribu de los rashaida, un clan mafioso que controla el tr¨¢fico de armas, drogas y personas en Sud¨¢n.
Una vez en el Sina¨ª, los separaron por nacionalidades y los metieron en dos grandes habitaciones cubiertas por un techo uralita. Entonces empez¨® la peor etapa del calvario. ¡°Nos dijeron que nuestras familias les deb¨ªan abonar 24.000 euros a cambio de la liberaci¨®n. Si no pagaban, nos sacar¨ªan los ¨®rganos y los vender¨ªan. Estaba aterrorizado¡±, explica Benyam¨ªn con una voz temblorosa, apenas audible. En los casos de personas con familiares emigrados a Occidente, el rescate puede ascender hasta los 40.000 euros.
Los traficantes les dejaban tel¨¦fonos m¨®viles para que contactaran con sus respectivas familias y amigos. A menudo las llamadas se producen en plena sesi¨®n de tortura, y as¨ª aumentan la presi¨®n a las familias. Con su madre en la c¨¢rcel, o quiz¨¢ tambi¨¦n muerta, Benyam¨ªn llam¨® a su t¨ªa, pero no contest¨®. No ten¨ªa a nadie que le pudiera ayudar. ¡°En la mayor¨ªa de casos se trata de familias muy pobres. No les queda m¨¢s remedio que vender sus tierras, hacer recolectas en sus aldeas o recurrir a las iglesias. Pocas veces pueden reunir el dinero. Y cuando lo hacen, es habitual que los secuestradores les pidan una suma adicional¡±, asevera Ruehl.
¡°Lo peor eran las palizas. Prefer¨ªa las descargas el¨¦ctricas. Las toleraba mejor¡±, apunta. Las sesiones de tortura eran diarias, y los perpetradores, cinco o seis. Al menos uno era et¨ªope o eritreo y hac¨ªa de traductor. El resto, probablemente, beduinos de la zona. El cat¨¢logo de torturas de los traficantes da fe del inaudito grado de sadismo al que puede llegar el ser humano. Seg¨²n el informe citado anteriormente, las torturas incluyen mutilaciones, quemaduras provocadas por pl¨¢stico fundido sobre la piel, palizas mientras las v¨ªctimas est¨¢n colgadas del techo y humillaciones sexuales como forzarlas a violarse entre ellas.
Otra de maltrato era la privaci¨®n de comida, agua o cualquier tratamiento m¨¦dico. ¡°En la habitaci¨®n hab¨ªa un bid¨®n donde nos hac¨ªan orinar. Luego nos forzaban a beber el or¨ªn. Era tan asqueroso que el est¨®mago no podr¨ªa retenerlo y vomitaba. Entonces me obligaban a comer el v¨®mito. Una vez tambi¨¦n me obligaron a lamer la sangre de un cad¨¢ver¡±, rememora el traumatizado adolescente.
Las torturas psicol¨®gicas tambi¨¦n son extremadamente crueles. Por ejemplo, tirar los cuerpos de los confinados que han muerto a los perros, que los descuartizan frente a sus compa?eros de penurias. En el caso de Benyam¨ªn utilizaron su profunda devoci¨®n religiosa: ¡°Al ver que llevaba un collar con la cruz, me ordenaron que quemara una Biblia. Al principio me negu¨¦, pero las palizas eran tan duras que lo acab¨¦ haciendo¡±. Cree que sus peri¨®dicas plegarias le dieron la fuerza suficiente para poder sobrevivir a un calvario que termin¨® de forma milagrosa.
¡°Al despertarnos el d¨ªa 46 de cautiverio, vimos que no hab¨ªa ning¨²n traficante vigil¨¢ndonos. Nos vieron tan d¨¦biles que se confiaron. La puerta estaba abierta, y el manojo de llaves, en el suelo. Uno pudo cogerlo, y cada uno fue abriendo el candado de sus cadenas¡±, narra el chico. Salieron del recinto y caminaron media hora, hasta encontrar una camioneta conducida por un barbudo. El jeque Mohamed les llev¨® a su mezquita, les proporcion¨® comida y primeros auxilios m¨¦dicos. Unos d¨ªas despu¨¦s, gracias a ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, ya ten¨ªan la ¡°tarjeta amarilla¡± que les acredita oficialmente como refugiados.
Antes de que Israel edificara un muro en su frontera con Egipto, muchas v¨ªctimas consegu¨ªan cruzar al Estado hebreo. Ahora son arrestadas por las autoridades egipcias y deportadas a sus pa¨ªses de origen, o bien se quedan en El Cairo viviendo como refugiados. Actualmente, Benyam¨ªn comparte piso con otras v¨ªctimas. Vive gracias a las 400 libras mensuales (unos 50 euros) que le concede C¨¢ritas. Sin embargo, su pesadilla a¨²n no ha terminado. ¡°Los traficantes nos llaman al m¨®vil y nos acosan. Alguien de la comunidad eritrea se ha chivado sobre nuestro paradero. Nos vinieron a buscar al apartamento, por lo que tenemos que ir cambiando de vivienda¡±, cuenta apesadumbrado.
¡°La polic¨ªa egipcia no ha hecho nada para acabar con este problema a pesar de que tenemos identificados a los culpables. No sabemos si no es una prioridad o est¨¢n untados por la mafia¡±, denuncia Ruehl. Se estima que el lucrativo negocio del tr¨¢fico de personas en la regi¨®n ascendi¨® a unos 450 millones de euros entre 2009 y 2013. ¡°En la actual campa?a antiterrorista en el Sina¨ª, el Ej¨¦rcito ha destruido algunas de las casas de torturas, pero no ha detenido a ninguno de los responsables¡±, asegura Ahmed Abu Draa, un conocido periodista egipcio con base en la pen¨ªnsula que ha escrito varios reportajes sobre el tema.
Sin familia ni un pa¨ªs al que poder regresar, Benyam¨ªn no es capaz de imaginar un futuro mejor. Su ¨²nica demanda es simple: ¡°Solo quiero poder vivir sin miedo¡±.
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