?Mejor malandros que ¡®black-blocs¡¯?
?D¨®nde estaban en estos carnavales quienes disfrutan quebrando los s¨ªmbolos del capitalismo?
La riada de millones de brasile?os que en este carnaval celebraron los placeres de la vida y de la sexualidad sin protestar contra nada acabaron haciendo olvidar las protestas de junio pasado cuyas im¨¢genes hab¨ªan recorrido el mundo.
?Qu¨¦ podr¨¢ pasar ahora, apagadas las luces de los carnavales m¨¢s famosos y sensuales del mundo? ?D¨®nde estaban en estos carnavales los black-blocs impertinentes que disfrutan quebrando los s¨ªmbolos del capitalismo? ?D¨®nde estaban los bandidos de turno que riegan de violencia el pa¨ªs y lo amedrentan? ?D¨®nde estaba la odiada polic¨ªa? ?Y los pol¨ªticos?
?D¨®nde estaba aquel mill¨®n de ciudadanos que protestaba para exigir un pa¨ªs mejor? Probablemente, disfrutando todos de la gran bacanal, que por unos d¨ªas anulaba sus personalidades para fundirse en un gozo colectivo.
?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora con la Copa acabado el carnaval? ?Y con las elecciones presidenciales? Ni los mejores adivinos ser¨ªan capaces de pronosticarlo, pero algo es cierto: los brasile?os, como ya lo hab¨ªan apuntado los antrop¨®logos, seguramente siguen nutriendo m¨¢s simpat¨ªa por la fiesta, por los malandros y operadores del jeitinho, dos grandes instituciones t¨ªpicamente brasile?as, que por los enmascarados black-blocs.
Como ya advert¨ªa, Alberto Guereiro Ramos, el brasile?o ¡°no hace revoluci¨®n¡±, ni enfrenta al ¡°superior jer¨¢rquico¡±, aunque tampoco acepte el ¡°autoritarismo impl¨ªcito¡±. Pero ya que no pertenece a su idiosincrasia el enfrentarse de cara con el poder, busca un sustitutivo: como no puede encararlo, prefiere sabotearlo. Es lo que ¨¦l llama la ¡°revoluci¨®n silenciosa¡±.
Y las dos instituciones populares que delinean la idiosincrasia brasile?a mejor que los violentos black-blocs, son la malandragem y el jeitinho. Se busca, por caminos transversales, conseguir lo que no puede lograrse con el enfrentamiento directo. Quiz¨¢s por ello, los brasile?os se sientan, al final, m¨¢s a sus anchas en los carnavales que en las manifestaciones callejeras de protesta. Quiz¨¢s por eso, la gran mayor¨ªa de los ciudadanos rechaza la acci¨®n contestataria de los black-blocs y el Congreso quiere hasta aplicarles, con evidente exageraci¨®n, las duras leyes contra el terrorismo.
El hecho de la malandragem y el jeitinho sigan vivos en la cultura popular haga que la lucha contra los corruptos no aparezca nunca entre las prioridades de la ciudadan¨ªa. Todos se sienten, de alg¨²n modo, v¨ªctimas y protagonistas a la vez de la peque?a o gran corrupci¨®n.
Ninguna obra mejor para entender este modo de protestar brasile?o que la obra Do?a Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado, inmortalizada en el cine por Sonia Braga, que pretende conciliar el disfrute sensual y libertario de la vida con la seguridad de la ley. Do?a Flor, consigue en el tri¨¢ngulo amoroso del amante malandro y del marido legal, satisfacer todos sus deseos.
En los carnavales, como bien inmortaliz¨® en sus obras Roberto DaMatta, el brasile?o realiza sus sue?os sin necesidad de usar violencia. La mujer pobre y an¨®nima de la favela se viste de reina por un d¨ªa; el hombre se disfraza de mujer; el joven de polic¨ªa, mientras que el odiado polic¨ªa se pierde entre la gente camuflado como persona normal. Cada uno busca realizar su sue?o y ejercer su libertad sin ser castigado.
En un pa¨ªs apellidado como el de ¡°las leyes¡±, que ya pasan de los cuatro millones, con una Constituci¨®n que tiene m¨¢s art¨ªculos que ninguna otra del mundo; en un pa¨ªs donde siempre ha reinado el autoritarismo, y la burocracia lo cubre todo, los brasile?os se hicieron expertos en burlar la ley para poder sobrevivir. Y lo hacen por v¨ªas subterr¨¢neas, sin enfrentar al legislador o al poder de turno. Lo hacen a su modo aunque sea rozando la ilegalidad.
As¨ª, los brasile?os acaban siendo parad¨®jicamente m¨¢s pragm¨¢ticos de lo que pueda parecer. Nada m¨¢s real¨ªstico, en verdad, que el jeitinho para conseguir lo que la ley nunca dar¨ªa y menos a los m¨¢s marginados del poder.
Como ha escrito Jos¨¦ Roberto de Toledo, tambi¨¦n en las pr¨®ximas elecciones el voto de los brasile?os ser¨¢ m¨¢s pragm¨¢tico que pol¨ªtico. El elector brasile?o piensa, al colocar su voto en la urna, m¨¢s que en la ideolog¨ªa, en lo que puede ¡°ganar o perder personalmente¡±, votando a uno u otro candidato.
De ah¨ª el que los candidatos insistan a veces m¨¢s en lo que los ciudadanos ¡°perder¨¢n¡± si no les votan, que en lo que ¡°ganar¨¢n¡± vot¨¢ndoles.
?Y las manifestaciones de protesta? Quiz¨¢s me equivoque, pero tengo la impresi¨®n de que los black-blocs, sin quererlo, las han paralizado. Me refiero a las pac¨ªficas. M¨¢s a¨²n, pienso que los brasile?os se han sentido aliviados con la excusa de la violencia de los ¡°v¨¢ndalos¡± para no necesitar ya volver a salir a la calle.
Ya han hecho saber que ellos, en su mayor¨ªa, desean que este pa¨ªs cambie, que mejore, que en ¨¦l se pueda vivir m¨¢s a gusto, pero sin preocuparse excesivamente por la ideolog¨ªa. Les da igual qui¨¦n cambie las cosas para mejor. No son incendiarios, son pragm¨¢ticos, incluso los j¨®venes. Por eso la mayor¨ªa desprecia a los ¡°v¨¢ndalos¡± y acabar¨¢n votando a quien mejor les convenza de que va a cambiar las cosas para mejor.
Si despu¨¦s no lo hacen, seguir¨¢n buscando caminos transversales para mejorar por su cuenta la propia vida. Si es preciso intentando arrancar al poder, el que sea, con la malandragem o el jeitinho, lo que les ofrece la propaganda pol¨ªtica sin cumplirlo.
?Y si Brasil se modernizase? ?Y si ma?ana volviera a salir a la calle exigiendo que se cumplan las leyes sin necesidad de tener que burlarlas? Ah, entonces Brasil ser¨ªa otro, pero el de hoy es el que es, guste o no.
Y lo cierto es que, a pesar de todo, los brasile?os, sin pruritos revolucionarios, no aparecen menos felices que tantos otros pueblos vecinos. Con sus artes forjadas en el antiguo duelo entre due?os y esclavos, han conseguido, con la fuerza de su creatividad, no pocos espacios de libertad. Y sin guerras.
?Qu¨¦ no es mucho? Quiz¨¢s, pero mejor no pregunt¨¢rselo a los black-blocs que ellos ni parecen brasile?os. Mejor pregunt¨¢rselo a los malandros y expertos del jeitinho, que conocen como nadie a este pa¨ªs que sigue apostando m¨¢s en la fiesta que en la revoluci¨®n. Por lo menos en la abierta y frontal. La subterr¨¢nea sigue con sus inc¨®gnitas abiertas. La ¡°revoluci¨®n silenciosa¡± de Guerreiro Ramos, quiz¨¢s no se haya a¨²n apagado y siga viva entre las cenizas. Y podr¨ªa resurgir a cualquier momento.
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