Las guerras de Dilma Rousseff
La presidenta de Brasil pierde popularidad y fuerza a medida que crecen los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, la protesta social y las peleas dentro de su partido
El Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff ha entrado en los cinco meses previos a las elecciones presidenciales ¡ªen las que volver¨¢ a ser la candidata del Partido de los Trabajadores (PT)¡ª en un infierno con varias guerras que le han estallado al mismo tiempo. La m¨¢s llamativa, la m¨¢s parecida a una batalla de verdad, con armas, muertos, heridos y cientos de autobuses p¨²blicos incendiados, es la que est¨¢n registrando parad¨®jicamente las llamadas ¡°favelas pacificadas¡± que empiezan a reconquistar los narcotraficantes de manos de la polic¨ªa. La m¨¢s violenta, la que promueven los presos m¨¢s peligrosos de las c¨¢rceles de m¨¢xima seguridad.
Pero si esta guerra es la m¨¢s visible, no es quiz¨¢s la m¨¢s grave y determinante para Rousseff. La violencia de los narcos en territorios que el Estado por mucho tiempo dej¨® en sus manos, como la que golpea desde las c¨¢rceles, se remonta a hace d¨¦cadas y ha sido un dolor de cabeza para varios gobiernos. En cambio, s¨ª hay otros conflictos m¨¢s soterrados y dif¨ªciles de gestionar que han hecho que una presidenta que tuvo m¨¢s de un 80% de popularidad, resbale hasta un 37%, seg¨²n el ¨²ltimo sondeo de Ibope.
Una de estas guerras es, por ejemplo, la que libra contra una econom¨ªa que patina y una inflaci¨®n que en mayo habr¨¢ superado por primera vez el l¨ªmite programado por el Gobierno de un 6,5%, algo simb¨®lico que sabe a derrota psicol¨®gica.
La inflaci¨®n ha comenzado a hacer mella en la nueva clase media
Tambi¨¦n es grave la guerra en curso de Petrobr¨¢s, una empresa modelo de Brasil, considerada ejemplo de gesti¨®n y duod¨¦cima empresa m¨¢s importante del mundo y que hoy, tras haber perdido un 50% de su valor en Bolsa, se encuentra en el puesto 120 y zarandeada por una serie de presuntos esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, con uno de sus m¨¢ximos directivos en la c¨¢rcel y otro destituido, ambos del partido de Dilma Rousseff.
Podr¨ªa parecer una paradoja, pero la guerra de Petrobr¨¢s la desencaden¨® la propia Rousseff semanas atr¨¢s con una confesi¨®n que ha sido bautizada de ¡°sincericidio¡±. La presidenta afirm¨® que nunca habr¨ªa aprobado la compra por parte de Petrobr¨¢s de una refiner¨ªa en Pasadena (EE UU), que acab¨® con una p¨¦rdida para la petrolera de 500 millones d¨®lares, de haber conocido todas las condiciones del contrato de compraventa. Rousseff dio luz verde a la operaci¨®n en 2006, cuando era jefa de Gabinete del ex presidente Lula da Silva y presidenta del Consejo de Administraci¨®n de Petrobr¨¢s.
Rousseff confes¨® a los brasile?os que aquella compra fue un ¡°mal negocio¡±. El expresidente de Petrobr¨¢s, S¨¦rgio Gabrielli, nombrado durante el mandato de Lula, ha afirmado lo contrario: que fue un ¡°buen negocio¡±, aunque no lo sigue siendo, y que la presidenta ¡°no puede huir de su responsabilidad¡±.
La actual presidenta de Petrobr¨¢s, Gra?a Foster, nombrada por Rousseff cuando ya era presidenta, ha confirmado que fue un mal negocio, aunque a?adi¨® que podr¨ªa no haberlo sido en aquel momento. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n en esta guerra?
La oposici¨®n ha conseguido las firmas para crear una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Congreso sobre posible corrupci¨®n en la gesti¨®n de la compraventa. Lula ha pedido a Rousseff que haga lo imposible para que dicha comisi¨®n no sea creada, justificando su petici¨®n en que es solo una excusa de la guerra que libran diferentes bandos del PT. El asunto ha llegado al Tribunal Supremo Federal.
No menos grave para Rousseff es la guerra subterr¨¢nea que se ha instalado entre sus principales partidos aliados en el Congreso. Al olor de la debilidad del Gobierno algunos de los l¨ªderes han comenzado a dejar entrever que est¨¢n preparados para abandonar el barco y subirse al del un nuevo posible ganador.
A todo esto se a?ade otra guerra abierta, la que podr¨ªa llamarse la de la protesta, la del descontento de los ciudadanos, sobre todo por las deficiencias en educaci¨®n, sanidad y orden p¨²blico; y por la corrupci¨®n pol¨ªtica. Esta guerra ciudadana vivi¨® su momento ¨¢lgido durante las manifestaciones callejeras de junio pasado y que amenazan con repetirse con motivo del Mundial de F¨²tbol. En previsi¨®n de nuevos altercados, el Gobierno est¨¢ dispuesto a sacar al Ej¨¦rcito a la calle y crear durante el mes de la competici¨®n una ¡°zona exclusiva¡± ¡ªen t¨¦rminos comerciales y de seguridad¡ª para cumplir con las demandas de la FIFA.
El antrop¨®logo m¨¢s reconocido de Brasil, Roberto DaMatta, en una columna titulada ?A d¨®nde vamos?, hizo referencia a una apreciaci¨®n de su amigo el catedr¨¢tico Richard Moneygrand: ¡°Ustedes los brasile?os han pasado del ¡®no se puede¡¯ al ¡®se puede todo¡±. Y se pregunta: ¡°?Qui¨¦n va a sacar a Brasil de su lecho de gigante adormecido?¡±.
Es la pregunta que se hace hoy la mayor¨ªa de los ciudadanos (el 73%) que pide, por primera vez, un cambio de rumbo de la pol¨ªtica. ?Se habr¨¢ cansado Brasil de ser el pa¨ªs del futuro y quieren ser un pa¨ªs del presente? ?Ser¨¢ Dilma Rousseff capaz de lidiar con esas guerras y de dar una respuesta a esos deseos de cambio de un gigante que, en verdad, ya se ha despertado? Esa es hoy la gran pregunta pol¨ªtica. La presidenta est¨¢ a¨²n en ventaja frente a los candidatos rivales, y cuenta con apoyo del mayor recaudador de votos del pa¨ªs, su antecesor y confidente Lula, el ¨²nico que hoy ganar¨ªa las elecciones en la primera vuelta contra todos. ?Le bastar¨¢ eso a Rousseff?
La respuesta, el 5 de octubre en las urnas. Antes, la Copa del Mundo de F¨²tbol y lo que durante esta pueda ocurrir, junto a una inflaci¨®n que golpea duramente el bolsillo de los m¨¢s necesitados, que son los votantes m¨¢s numerosos del PT.
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