Tunecinos y espa?oles
No basta con alcanzar la libertad. Hay que asegurarla y organizarla. Esta segunda tarea, tan o m¨¢s dif¨ªcil que la primera, requiere de una constituci¨®n, el marco legal que incluya a todos los que la han obtenido e incluso a quienes la combatieron y est¨¢n dispuestos luego a aceptarla.
Para constituirse en una sociedad pol¨ªtica libre hay que hacer dos cosas, ambas dif¨ªciles: alcanzar la libertad y luego organizar s¨®lidamente su ejercicio. Las coaliciones para romper con las dictaduras suelen ser extensas y relativamente f¨¢ciles de armar. M¨¢s dif¨ªcil es convertirlas luego en la base ancha y estable de un consenso constitucional en el que todos quepan y que pueda superar las pruebas del tiempo.
Cuando todos ceden, como han hecho los tunecinos, todos tambi¨¦n ganan. Ceder no quiere decir renunciar a las propias ideas, sino aplazar la confrontaci¨®n o someterla a otros ritmos, transacciones o arbitrajes. La nueva constituci¨®n tunecina, aprobada por una holgad¨ªsima mayor¨ªa cualificada parlamentaria, ofrece un lugar preeminente al islam, pero a la vez defiende los principios de la laicidad. Cuando no haya acuerdo, que no lo habr¨¢ en alg¨²n momento, decidir¨¢ el Tribunal Constitucional.
Tres a?os ha tardado en llegar, pero el resultado es ejemplar, sobre todo para quienes todav¨ªa pugnan por la libertad en el mundo ¨¢rabe, a los que ofrece un espejo donde mirarse. Establece una rep¨²blica presidencialista inspirada en el modelo franc¨¦s, pero equilibrada con una cierta bicefalia en la c¨²pula del Estado y una fuerte divisi¨®n de poderes. Pocas constituciones en el mundo protegen los derechos de la mujer y ninguna en el mundo ¨¢rabe la libertad religiosa como lo hace la tunecina.
Para que las constituciones duren hay que echar primero unos buenos cimientos, como han hecho los tunecinos; luego hay que cuidarlas. Quiz¨¢s los tunecinos han encontrado alguna inspiraci¨®n en la Constituci¨®n Espa?ola, cuando los espa?oles alcanzamos y constituimos una libertad que inclu¨ªa a todos. En el futuro tambi¨¦n debieran buscar inspiraci¨®n en nuestro contraejemplo, cuando aqu¨ª hemos dejado de cuidarla y cultivado el disenso y la polarizaci¨®n en vez de ir renovando y refrescando aquel pacto constitucional que proporcion¨® al mundo una sorpresa similar a la que est¨¢n dando ahora los tunecinos.
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