Obama ordena revisar las leyes de inmigraci¨®n de Estados Unidos
Las deportaciones hunden la imagen del presidente ante los hispanos, con casi dos millones de expulsiones en su mandato
El presidente Obama ha encargado al Departamento de Seguridad Nacional que revise la aplicaci¨®n actual de las leyes de inmigraci¨®n para estudiar si se pueden implementar ¡°de una manera m¨¢s humana¡±. La decisi¨®n ha sido anunciada por la Casa Blanca despu¨¦s de una reuni¨®n del mandatario con tres l¨ªderes del Caucus Hispano del Congreso y representa la esperada respuesta de Obama a las duras cr¨ªticas que ha recibido en las ¨²ltimas semanas por su r¨¦cord de deportaciones.
¡°El presidente ha insistido en su profunda preocupaci¨®n por el dolor que sienten demasiadas familias ante las separaciones que provoca un sistema de inmigraci¨®n fallido¡±, asegura el comunicado emitido por la Casa Blanca tras el encuentro este jueves. Obama tambi¨¦n ha trasladado a los legisladores dem¨®cratas Xavier Becerra, Luis Guti¨¦rrez y Rub¨¦n Hinojosa -todos defensores de los intereses de los inmigrantes- que quiere trabajar con ellos para mantener la presi¨®n sobre los republicanos a favor de la reforma.
Si Obama emplea su poder ejecutivo para modificar el reglamento de las deportaciones habr¨¢ cumplido uno de los grandes deseos de la comunidad hispana. En las pr¨®ximas semanas, Estados Unidos alcanzar¨¢ los dos millones de indocumentados que han sido deportados del pa¨ªs desde la llegada del dem¨®crata a la presidencia. La cifra es superior a la de sus predecesores, George W. Bush y Bill Clinton, y ya ha puesto en riesgo el apoyo de la comunidad hispana al presidente, que incluy¨® la reforma migratoria entre sus promesas de campa?a en 2008 y 2012.
Janet Murgu¨ªa, presidenta del Consejo Nacional de La Raza (NCLR), la mayor organizaci¨®n hispana del pa¨ªs, puso este alejamiento en palabras cuando describi¨® recientemente a Obama como ¡°deportador en jefe¡± -en alusi¨®n a su cargo de Comandante en Jefe. Entre los casi dos millones de deportados hay numerosos indocumentados que son padres de ni?os estadounidenses, separados ahora de sus progenitores.
Si Obama puede firmar ¨®rdenes ejecutivas en otros ¨¢mbitos, ?por qu¨¦ no puede parar las deportaciones?
La crisis de las deportaciones, reconocida por el presidente mismo en numerosas ocasiones, ha sido uno de los argumentos a favor de la reforma migratoria estos ¨²ltimos a?os. Organizaciones como NCLR han alertado en numerosas ocasiones de las consecuencias de esta separaci¨®n y han pedido a Obama que utilice su poder ejecutivo para poner fin a las deportaciones.
El presidente siempre se ha negado, argumentando que las leyes son competencia del Congreso. Sin embargo, el pasado 28 de enero, Obama utiliz¨® su discurso sobre el Estado de la Uni¨®n para advertir al Partido Republicano que estaba listo para firmar ¨®rdenes ejecutivas si no acced¨ªan a negociar las propuestas dem¨®cratas. La comunidad hispana estaba escuchando y ahora presiona a Obama. Si puede firmar esas ¨®rdenes en otros ¨¢mbitos, ?por qu¨¦ no puede parar las deportaciones?
Uno de los aliados del presidente en materia de inmigraci¨®n, Charles Schumer, declar¨® la pasada semana que Obama deber¨ªa firmar esa orden en septiembre si la reforma no llegara antes. El senador dem¨®crata, miembro del ¡®Grupo de los Ocho¡¯ que negoci¨® la normativa aprobada en junio de 2013 con apoyo de los dos partidos, defiende que Obama deber¨ªa ¡®perdonar¡¯ a aquellos indocumentados que cumplir¨ªan los requisitos establecidos la nueva ley, excepto a quienes hayan cometido cr¨ªmenes o entraron en el pa¨ªs despu¨¦s del 1 de enero de 2012.
Schumer respondi¨® as¨ª a una campa?a lanzada por la organizaci¨®n United We Dream en la que los dreamers -¡®so?adores¡¯, como se conoce a los j¨®venes indocumentados- presionan a pol¨ªticos cuya voz puede cambiar el destino de la reforma. Antes que el dem¨®crata, los senadores Bob Men¨¦ndez y Dick Durbin, tambi¨¦n del Grupo de los Ocho, cedieron para pedir que Obama act¨²e para impedir nuevas expulsiones.
El representante Luis Guti¨¦rrez, aspirante a lograr una coalici¨®n similar en la C¨¢mara de Representantes, lament¨® esta semana que el movimiento a favor de la reforma no haya logrado una coalici¨®n tan agresiva, ni tan diversa, como la que ha logrado numerosos avances para los derechos de los homosexuales. El pr¨®ximo mes de abril, varias agrupaciones convocar¨¢n una gran marcha en diferentes ciudades de todo el pa¨ªs para pedir al presidente que ponga fin a las deportaciones.
El senador Men¨¦ndez se ha unido a los m¨¢s cr¨ªticos con la tasa de deportaciones, que califica de ¡°innecesarias¡± y una ¡°tragedia¡±. Obama alega que tiene las manos atadas y que debe esperar la iniciativa del Congreso, pero su estrategia amenaza con envenenarse. El presidente Obama apost¨® en 2009 por dos v¨ªas paralelas hacia la reforma: en el ¨¢mbito legislativo, pidi¨® a la C¨¢mara de Representantes y al Senado que trabajaran en una nueva legislaci¨®n para reformar completamente el sistema; en el ejecutivo, impuls¨® la aplicaci¨®n de las leyes de inmigraci¨®n existentes.
Seis a?os despu¨¦s, las consecuencias de la falta de iniciativa legislativa y el cumplimiento de unas normativas obsoletas han hecho que la Administraci¨®n bata r¨¦cords hist¨®ricos de deportaciones y sin que haya una promesa de reforma a la vista. El presidente no ha logrado convencer a los republicanos de que, por un lado, el sistema actual no funciona y, por otro, s¨ª pueden confiar en ¨¦l para aplicar las leyes que aprueba el Congreso.
El ala m¨¢s conservadora del Partido Republicano ha defendido en las ¨²ltimas semanas que no pueden fiarse de que Obama vaya a aplicar las leyes que aprueba el Congreso, justificando sus sospechas por los recientes cambios a la reforma sanitaria. La lealtad al sistema de inmigraci¨®n actual deber¨ªa haber servido de ant¨ªdoto contra esa desconfianza, tal y como pareci¨® apostar la Administraci¨®n dem¨®crata desde el principio. No ha sido as¨ª. Y la llegada del deportado n¨²mero dos millones, una cifra simb¨®lica con grandes consecuencias pol¨ªticas, puede acarrear un precio mucho m¨¢s alto para el presidente que para los republicanos.
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