La rebeli¨®n de los otros venezolanos
Los ciudadanos de T¨¢chira son los m¨¢s movilizados para pedir la renuncia de Maduro
En San Crist¨®bal, la capital del Estado venezolano de T¨¢chira, el mayor epicentro de las protestas contra el r¨¦gimen del presidente Nicol¨¢s Maduro, la gente est¨¢ harta de su rutina. Eso es evidente una vez que transcurren los primeros minutos de cualquier conversaci¨®n. Los pausados modales del andino venezolano se transforman en imprecaciones cuando se queja del Gobierno. Es una contradicci¨®n marcada que revela por qu¨¦ despu¨¦s de tres semanas los gochos, como les llaman en el resto del pa¨ªs, llevan con mucho ¨¢nimo el cierre de las principales v¨ªas, la falta de transporte p¨²blico y un encierro muy aburrido. Es un levantamiento generalizado de la sociedad local en todos sus estratos.
La protesta convocada por la oposici¨®n en Caracas el 12 de febrero, que culmin¨® con tres muertos y que se toma como el inicio formal de la ola de disturbios que estremece a los centros urbanos del pa¨ªs, es solo la excusa para permanecer en la calle exigiendo cambios al Gobierno. Las razones son mucho m¨¢s profundas. Al recorrer las calles de esta ciudad de 350.000 habitantes queda la sensaci¨®n de que estas protestas ya no obedecen a una estrategia pol¨ªtica.
Los n¨²meros podr¨ªan explicar por qu¨¦ el descontento anid¨® aqu¨ª primero. En las elecciones municipales de diciembre, el chavismo perdi¨® 17 de las 29 alcald¨ªas en disputa. Este es el ¨²nico Estado de Venezuela donde la oposici¨®n es mayor¨ªa en los municipios, pese a que la entidad es gobernada por el oficialista Jos¨¦ Gregorio Vielma Mora. En las elecciones de abril de 2013, que eligieron al sucesor de Hugo Ch¨¢vez, el candidato de la Mesa de la Unidad Henrique Capriles sac¨® 25 puntos de ventaja a su rival, Nicol¨¢s Maduro.
La inflaci¨®n en San Crist¨®bal durante 2013 lleg¨® al 60,5% y super¨® el promedio nacional (56,2%). Es la segunda ciudad del pa¨ªs, despu¨¦s de Valencia ¡ªcapital del Estado de Carabobo, en el centro del pa¨ªs¡ª, que ha sufrido m¨¢s los p¨¦simos indicadores de la pol¨ªtica econ¨®mica chavista. Y en los detalles el caos se agranda todav¨ªa m¨¢s. La inflaci¨®n de 2013 en alimentos y bebidas no alcoh¨®licas fue del 87,6%, la m¨¢s alta del pa¨ªs, quince puntos m¨¢s que la de Caracas (73,9%).
¡°El pueblo ha sido muy paciente, pero todo tiene un l¨ªmite¡±, razona Daniel Aguilar, presidente de la patronal Fedec¨¢maras en el Estado de T¨¢chira. Hoy es imposible recorrer en coche toda su geograf¨ªa. Los conductores solo pueden abastecerse de 40 litros de combustible diarios con una tarjeta electr¨®nica suministrada por el Estado. Las filas frente a las estaciones de gasolina son tan largas como las de los supermercados, que, para que duren m¨¢s las existencias y cuidarse del vandalismo, trabajan en horarios restringidos. Los pocos locales abiertos en la avenida principal de Pueblo Nuevo venden por sus puertas laterales para evitar aglomeraciones o las amenazas de grupos an¨¢rquicos que les obligan a cerrar.
T¨¢chira (1,1 millones de habitantes) limita con Colombia. En otra circunstancia esa localizaci¨®n ser¨ªa una bendici¨®n para sus habitantes, pero en los a?os del chavismo, y especialmente desde que la llamada revoluci¨®n bolivariana se declar¨® socialista en 2007, ha devenido en una tragedia. Los controles adoptados por el chavismo en el af¨¢n de concretar su modelo de pa¨ªs ¡ªun batiburrillo que mezcla visos de capitalismo de Estado con las restricciones del comunismo cubano¡ª han provocado mayor escasez. La producci¨®n ha ido en declive porque es mucho m¨¢s rentable importar que producir. Con el fortalecimiento del peso colombiano frente al bol¨ªvar, los colombianos cruzan la frontera para adquirir todos los bienes que en su pa¨ªs cuestan mucho m¨¢s. Tambi¨¦n ocurre que la porosa frontera es una tentaci¨®n para vender en Colombia al precio del mercado los productos regulados en Venezuela.
Para enfrentar el contrabando, el Gobierno ha decidido incrementar los controles. Los tachirenses lo han percibido como una humillaci¨®n m¨¢s en su ya mancillada condici¨®n de venezolanos de segunda. Muchos consideran que se les trata como a cuatreros y con el orgullo herido permanecen en la calle. Pese al cansancio, aqu¨ª nadie se quiere mover. ¡°La gente se juega el todo por el todo. Si aflojamos, Maduro nos la va a cobrar¡±, afirma el publicista Laurence Belandria. El eco de su testimonio se cruza con el de Jos¨¦ Alb¨¢n Quintero, un hombre de 60 a?os residente en el barrio R¨®mulo Colmenares, baleado con perdigones la semana pasada por la Guardia Nacional Bolivariana. Parado frente al portal de su casa dice: ¡°Nosotros estamos fortalecidos espiritualmente. Vamos a ganar¡±.
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