Por qu¨¦ Brasil nunca ser¨¢ la Venezuela chavista
Lula no es Ch¨¢vez y menos a¨²n Dilma es Maduro, aunque por motivos institucionales ambos apoyen un Gobierno que formalmente fue sancionado por las urnas
He escuchado a veces temores de que Brasil, en el caso de una mayor hegemon¨ªa del Partido de los Trabajadores (PT), pueda acabar convirti¨¦ndose en la Venezuela chavista.
Es cierto que existen a¨²n voces, aunque minoritarias, que flirtean con la dictadura venezolana o por lo menos desear¨ªan tambi¨¦n aqu¨ª un Gobierno m¨¢s popular, menos dependiente de partidos de derecha o de centro, como del PMDB, para poder llevar a cabo una pol¨ªtica con mayor "fuerza social".
Se trata, si embargo, de un temor sin consistencia. Primero, porque Lula no es Ch¨¢vez y menos a¨²n Dilma es Maduro, aunque por motivos institucionales, ambos apoyen un Gobierno que formalmente fue sancionado por las urnas -algo que, sin embargo, ya est¨¢ est¨¢ siendo criticado, ya que se esperar¨ªa del Gobierno brasile?o una mayor condena de la represi¨®n del Ejecutivo de Maduro contra los opositores asesinados por sus milicias-.
Brasil qued¨® bien curado de las heridas de la dictadura militar y hoy los cuarteles ya no asustan a nadie. Al frente del pa¨ªs se encuentra una exguerrillera que sufri¨® c¨¢rcel y tortura por parte de los militares. Est¨¢ en curso una Comisi¨®n de la Verdad para apurar los pasillos a¨²n oscuros de aquel periodo de terror, y los militares la han acatado respetuosamente.
Desde que el expresidente Fernando Henrique Cardoso coloc¨® el Ministerio del Ej¨¦rcito en manos de un civil, las Fuerzas Armadas pasaron a ser en este pa¨ªs una instituci¨®n democr¨¢tica como las dem¨¢s. No existen en Brasil ruidos de sables.
Al mismo tiempo, Brasil cuenta con una clase media intelectual preparada en buenas universidades nacionales y extranjeras con un fuerte sentido democr¨¢tico de las instituciones, que se pone en pie cada vez que surge alguna tentativa encaminada a cercenar alg¨²n tipo de libertad civil.
Fue as¨ª como se abort¨® durante uno de los mandatos de Lula el intento de un grupo de la izquierda del Partido de los Trabajadores de controlar la libertad de expresi¨®n, que pretend¨ªa imponer hasta un reglamento a la conducta y al trabajo de los periodistas.
Tanto Lula como ahora la presidenta Dilma arrinconaron aquel proyecto en alg¨²n caj¨®n del Planalto y nunca m¨¢s se volvi¨® a hablar de ¨¦l. Brasil goza de libertad de prensa y de informaci¨®n como cualquier pa¨ªs europeo. No existen censuras a la libre expresi¨®n de ideas. Y si alg¨²n Gobierno intentara imponerla tendr¨ªa la oposici¨®n frontal de la clase pensante y de la gran mayor¨ªa de los partidos.
Brasil es hoy, a pesar de algunos pruritos conservadores de una cierta izquierda poco moderna, una de las democracias m¨¢s s¨®lidas de Am¨¦rica Latina, donde funcionan en plena libertad los tres poderes del Estado. Tanto es as¨ª, que cuando alguno de dichos poderes intenta directa o indirectamente imponerse o prevaricar sobre los otros, ellos mismos se levantan en pie de guerra.
Lo vimos con el poder judicial, cuando ministros del Supremo Tribunal Federal designados por Lula y Dilma, no se detuvieron a la hora de condenar a la c¨¢rcel a personajes de primera plana del partido cuyo Gobierno les hab¨ªa escogido.
Lo estamos viendo hoy con el poder legislativo, en pugna con el poder ejecutivo cuando el Congreso se queja de ciertas prevaricaciones por parte del Gobierno. Hasta el senador Jos¨¦ Sarney, en una entrevista a Folha de S?o Paulo, lleg¨® a confesar que el legislativo sufre demasiadas presiones del ejecutivo que con motivo de las excesivas medidas provisorias presentadas por el Gobierno, no le queda tiempo ni posibilidad para legislar.
El hecho de que cada vez que la independencia de alguno de los tres poderes se siente amenazada, empiece a chirriar el sistema, es la mejor demostraci¨®n de que no existe en este pa¨ªs la posibilidad de que alguno de dichos poderes pueda ser aplastado o dominado por los dem¨¢s, lo que suele siempre conducir a los reg¨ªmenes autoritarios o dictatoriales.
Brasil est¨¢ vacunado contra las aventuras bolivarianas de algunos de sus pa¨ªses vecinos. Su democracia est¨¢ consolidada, y nadie ser¨ªa elegido para presidir este pa¨ªs si presentara la m¨¢s m¨ªnima sospecha de que alberga ambiciones autoritarias.
En las pr¨®ximas elecciones presidenciales, todos los posibles candidatos con posibilidades de ¨¦xito, como Dilma, Aecio Neves, Eduardo Campos o Marina Silva, son personas de absolutas convicciones democr¨¢ticas.
Brasil, a los 50 a?os de su triste y dolorosa aventura dictatorial, est¨¢ vacunada contra el virus de esos populismos que a¨²n siguen vivos en parte del continente, aunque cada vez menos soportados sobretodo por las nuevas generaciones de j¨®venes menos ideologizados, m¨¢s pragm¨¢ticos y que creen en los valores de una democracia de la que ellos puedan ser actores y no s¨®lo comparsas.
Venezuela docet.
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