Vista a la derecha

No todo son intereses. El suministro y el precio del gas cuentan. Tambi¨¦n las inversiones de los magnates en la City, los clubes de f¨²tbol y la Cosa del Sol. Pesan las balanzas comerciales entre el tercer socio comercial de la UE que es Rusia y el primero de Rusia que es la UE. Y no hablemos de diplomacia, porque entonces se dir¨ªa que estamos encadenados: para el control del programa nuclear de Ir¨¢n, el desmantelamiento del arsenal qu¨ªmico de Siria y, todav¨ªa m¨¢s, terminar la guerra entre el r¨¦gimen y la fragmentada oposici¨®n armada, e incluso imaginar alg¨²n paso adelante en la bloqueada relaci¨®n entre Israel y palestina.

Todo este entramado constituye la red de interdependencias que blindan a Putin cuando avanza sus peones y alfiles en el tablero de Ucrania. Pero luego est¨¢n las ideas y los valores, que tambi¨¦n pesan a la hora de buscar sinton¨ªas m¨¢s o menos expl¨ªcitas en las capitales occidentales.

Es probable que el esquema de la guerra fr¨ªa no sirva para describir con precisi¨®n la nueva tensi¨®n Este-Oeste que tiene como escenario a Europa, pero el Kremlin, ahora como en los viejos tiempos, busca complicidades en la oposici¨®n a los partidos que gobiernan, con la particularidad de que si entonces las encontraba en la izquierda ahora empieza a encontrarlas, sobre todo, en la derecha. Y tiene toda su l¨®gica: pocos pol¨ªticos contempor¨¢neos defienden con mayor ¨ªmpetu como Vladimir Putin los valores tradicionales, la discriminaci¨®n contra los homosexuales, las ra¨ªces cristianas de la civilizaci¨®n europea o el nacionalismo etnoling¨¹¨ªstico frente al multiculturalismo, el multilateralismo y la integraci¨®n europea.

Las ideas de Putin encuentran simpat¨ªa en las nuevas extremas derechas europeas, desde el UKIP brit¨¢nico hasta la Liga Norte, desde Marine Le Pen hasta Alternativa para Alemania. Son tambi¨¦n evidentes en la Hungr¨ªa de Viktor Orb¨¢n, que controla estrechamente los medios de comunicaci¨®n, concede la ciudadan¨ªa a las minor¨ªas h¨²ngaras de los pa¨ªses vecinos y afianza su control autoritario al estilo de la democracia soberana rusa; y esto sucede tanto en el partido de gobierno Fidesz como todav¨ªa m¨¢s en el extremista y antisemita Jobbik. Solo en los pa¨ªses donde hay un contencioso abierto con Mosc¨², como Ruman¨ªa a prop¨®sito de Moldavia y Letonia sobre la minor¨ªa rus¨®fona, o en claro est¨¢ en Kiev, las extremas derechas son antirusas.

En toda Europa, Mosc¨² intenta atraer a la ultraderecha e influir incluso en el Parlamento Europeo que salga de las elecciones del 25 de mayo. El historiador alem¨¢n Heinrich August Winckler, en un ensayo titulado Las huellas del miedo, que acaba de publicar el semanario Der Spiegel, ha se?alado que los alemanes m¨¢s comprensivos con Putin pertenecen a una genealog¨ªa que se remonta a la casta intelectual, militar y pol¨ªtica de la Rep¨²blica de Weimar y al ideario nacionalsocialista.

Si esto es otra guerra fr¨ªa, las extremas derechas eur¨®fobas de ahora ocupan el lugar de los partidos comunistas prosovi¨¦ticos durante la guerra fr¨ªa aut¨¦ntica.