El halc¨®n socialista toma las riendas
Manuel Valls asume hoy el cargo de primer ministro franc¨¦s Hollande conf¨ªa en el popular pol¨ªtico nacido en Barcelona para dar la vuelta a una situaci¨®n desesperada
A la vista de la impopularidad y la indecisi¨®n de Fran?ois Hollande, los c¨ªrculos pol¨ªticos de Par¨ªs llevan meses refiri¨¦ndose a Manuel Valls como Le vrai pr¨¦sident, el verdadero presidente. El ambicioso pol¨ªtico barcelon¨¦s, de 51 a?os, l¨ªder y casi ¨²nico miembro de la marginal corriente derechista y liberal del Partido Socialista, ha aprovechado su paso por el ministerio del Interior para construirse una imagen medi¨¢tica de hombre providencial, hiperactivo y sin complejos, una especie de Sarkozy socialista, con la mirada puesta en ser primer ministro y, si se tercia, candidato socialista a las presidenciales de 2017. Ahora, la debacle electoral del PS en las municipales ha permitido a Valls cumplir su primer objetivo: hoy ha abierto las consultas con los socios ecologistas y ma?ana anunciar¨¢ la composici¨®n del Gabinete y se pondr¨¢ al frente del segundo Gobierno Hollande.
Adulado por las mujeres, jaleado por los medios de la derecha, reclamado por los alcaldes de medio pa¨ªs ¡ªque le ve¨ªan, erradamente, como el ¨²nico que pod¨ªa ayudarles a evitar la derrota en las municipales¡ª, y admirado por los nuevos fil¨®sofos, Manuel Valls (Barcelona, 1962) se ha convertido en estos dos ¨²ltimos a?os en el gran ¡°macho¡± de la pol¨ªtica francesa gracias a su imagen de firmeza, a su presencia casi constante en las televisiones y a su forma autoritaria de ejercer el poder.
Hoy, este aficionado cul¨¦, nieto de un editor de prensa republicano e hijo del pintor catal¨¢n Xavier Valls, sigue siendo el pol¨ªtico mejor valorado del PS y uno de los m¨¢s populares del pa¨ªs, lo cual no debe extra?ar porque hace algunas d¨¦cadas que los franceses consideran que ministro del Interior, conocido como el primer polic¨ªa de Francia, es el ¨²nico freno a los miedos que suscitan la globalizaci¨®n, la p¨¦rdida de soberan¨ªa y la inmigraci¨®n.
Lo que es realmente nuevo es que Valls ha sustituido tanto a Hollande como a su antecesor, Nicolas Sarkozy, como el s¨ªmbolo institucional de autoridad y eficacia: cuanto m¨¢s bajaba el meditabundo Hollande en las encuestas, m¨¢s sub¨ªa su energ¨¦tico ministro.
La gran paradoja de la decisi¨®n del presidente es que ha elegido al m¨¢s neoliberal y derechista entre los suyos para intentar dar respuesta al palmario desencanto de los votantes de izquierda, que desertaron de las urnas el domingo dando la victoria a una derecha hundida en los esc¨¢ndalos y asediada por su propia divisi¨®n. Como si, una vez que los franceses vuelven a votar a la derecha, Hollande quisiera mandarles un mensaje d¨¢ndoles la raz¨®n.
Mientras el defenestrado Jean-Marc Ayrault significaba una mano tendida a los sindicatos y a los ecologistas, Valls ha defendido en los ¨²ltimos a?os todo lo contrario, convirti¨¦ndose en un socialista de estilo ¡®neocon¡¯: ha puesto sobre la mesa la necesidad de acabar con la ley de las 35 horas, ha reclamado la puesta en marcha del IVA social ¡ªuna medida de Sarkozy¡ª, e incluso, en 2009, pidi¨® el cambio de nombre del Partido Socialista para poder defender sin hipotecas ideol¨®gicas el capitalismo y la competitividad empresarial.
Aquella vez, Martine Aubry escribi¨® una carta a Valls dici¨¦ndole que si no le gustaba el partido, era mejor que se fuera. Valls no movi¨® una ceja, y replic¨® dando una entrevista a este diario en la que se dej¨® fotografiar por Daniel Mordzinsky con una mordaza.
Ante la situaci¨®n desesperada que vive un Hollande hundido en las encuestas, Valls, antiguo miembro de la logia Gran Oriente de Francia, supone una apuesta por la pol¨ªtica de los sondeos, por el lenguaje directo y sencillo, por una puesta en escena en¨¦rgica y aparente y por la b¨²squeda del consenso f¨¢cil en los asuntos sociales y en el siempre socorrido trinomio patria/seguridad/identidad.
En los ¨²ltimos meses, Valls ha competido con las posiciones xen¨®fobas de la extrema derecha al tratar de convertir ¨Csin ¨¦xito- a los 20.000 gitanos europeos que residen en Francia en mercanc¨ªa electoral y dibujarlos como el principal problema de la quinta potencia mundial ¨Csupuesto problema que deja sin resolver-; y ha encarnado la resistencia activa ante la comunidad musulmana al declarar la guerra al humorista antisemita Dieudonn¨¦, lo que le ha granjeado las simpat¨ªas de la comunidad jud¨ªa.
Pero no es f¨¢cil encasillar al exalcalde de Evry y exjefe de prensa del exprimer ministro Lionel Jospin y de la campa?a presidencial de Hollande. Valls es un pragm¨¢tico capaz de adaptarse a cualquier situaci¨®n. Y no debe descartarse que a su llegada a Matignon se convierta en un proteccionista de izquierdas. En los ¨²ltimos meses, ha cultivado su imagen dentro del PS urdiendo una alianza con dos miembros del ala m¨¢s izquierdista del PS, Arnaud Montebourg y Beno?t Hamon, que son adem¨¢s grandes euroesc¨¦pticos. Por ese lado, Valls puede ayudar a Hollande a aminorar la previsible huida a la derecha del electorado en las elecciones europeas de mayo.
Valls, que se transforma cuando aparece una c¨¢mara, parece calmar los miedos at¨¢vicos de los franceses. La impotencia que generan las recetas econ¨®micas de Hollande parece haber dejado en manos del titular de Interior la br¨²jula de una sociedad que desconf¨ªa de la capacidad de la pol¨ªtica para cambiar las cosas. Pero se trata de una impresi¨®n enga?osa, seg¨²n advert¨ªa el soci¨®logo Eric Fassin hace unos meses: ¡°Los socialistas se conforman con dar un poco de espect¨¢culo a las masas y prometer una falsa protecci¨®n. Es circo en vez de pan¡±.
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