Suiza reaviva viejos temores en la UE
Bruselas advierte de los riesgos que afronta el principio b¨¢sico de la libre circulaci¨®n
Suiza como se?al de alerta. El s¨ª en el refer¨¦ndum para establecer cuotas a la llegada de inmigrantes reaviva temores latentes en Europa: el desasosiego que va dejando la crisis en el estado de ¨¢nimo de los europeos ha dejado ya alg¨²n rasgu?o en uno de los pilares fundamentales de la Uni¨®n, la libre circulaci¨®n de personas. Suiza cristaliza el malestar que se ven¨ªa gestando en el coraz¨®n de la UE, con actitudes hostiles a la libre movilidad en Reino Unido, Holanda, Francia e incluso Alemania: la flor y nata del proyecto europeo. Bruselas teme r¨¦plicas de la actitud suiza en medio de una crisis de gran calibre que est¨¢ diezmando el contrato social de las ¨²ltimas d¨¦cadas, el Estado del bienestar. El peligro est¨¢ ah¨ª. Y aun as¨ª las fuentes consultadas consideran improbable que los socios europeos se atrevan a aprobar nuevas medidas que supongan, de alg¨²n modo, volver a las viejas fronteras, pese al ascenso de los partidos populistas y de su influencia en la agenda pol¨ªtica.
¡°No vamos a negociar la libre circulaci¨®n de personas¡±, dijo anteayer Jos¨¦ Manuel Barroso, el presidente de la Comisi¨®n Europea, en un mensaje telegrafiado para Suiza. Y para Londres: Barroso dio un discurso en la London School of Economics que funcion¨® como aviso a navegantes. ¡°Las normas no van a cambiar¡±, advirti¨® ante la tentaci¨®n del primer ministro de Reino Unido, David Cameron, que lleva meses explicando que le gustar¨ªa frenar la llegada de inmigrantes europeos con la coartada de que abusan de las prestaciones sociales sin dar contrapartidas a cambio. Los datos de Bruselas demuestran que ese es un mito tan poderoso como falso: la imagen de un desempleado con pasaporte de un pa¨ªs del Este afincado en Londres o ?msterdam que frecuenta el sistema de salud sin aportar nada a cambio se est¨¢ instalando en la mente de muchos europeos como ejemplo indeseado de integraci¨®n comunitaria, pero es un espejismo, un clich¨¦ adulterado. Las cifras han propinado un duro rev¨¦s a Cameron y a otros l¨ªderes continentales, que vaticinaban un alud de inmigrantes b¨²lgaros y rumanos a partir del 1 de enero, cuando acababan las restricciones temporales que limitaban la entrada en algunos mercados de trabajo.
El umbral de saturaci¨®n
El sueco Assar Lindbeck les llamaba los riesgos morales del Estado del bienestar: por ejemplo, crecimientos fulgurantes de las incapacidades laborales transitorias cuando las selecciones nacionales de f¨²tbol juegan los tramos finales de las Copas del Mundo. Hay pr¨¢cticas abusivas que son end¨®genas al funcionamiento del Estado del bienestar, pero a pesar de la propaganda de algunos patronos esas situaciones no son, ni mucho menos, generalizadas. Tambi¨¦n el debate sobre la inmigraci¨®n est¨¢ trufado de paradojas: los pa¨ªses que m¨¢s se quejan son los que menos motivos tienen. Los cantones suizos menos favorables a imponer cuotas en el refer¨¦ndum suizo fueron precisamente los que tienen m¨¢s inmigrantes.
En la UE sucede algo parecido: los b¨²lgaros y rumanos que han emigrado a Reino Unido, Alemania, Francia y Holanda, sumados, no son ni la mitad de los que ha acogido Espa?a, seg¨²n los datos de la UE. Ni en Espa?a ni en Italia, pa¨ªses que albergan ¡ªcada uno¡ª a m¨¢s de un mill¨®n de rumanos y b¨²lgaros, se han o¨ªdo voces cr¨ªticas. En Reino Unido suman 149.000; en Alemania, 272.000; en Francia, 91.000, y en Holanda no llegan a 26.000. Naciones Unidas calcula que existen 214 millones de emigrantes en el mundo, una cifra que ha crecido el 37% en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas: en ese periodo, los n¨²meros han crecido un 40% en Europa y un 80% en Norteam¨¦rica. Pero esa revoluci¨®n de la movilidad est¨¢ cargada de contradicciones: los pa¨ªses occidentales, con pir¨¢mides demogr¨¢ficas muy castigadas, necesitan como agua de mayo la llegada de inmigrantes, pero a la vez, con la crisis econ¨®mica, la ciudadan¨ªa observa con un cierto temor esa llegada: todas las sociedades tienen un umbral de saturaci¨®n, una capacidad limitada de absorci¨®n de inmigrantes.
Ese alud no se produjo. Pero es el ¨²ltimo ejemplo de un chivo expiatorio mutante. Para los nazis eran los jud¨ªos, los gitanos, los homosexuales. En los sesenta una parte de Europa culpaba a los inmigrantes del desempleo y el alza de la delincuencia. Despu¨¦s de los atentados a las Torres Gemelas, los musulmanes se convirtieron en el enemigo para muchos, no solo en EE UU. El estallido de la Gran Recesi¨®n ten¨ªa que transformarse tarde o temprano en otro cap¨ªtulo de esa vieja historia: en 2011, el Gobierno dan¨¦s restableci¨® de buenas a primeras los controles fronterizos con Alemania, y el franc¨¦s Nicolas Sarkozy, que boqueaba en plena campa?a electoral, se quej¨® de que una presunta masa de inmigrantes invad¨ªa Francia. Aunque se trataba de maniobras electoralistas ¡ªcomo lo son ahora¡ª, de repente los ministros del Interior se pusieron a negociar, sin datos reales, el restablecimiento de los controles fronterizos. Al final todo qued¨® en agua de borrajas, pero ese debate dej¨® un poso que va aumentando a medida que la crisis se alarga. El refer¨¦ndum de Suiza y la pr¨®xima respuesta europea a ese desaf¨ªo se antoja fundamental para detener (o no) el intento de deconstrucci¨®n del proyecto europeo.
¡°La Comisi¨®n est¨¢ obligada a buscar un equilibrio complicado: debe dar una respuesta rotunda a Suiza, pero a la vez no puede ser ni tan dura como para alimentar el victimismo de un pa¨ªs que est¨¢ en medio de la UE, ni tan blanda como para permitir que Londres y otras capitales piensen que es gratis tomar medidas que van contra el esp¨ªritu y las normas m¨¢s sagradas de la UE¡±, indica una alta fuente comunitaria.
Un diplom¨¢tico europeo considera que la salida por peteneras de Suiza exige una respuesta pol¨ªtica a la altura: ¡°Ese tipo de medidas demuestra que lo que de veras est¨¢ en crisis en Europa es la solidaridad. Pero no se puede olvidar que es fruto de una decisi¨®n democr¨¢tica, y requiere pragmatismo: quedan tres a?os para que ese voto se transforme en legislaci¨®n. Hay que hilar fino, esperar y ver en qu¨¦ se traduce, sin obviar una se?al clara que indique a todos los pa¨ªses que la libre circulaci¨®n es innegociable: sin ella, el proyecto se viene abajo¡±.
El debate sobre los mal llamados abusos en la libre circulaci¨®n est¨¢ plagado de prejuicios sin respaldo estad¨ªstico. Las migraciones de europeos dentro del club comunitario son hoy inferiores a la ¨¦poca de bonanza econ¨®mica; as¨ª lo asegura la Comisi¨®n en un informe sobre movilidad interior presentado esta semana. Apenas el 2,8% de la poblaci¨®n europea ¡ª14 millones de personas¡ª vive en otro pa¨ªs miembro. La supuesta marea se vuelve a¨²n m¨¢s insignificante al bajar al detalle de cu¨¢ntos son los potenciales abusadores de Estados de bienestar maduros como los de Reino Unido. Si se a¨ªsla lo que la Comisi¨®n llama inactivos (parados y sus familiares, estudiantes, pensionistas, discapacitados y otros ciudadanos que no trabajan), el peso sobre el total de la poblaci¨®n europea se mueve entre el 0,7% y el 1%, seg¨²n un estudio presentado a final de 2013. Los inactivos de otros pa¨ªses comunitarios representan entre el 1% y el 5% de los beneficiarios de las ayudas. Nada que pueda hacer temblar las arcas p¨²blicas de ning¨²n pa¨ªs.
Lo que s¨ª concede la Comisi¨®n es que los flujos intracomunitarios est¨¢n aumentando muy r¨¢pidamente desde que comenz¨® la parte m¨¢s cruda de la crisis y que, adem¨¢s, las cifras pueden estar infravaloradas. Bruselas reconoce que los problemas no son iguales en todos los pa¨ªses y que hay Estados (y sobre todo regiones concretas) que sufren la presi¨®n con m¨¢s intensidad. Pero eso no justifica que se quiera dinamitar uno de los mayores logros de la Uni¨®n.
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