El teorema de Ceuta
Las opiniones p¨²blicas europeas son reticentes a la solidaridad con los condenados de la tierra
Queda pues establecido que se puede disparar contra los clandestinos con balas de goma o reales, pero en este caso mortales, sin que ello entra?e consecuencias para los responsables de los tiros. Est¨¢ demostrado que el Gobierno espa?ol, ignorando los valores europeos que pretende defender, trata de disimular esta infamia y de borrar lo m¨¢s r¨¢pido posible las huellas. Desgraciadamente es probable que la Uni¨®n Europea, tras m¨²ltiples asaltos de indignaci¨®n y de c¨®lera, termine por archivar, en virtud de la presi¨®n migratoria, el dossier de los asesinados en Ceuta, al igual que hizo con los de Lampedusa y otros cientos de tragedias id¨¦nticas. Todo transcurre como si estos dramas conformaran una telenovela familiar, bien rodada, de desenlace predecible: la prensa se apodera de ella, hace su trabajo de informaci¨®n y despu¨¦s,¡ se esperan las siguientes secuencias. En materia de inmigraci¨®n ilegal, no hay inocentes, tan solo culpables. Estas decenas de miles de subsaharianos, estas mujeres y estos ni?os que huyen de las guerras civiles y el hambre en ?frica, estos trabajadores venidos del Este, son culpables desde que se presentan en nuestras fronteras. Pero la verdad es que su situaci¨®n manifiesta de forma cruel la violencia de las relaciones sociales de nuestra ¨¦poca. En toda Europa, el sentimiento de la fortaleza sitiada se convierte en un prejuicio com¨²n, reforzado por los efectos de la crisis econ¨®mica, del desempleo, de la desesperanza social. Las opiniones p¨²blicas europeas, si condenan los ataques a los derechos humanos, son, de hecho, cada vez m¨¢s reticentes a manifestar su solidaridad con los condenados de la tierra. Es este el sentimiento en el que se apoyan los pol¨ªticos, los polic¨ªas, los administradores de la represi¨®n profesional, para violar con total impunidad los principios m¨¢s elementales de la humanidad. El derecho m¨¢s antiguo que existe sobre la tierra ¡ªno se recuerda lo suficiente¡ª y que caracteriza a todas las comunidades organizadas y en paz es el derecho de asilo. Ahora bien, es a este derecho al que se da jaque en nuestra Europa civilizada, tan pronta, por otro lado, a sublevarse ante las masacres de Kiev, en Ucrania, o de Alepo, en Siria. El teorema aplicado por la Guardia Civil en Ceuta introduce, sin embargo, un salto cualitativo en la apreciaci¨®n moral del derecho de asilo: no solo no lo reconocemos ya, sino que nos arrogamos el privilegio de suprimir al que lo demanda. Tal actitud no puede ser decisi¨®n del polic¨ªa de turno; la orden llega desde lo alto de la jerarqu¨ªa policial, y pretende servir de ejemplo para los candidatos a la inmigraci¨®n clandestina. Sangriento. Resulta, efectivamente, una forma radical de resolver el problema.
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