Sinaloa sin El Se?or
Viaje a la cuna del ca¨ªdo ¡®Chapo¡¯ Guzm¨¢n, la tierra donde los narcos son mitos
Palacio Municipal de Badiraguato, Sinaloa. El alcalde Mario Alfonso Valenzuela, guayabera rosa, reloj corpulento, hace pasar a los visitantes. En ese preciso instante, como si alguien estuviera al tanto de los movimientos de los extra?os, recibe una llamada de tel¨¦fono que viene de arriba, de la monta?a, de un pueblecito de la sierra llamado La Tuna, donde naci¨® en una fecha incierta entre 1954 y 1957 el narcotraficante m¨¢s poderoso de M¨¦xico, Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, El Chapo.
?¡ª Ahora van a tener visita, aprovecha el alcalde para advertir de la llegada de los periodistas.
Al otro lado de la l¨ªnea est¨¢ el representante municipal de La Tuna; ¡°el s¨ªndico¡±, como llaman a los enlaces del Ayuntamiento en los apartados ranchos de la monta?a.
¡ª Es por el tema del se?or, precisa Valenzuela.
En Badiraguato, en La Tuna, en toda la sierra, a Guzm¨¢n, detenido el 22 de febrero en un hotel de playa situado a m¨¢s de 300 kil¨®metros de aqu¨ª, le llaman simplemente El Se?or.
¡ª Cuida muy bien a la se?ora ¡ªcontin¨²a el alcalde en voz bien alta para que el mensaje quede claro a todo el mundo¡ª. Que no vean a do?a Consuelo, no tiene caso meterla en este circo.
Valenzuela cuelga y explica por qu¨¦ nadie que suba a La Tuna debe molestarla: ¡°Padece la presi¨®n, le peg¨® duro la detenci¨®n a la madre; a la madre de El Chapo¡±.
La sucesi¨®n de El Chapo
La ca¨ªda de El Chapo Guzm¨¢n ha abierto un proceso de sucesi¨®n en el cartel de Sinaloa en el que sus lugartenientes, Juan Jos¨¦ Esparragoza, El Azul, e Ismael El Mayo Zambada, son los que m¨¢s posibilidades tienen de hacerse con la herencia.
El Azul es un hombre discreto, con fama de mu?idor de pactos. Lleva d¨¦cadas en el narcotr¨¢fico y cumpli¨® siete a?os de condena por delitos contra la salud entre 1986 y 1993. Su apodo se refiere al color de su piel, tan moreno que parece azul. Hijo de un ganadero, entr¨® en la d¨¦cada de los setenta en la Direcci¨®n Federal de Seguridad. Esta agencia estaba infiltrada hasta el tu¨¦tano por Miguel ?ngel F¨¦lix Gallardo, que percibi¨® el potencial de El Azul y lo atrajo hacia el narco. Cuando lo metieron en la c¨¢rcel, en 1986, pas¨® un test psicol¨®gico que desvel¨® trazos de una personalidad hipocondr¨ªaca, ansiosa por los detalles, poco tolerante a la frustraci¨®n y al aburrimiento.
El Mayo lleva medio siglo en el negocio sin haber sido arrestado. Dos de sus hijos han sido detenidos y permanecen encarcelados en Estados Unidos. En una entrevista de 2010 de Julio Scherer, decano del periodismo de investigaci¨®n mexicano, el reportero le pregunt¨® si cre¨ªa que alg¨²n d¨ªa lo atrapar¨ªan. ¡°En cualquier momento¡±, respondi¨® Zambada. ¡°O nunca¡±. El Mayo fue un contacto clave del narco sinaloense con los proveedores colombianos de coca¨ªna a finales de los ochenta. Zambada ten¨ªa hilo directo con Gonzalo Rodr¨ªguez Gacha, n¨²mero dos de Pablo Escobar, l¨ªder del cartel de Medell¨ªn.
El vac¨ªo que deja el Chapo tambi¨¦n podr¨ªa ser cubierto por la siguiente generaci¨®n de narcotraficantes, hijos de El Chapo y El Mayo. A diferencia de sus padres, usan las redes sociales para contar su vida de excesos. En Sinaloa tambi¨¦n suena como posible sucesor un joven llamado D¨¢maso L¨®pez J¨²nior, hijo de D¨¢maso L¨®pez N¨²?ez, El Licenciado, un alto cargo del sistema penitenciario de la c¨¢rcel de la que se fug¨® El Chapo en 2001. A su v¨¢stago le apodan Minilic.
Arriba en la monta?a, despu¨¦s de unos 70 kil¨®metros de recorrido, pasadas tres horas de trompicones en todoterreno y con m¨¢s de 20 kil¨®metros finales de camino de tierra y de piedras, de curvas y de polvo y de vegetaci¨®n seca, pasada tambi¨¦n una pista de tierra acondicionada para que aterricen avionetas en medio de la monta?a, al fondo en una ladera aparece La Tuna, y lo que m¨¢s se ve desde lejos, aquel fort¨ªn de muros pintados de rojo, es la casa de Mar¨ªa Consuelo Loera P¨¦rez.
Por la cuesta de entrada a La Tuna bajan tres muchachos en moto. Todo el camino de subida a la sierra es as¨ª: paisanos circulando en motos o en quads, y el ch¨®fer del todoterreno, un empleado joven del Ayuntamiento que hace de gu¨ªa a los reporteros, salud¨¢ndolos al pasar haciendo la uve de la victoria. Los tres muchachos se paran y el ch¨®fer les pregunta por ¡°el s¨ªndico¡±. Moverse por el territorio ¨ªntimo del c¨¢rtel de Sinaloa requiere permisos.
El s¨ªndico no est¨¢. Otra opci¨®n es hablar con el ministro del templo evang¨¦lico que Guzm¨¢n le puso a su madre a la entrada de su finca. ?l tampoco est¨¢. De una casa de servicio del templo sale una anciana. Dice que no sabe si la se?ora Consuelo est¨¢ en su casa. Dice que, en realidad, ella no sabe nada porque no es de all¨ª y apenas ¡°anoche¡± lleg¨® a La Tuna.
Hace cinco d¨ªas de la detenci¨®n de El Chapo. En su pueblo no quieren hablar. Mientras la anciana dice esas pocas palabras aparecen de nuevo los tres muchachos de la moto, desaparecen por la cuesta que se mete hasta la residencia de la madre de El Chapo y al rato regresan cuesta abajo. Saliendo de la zona de la casa de la se?ora Consuelo el todoterreno se cruza con cuatro mujeres que suben. Una de ellas accede a pararse. Dice que s¨ª, que El Chapo naci¨® aqu¨ª, pero que no viene desde qui¨¦n sabe cu¨¢nto tiempo.
¡ª ?Usted lo ha visto alguna vez?
¡ª Yo nunca, dice la mujer. Solo en televisi¨®n.
Aparte de la robusta casa de do?a Consuelo, en La Tuna no hay signos externos de riqueza. La tierra es poco productiva. El ch¨®fer dice que no se puede plantar m¨¢s que ma¨ªz. ¡°Es puro cerro¡±. La sierra de Badiraguato forma parte del Tri¨¢ngulo Dorado de la Sierra Madre Occidental, que incluye zonas de los Estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango. Es una de las ¨¢reas de M¨¦xico con m¨¢s cultivos de marihuana y de amapola. Tambi¨¦n laboratorios de drogas sint¨¦ticas.
De aqu¨ª, adem¨¢s de El Chapo Guzm¨¢n, son otros capos hist¨®ricos del narco. La familia Beltr¨¢n Leyva; Rafael Caro Quintero, hoy fugitivo; Ernesto Fonseca Don Neto. Por el pueblo de Fonseca se pasa de camino a La Tuna. Desde la carretera se ve sobre un cerro un mausoleo blanco que el propio narco, preso desde 1985, mand¨® construir para que cuando muriese llevasen all¨ª sus restos. El mausoleo tiene cuatro pilares y una b¨®veda, pero no tiene paredes. Seg¨²n la leyenda local, la orden de Don Neto es que cuando llegue el momento deben poner su f¨¦retro en medio de ese espacio a la vista, suspendido en el aire, colgado del techo por cadenas de oro.
M¨¢s all¨¢ de detalles como este, o como el fort¨ªn de la madre de Guzm¨¢n, el entorno es precario. Badiraguato, dice el alcalde, es un municipio pobre. ¡°Es la cuna del narco, pero no se beneficia de ello¡±. La riqueza del cartel, como la de cualquier imperio de dinero negro, es un imponderable que solo se puede conjeturar: se estima que controla m¨¢s del 40% de las exportaciones de droga a Estados Unidos y que sus ingresos anuales podr¨ªan rondar, a la baja, los 3.000 millones de d¨®lares.
A la salida del pueblo est¨¢n los tres muchachos de la moto descansando fuera de una tienda de comestibles. Uno de ellos responde a la pregunta de por qu¨¦ la gente del pueblo no quiere decir nada: ¡°?Para qu¨¦ hablar?¡±. Debajo de la ropa le suena el rumor de un transmisor-receptor. El mutismo de La Tuna recuerda a la idea de la omert¨¢, la ley del silencio de Sicilia. A un metro del cartel que da la bienvenida al pueblo hay un cubo voluminoso de cemento con un salmo inscrito que empieza as¨ª: ¡°Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar enga?o¡±.
Las casas en las que se escond¨ªa Joaqu¨ªn Archivaldo Guzm¨¢n Loera en Culiac¨¢n, capital de Sinaloa, conectaban directamente con los canales de desag¨¹e pluvial que discurren por el subsuelo. El 13 de febrero la Marina, que llevaba semanas pis¨¢ndole los talones y hab¨ªa arrestado a diez personas ligadas con el cartel, lo siti¨® en un chal¨¦ blanco situado frente a un colegio. Los ocho minutos que tardaron en derribar la puerta de acero que daba acceso a la estancia fueron suficientes para que Guzm¨¢n escapara. El narcotraficante accion¨® una compuerta hidr¨¢ulica que levantaba la ba?era, con una mec¨¢nica similar a la que utilizaba en los narcot¨²neles que conectan M¨¦xico y Estados Unidos, y escap¨® por un pasadizo. La entrada permanece precintada. Un coche lleno de adolescentes se acerca a los curiosos que merodean por la casa. ¡°?Qu¨¦ quieren? ?Ese g¨¹ero [rubio] de ah¨ª es gabacho?¡±, pregunta el copiloto. Escuchan las explicaciones y se largan quemando rueda. Los halcones son la base del cartel. J¨®venes inquietos que pasan el d¨ªa controlando una zona concreta de la ciudad y transmitiendo a sus superiores todo lo que ven y oyen. Los m¨¢s espabilados trepan en el escalaf¨®n y se convierten en operadores o sicarios. El Chapo, seg¨²n la investigaci¨®n, camin¨® tres kil¨®metros por las tuber¨ªas y desemboc¨® en un canal de las afueras de la ciudad. All¨ª le esperaba alguien que lo condujo en carretera hasta la ciudad costera de Mazatl¨¢n. El trayecto dura unas dos horas. Guzm¨¢n se refugi¨® en el apartamento 401 del edificio Miramar, un complejo de viviendas en primera l¨ªnea de playa, pero las autoridades mexicanas, con tecnolog¨ªa de la inteligencia estadounidense, hab¨ªan captado su localizaci¨®n a trav¨¦s de la se?al que emit¨ªa el tel¨¦fono satelital que utilizaba. A las 6.40 del s¨¢bado 22, un escuadr¨®n de ¨¦lite de las fuerzas especiales entr¨® en el apartamento y detuvo al narcotraficante. Estaba acompa?ado de un escolta, una cocinera y de Emma Coronel, su joven mujer, quien cuidaba de las dos gemelas que ten¨ªa el matrimonio, nacidas dos a?os antes en un hospital privado de Los ?ngeles. La abrupta irrupci¨®n dej¨® en la sencilla estancia, alejada de los fastos que se le presupon¨ªan al jefe de jefes, una sensaci¨®n de naufragio. La ropa tirada encima de la cama. Una cacerola de frijoles y unas tortillas a medio comer en la cocina. Una l¨¢mpara encendida. En la operaci¨®n de detenci¨®n del hombre m¨¢s buscado de M¨¦xico, a quien se le pensaba rodeado de un ej¨¦rcito de fieles dispuestos a morir, no se escuch¨® ni un solo disparo. El ¨²ltimo paisaje que vio El Chapo en libertad fue el de un mar que estrella sus olas contra un malec¨®n.
La bravura y el desapego a la vida son parte del car¨¢cter sinaolense¡±
La bravura y el desapego a la vida son parte del car¨¢cter sinaolense¡± ?lmer Mendoza, escritor
Las autoridades exhibieron a Guzm¨¢n en el hangar de la Marina en el aeropuerto de la Ciudad de M¨¦xico. Vest¨ªa unos pantalones Levi¡®s y una camisa azul. El bigote y el pelo tintado. Lo trasladaron en un helic¨®ptero Black hawk a una c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad. En el trayecto le preguntaron por qu¨¦ no hab¨ªa escapado a la sierra. Contest¨® que antes de subir al monte quer¨ªa ver a sus ni?as.
En Sinaloa los narcos son mitos, y los corridos son los relatos que los componen. Dicen en Culiac¨¢n que tras el arresto de Guzm¨¢n ya se han empezado a escribir temas actualizados de su leyenda. En un bajo de la ciudad, un compositor local que prefiere guardarse su nombre cuenta que ¨¦l no ha pensado en escribir todav¨ªa sobre El Chapo. Dice que por ahora ni siquiera hay seguridad de que el individuo que capturaron y mostraron a la prensa sea ¨¦l. Si tuviera certeza de que lo han arrestado, se pondr¨ªa a escribir enseguida. ¡°Tratar¨ªa de hacerlo como una biograf¨ªa, cuidando la letra, sin ofender a nadie. Contar¨ªa que vendi¨® naranjas desde ni?o, que la primera vez que lo detuvieron, cuando le preguntaron, dijo que ¨¦l era agricultor, que vend¨ªa ma¨ªz y que con eso se hab¨ªa comprado sus aviones. Y lo de cuando se fug¨®¡¡±. ?l ha actuado con su banda en muchas fiestas, hasta 18 horas seguidas, dice, con clientes especiales ¡ª ¡°No creo que sean alba?iles a los que le tocamos¡±¡ª, pero asegura que no ha tenido ocasi¨®n de tocar para Guzm¨¢n, y mucho menos all¨¢ arriba, en su pueblo de la sierra. ¡°No, en La Tuna no. Ojal¨¢¡±. El compositor, de todos modos, dice que hacer corridos de narcos no es rentable, porque lo que da dinero y fama es que las canciones salgan por la radio, y en Culiac¨¢n se prohibi¨® desde 2011 la difusi¨®n de narcocorridos. Una norma que poco puede hacer por frenar la idolatr¨ªa al narco en una regi¨®n que tiene hasta un bandolero sagrado, Jes¨²s Malverde, un supuesto salteador de caminos de principios del siglo XX que, seg¨²n la leyenda, robaba a los ricos para d¨¢rselo a los pobres.
En Culiac¨¢n est¨¢ su capilla principal. El martes por la noche, un fiel lleg¨® all¨ª para darle gracias por cuidarlo. Fernando Robles, 37 a?os, empresario, cont¨® su adoraci¨®n por Malverde y opin¨® tambi¨¦n sobre la figura del icono actual, El Chapo Guzm¨¢n. ¡°No te voy a decir que es malo que lo hayan agarrado, porque con eso se est¨¢ combatiendo la delincuencia, pero tampoco te voy a decir que sea bueno, porque generaba empleo y daba estabilidad a Sinaloa¡±. Robles, sudando por el calor sofocante del interior del altar principal, lleno de velas encendidas por los devotos, opina que el c¨¢rtel de El Chapo es un escudo que evita que entren otros carteles de otra zonas de M¨¦xico, como Los Zetas, a los que supone m¨¢s crueles y m¨¢s da?inos para la poblaci¨®n civil por dos de sus m¨¦todos principales de ingresos: la extorsi¨®n y el secuestro.
Al d¨ªa siguiente, una manifestaci¨®n de alrededor de 2.000 personas recorr¨ªa las calles de Culiac¨¢n. Antes de la convocatoria corri¨® por las redes sociales un mensaje: el motivo es exigir la liberaci¨®n del capo y h¨¦roe sinaloense. La protesta discurri¨® por una de las avenidas principales de la capital del Estado. A la cola avanzaban lentamente veh¨ªculos de lujo.
Al conocerse la detenci¨®n de El Chapo, ?lmer Mendoza (Culiac¨¢n, 1949), el escritor m¨¢s representativo de la narcoliteratura, sali¨® a la calle a escuchar qu¨¦ se dec¨ªa. Percibi¨® una sensaci¨®n de derrota. Ca¨ªa el hombre m¨¢s poderoso. ?De d¨®nde nace la admiraci¨®n hacia una figura que puede ser tachado de pendenciero y criminal? Mendoza considera que la bravura y el desapego a la vida son caracter¨ªsticas que describen el car¨¢cter sinaloense. ¡°Se admira a los valientes, aunque sean delincuentes. El hero¨ªsmo brutal que se convierte en barbarismo. Se dice que el general Rafael Buelna, que era de aqu¨ª, se lanzaba contra los ca?ones con un lazo vaquero en el campo de batalla¡±, cuenta.
En el aparcamiento de un centro comercial donde fue asesinado Edgar Guzm¨¢n L¨®pez, uno de los muchos hijos de El Chapo, hay una cruz con sus iniciales y las de otros dos muchachos que murieron en el mismo tiroteo. ¡°Siempre los amaremos. Mayo de 2008¡±, se lee en una placa. La cruz est¨¢ decorada con globos de helio en forma de coraz¨®n, dos latas de cerveza, una botella de whisky Buchanan¡®s, el favorito de los traficantes, y el estuche de una joya de Bulgari. En principio solo hab¨ªa una construcci¨®n con base de m¨¢rmol y el crucifijo en lo alto, pero con el tiempo le colocaron dos ¨¢rboles artificiales con lucecitas que se encienden autom¨¢ticamente al caer la noche. Cuando se llena el recinto comercial, las seis plazas de aparcamiento que rodean la cruz siempre son las ¨²ltimas en ocuparse. Ese per¨ªmetro de prudencia es un per¨ªmetro de respeto, una profunda met¨¢fora de autoridad en medio de un estacionamiento anodino. En Sinaloa, el poder no se explica con los mismos esquemas que en otros sitios. En la sierra de Badiraguato uno puede escuchar c¨®mo se usan de manera diferente las palabras gobierno y autoridad. El gobierno son las entidades p¨²blicas. La autoridad es otra cosa: es eso que, circulando por aquellas monta?as, no puedes ver pero que se sabe que est¨¢ en todos los caminos. La presencia de la autoridad del cartel no est¨¢ en ning¨²n sitio y est¨¢ en todos los sitios. Es un ojo que todo lo ve y que a veces se manifiesta en detalles. De la cruz del hijo de Guzm¨¢n, por ejemplo, se sabe que est¨¢ vigilada por alguien las 24 horas del d¨ªa. Si te pasas un buen rato observ¨¢ndola y te paras a tomar fotograf¨ªas, el ojo se aproxima para verte mejor. Un taxista se acerca a los mirones y frena el coche a su lado: ¡°Hola, compas. ?Qu¨¦ andan haciendo?¡±.
Comprender el poder de este cartel es un ejercicio contraintuitivo. Implica la extra?a operaci¨®n de entender la riqueza a trav¨¦s de la pobreza, de ver el hilo que va de una sierra seca e inh¨®spita de M¨¦xico a las noches de ocio de Manhattan o de Los ?ngeles. Tras su detenci¨®n, a El Chapo Guzm¨¢n lo han definido como el CEO del cartel de Sinaloa, recurriendo al acr¨®nimo en ingl¨¦s que se usa para los ejecutivos que operan en la cumbre. Cualquiera puede entender el proceso que lleva a un joven de inteligencia extraordinaria como Mark Zuckerberg del nicho de talentos de ¨¦lite de Harvard al reinado de esas sociedad virtual contempor¨¢nea que es Facebook. Pero para entender c¨®mo El Chapo Guzm¨¢n pas¨® de plantar frijoles a mover coca¨ªna por el mundo como mueve Amazon sus libros habr¨ªa que ser capaz de escuchar los silencios de la sierra.
Wenceslao Gast¨¦lum Olivas, de 81 a?os, estuvo a punto de morir. Le detectaron un tumor pero ni ¨¦l ni su familia pod¨ªan pagar la intervenci¨®n quir¨²rgica. El Chapo se enter¨® y se hizo cargo de la factura de la operaci¨®n, que se llev¨® a cabo en 2011 en un hospital privado de Culiac¨¢n.
¡ª La gente dice que El Chapo le mandaba llamar cuando estaba en la sierra porque usted le ca¨ªa muy bien. ?Es cierto?
¡ª En camioneta me mandaban para all¨¢ a andar con ellos porque me dec¨ªa do?a Consuelo que yo s¨ª aguantaba, aunque me hac¨ªan picard¨ªas. Y no me dejaban descansar los pinches plebes [j¨®venes, refiri¨¦ndose a El Chapo y a sus hermanos], se sub¨ªan arriba de m¨ª y esas chingaderas. Me tuve que venir huido de all¨ª porque no me quer¨ªan dejar venir, me vine de madrugada. Me dijo do?a Consuelo: ¡®Oiga, no es por correrlo pero v¨¢yase porque El Chapo lo quiere mucho y no lo va a dejar ir¡®. Baj¨¦ de la sierra en avioneta [el medio con el que el cartel desciende de la sierra la droga].
¡ª Ya ve, esos avioncitos que iban y ven¨ªan, apunta la hermana de Wenceslao.
El anciano echa mano de vez en cuando de un inhalador para asm¨¢ticos. La telenovela que estaba viendo a las 21.48 del mi¨¦rcoles suena a toda volumen en la casita que tiene en el pueblo, cerca de una guarder¨ªa. ¡°Lo conoc¨ª pobrecito. A su pap¨¢, a su mam¨¢, sembraban ma¨ªz. Era chaparro [bajito] pero ya que entr¨® en edad parec¨ªa que hab¨ªa crecido. Despu¨¦s siguieron viniendo ellos a por m¨ª cuando ya andaba en el movimiento del sembrad¨ªo y haciendo dinero. El Chapo se sub¨ªa al monte de madrugada para plantar amapola. Era un venado. Yo no esperaba que subiera hasta cosa tan grande. El plebe se aventaba a trabajar, y subi¨® y subi¨® a hacer cosas grandes, hasta que se entreg¨®, casi como solo¡±.
Wenceslao Gast¨¦lum Olivas narra, en la noche de Badiraguato, la primera estrofa de un narcocorrido que bien podr¨ªa titularse El imperio despu¨¦s del rey.
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