La transici¨®n en Yemen, ni pac¨ªfica, ni ejemplar
Las sanciones econ¨®micas de la ONU a los pol¨ªticos yemen¨ªes que torpedeen la transici¨®n pol¨ªtica pasaron desapercibidas
Con la atenci¨®n informativa centrada en Ucrania, la decisi¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU de imponer sanciones econ¨®micas a los pol¨ªticos yemen¨ªes que torpedeen la transici¨®n pol¨ªtica, pas¨® casi desapercibida la semana pasada. El objetivo era sin duda noble: ayudar a Yemen a ¡°pasar p¨¢gina de la presidencia de Ali Abdal¨¢ Saleh¡±, seg¨²n indica el documento, en referencia al hombre que dirigi¨® el pa¨ªs entre 1978 y 2012. Sin embargo, antes de que el Consejo elabore una lista de sancionables, numerosos yemen¨ªes rechazan una medida que puede conseguir justo lo contrario de lo que pretende debido a la fr¨¢gil situaci¨®n del pa¨ªs.
Como era previsible, buena parte de las cr¨ªticas procede de los simpatizantes de Saleh. Existe la convicci¨®n generalizada de que ¨¦l es el principal objetivo de la resoluci¨®n 2140. El ex presidente mantiene una innegable influencia. Sigue siendo el secretario general del Partido del Congreso, al que pertenece su sucesor, Abd Rabbo Mansur Hadi, y que a¨²n es la fuerza pol¨ªtica con mayor peso en el pa¨ªs. Tanto los opositores como los diplom¨¢ticos occidentales aseguran que est¨¢ bloqueando la reforma ayudado por su dinero y la lealtad de buena parte de las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, tampoco los detractores de Saleh est¨¢n satisfechos. La menci¨®n a ¡°una transici¨®n pac¨ªfica¡± en el documento de la ONU y las continuas referencias diplom¨¢ticas al ¡°¨¦xito¡± de la f¨®rmula yemen¨ª contrastan con la realidad de un pa¨ªs al borde de sus fuerzas. Que Estados Unidos y sus aliados del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCG) lograran, con la ayuda del incansable Jamal ben Omar (el enviado de la ONU), que Saleh dejara la presidencia despu¨¦s de un a?o de manifestaciones que polariz¨® a los yemen¨ªes, es una cosa. Que Yemen haya emprendido el camino de la democracia, otra muy distinta.
Significativamente, los yemen¨ªes han marcado el tercer aniversario de su ¡°revoluci¨®n¡± tanto con celebraciones como nuevas protestas. Tal como refleja el ¨²ltimo informe del International Crisis Group (ICG), aunque la Conferencia del Di¨¢logo Nacional concluy¨® el pasado enero con un proyecto para un Estado federal y reformas democr¨¢ticas, ¡°el plan es en el mejor de los casos una aspiraci¨®n y los hechos sobre el terreno van en una direcci¨®n distinta¡±. El ICG cita la revuelta Huthi en el norte, los avances de Al Qaeda y el secesionismo del Sur, como asuntos vitales a los que el presidente tiene que hacer frente.
A pie de calle, la violencia tampoco ha cesado. No pasa un d¨ªa sin que los yemen¨ªes tengan noticias de muertos en rifirrafes entre las fuerzas de seguridad y distintos grupos descontentos, o incluso de estos entre s¨ª. Todo el mundo tiene armas. Se impone la ley del m¨¢s fuerte. Los l¨ªderes tribales con m¨¢s recursos (estrechamente vinculados a alguno de los bloques pol¨ªticos) movilizan a sus milicias para avanzar sus intereses. Mientras, los cortes de agua y electricidad, se alternan con los intercambios espor¨¢dicos de disparos, las explosiones y los secuestros.
El desgobierno no es cosa de lugares remotos sino que alcanza a la propia capital, San¨¢. As¨ª que no sorprende que los yemen¨ªes se muestren esc¨¦pticos ante quienes presentan su transici¨®n como un ¨¦xito. Temen que en su empe?o por promocionar esa imagen, la ONU y los diplom¨¢ticos extranjeros s¨®lo consigan acallar las cr¨ªticas internas a un proceso que desde el principio ha sido controvertido. Tal como cont¨® este diario en v¨ªsperas del plebiscito sobre Hadi, muchos de los revolucionarios que alentaron las protestas contra Saleh denunciaron que su relevo era fruto de un pacto entre el CCG, EEUU y la UE para el que no se cont¨® con ellos.
Ahora, esos mismos activistas se muestran convencidos de que la decisi¨®n de congelar haberes y prohibir el viaje a quienes se aferran a los usos del r¨¦gimen anterior apenas va a tener efecto. Al contrario, sospechan que les animar¨¢ a redoblar sus esfuerzos para minar el m¨ªnimo avance.
¡°Las sanciones¡±, asegura Sama¡¯a al Hamdani, ¡°pueden convertirse en un riesgo en este momento cr¨ªtico¡±. Esta investigadora yemen¨ª teme que ¡°m¨¢s que disuadir a las figuras que est¨¢n obstruyendo la transici¨®n pol¨ªtica, causen el caos y eclipsen las quejas de car¨¢cter no pol¨ªtico¡±.
Como otros analistas, Al Hamdani subraya el ¡°contraste entre los publicitados logros firmados a puerta cerrada y la realidad¡± que viven los yemen¨ªes. ¡°La poblaci¨®n corre un alto riesgo de radicalizaci¨®n¡±, advierte. Su temor es que quienes lucharon en 2011 por un Estado civil pac¨ªfico, puedan recurrir a la violencia para revivir el Estado, hoy pr¨¢cticamente inexistente. Fin
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