Brasil entra en una crisis de seguridad
Un estallido de violencia en protesta contra la brutalidad policial alcanza el coraz¨®n tur¨ªstico de R¨ªo de Janeiro a menos de dos meses del Mundial de f¨²tbol
Ni los cinco a?os que han transcurrido desde que arrancara el proyecto pacificador de las favelas cariocas, ni el acicate que supone la celebraci¨®n de los dos mayores eventos deportivos del planeta, el Mundial de f¨²tbol y los Juegos Ol¨ªmpicos, han servido de mucho para que la violencia disminuya en R¨ªo de Janeiro. El poder de los grupos narcotraficantes se ha visto debilitado considerablemente en estos a?os, pero, tal y como advert¨ªan algunos especialistas, las principales facciones criminales se han atrincherado en ¨¢reas perif¨¦ricas y desde ellas siguen controlado la venta de droga en favelas estrat¨¦gicas enclavadas en los barrios m¨¢s pudientes. La ¨²ltima erupci¨®n de esta violencia ocurri¨® el martes en una favela enclavada en el coraz¨®n tur¨ªstico de R¨ªo.
Las armas de guerra vuelven a diseminarse por los suburbios al tiempo que las Unidades de Polic¨ªa Pacificadora (UPP) no acaban de cuajar en sus vecindarios, que ven en ellas una versi¨®n edulcorada de la Polic¨ªa Militar, conocida por estar corrompida hasta el tu¨¦tano y dar rienda suelta a una truculencia sin l¨ªmites. Las denuncias de abusos y muertes de civiles que nada tienen que ver con los grupos narcotraficantes se suceden cada semana mientras el Gobierno del Estado de R¨ªo apuntala las favelas m¨¢s conflictivas con m¨¢s efectivos y operaciones de caza y captura de criminales. El id¨ªlico periodo de distensi¨®n ha quedado atr¨¢s y la ciudad m¨¢s tur¨ªstica de Brasil parece retornar al tiempo del acoso y derribo al narco cueste lo que cueste.
Dos factores marcan este punto de inflexi¨®n y colocan a Brasil en una delicad¨ªsima situaci¨®n: en primer lugar, los habitantes de las favelas, que acumulan no poco resentimiento hacia una sociedad y unos gobernantes que los han tratado tradicionalmente como ciudadanos de segunda, han decidido romper el silencio. Espoleados por los movimientos de protesta que se han extendido por Brasil desde junio del a?o pasado y amplificados por la presencia masiva de la prensa mundial, los vecinos de los suburbios se manifiestan hoy con m¨¢s ira, emprendi¨¦ndola a pedradas contra las unidades policiales, a las que acusan de violarsus derechos, incendiando veh¨ªculos, montando barricadas y cortando calles y avenidas. La mecha ha prendido con fuerza y el martes por la noche el fuego lleg¨® a un barrio cuya seguridad se considera crucial para la organizaci¨®n local de la Copa del Mundo.
Aqu¨ª radica el segundo factor: Copacabana, el R¨ªo m¨¢s tur¨ªstico, bautizado como el Disney carioca, ha entrado en un clima de tensi¨®n generado por el repunte de la delincuencia, las operaciones policiales y los zarpazos que desde septiembre del a?o pasado vuelven a propinar algunas c¨¦lulas latentes del Comando Vermelho (CV), una organizaci¨®n de narcos, atrincheradas en los meandros m¨¢s inaccesibles de la favela Pav?o-Pav?ozinho.
A 50 d¨ªas del arranque del Mundial, las autoridades cariocas y brasile?as no imaginaban que im¨¢genes como las del martes dar¨ªan la vuelta al mundo, arrojando una nueva sombra de duda sobre la capacidad de Brasil para organizar un megaevento sin incidentes. Algunas arterias principales de Copacabana quedaron cortadas al tr¨¢fico mientras los comerciantes y los bares aleda?os a la favela cerraban sus puertas a media tarde. Las barricadas incendiadas, el corte del suministro el¨¦ctrico, el griter¨ªo y el estruendo de los intensos tiroteos y de los helic¨®pteros policiales sembraron el p¨¢nico, hasta el punto de que dos conocidos hoteles del tur¨ªstico barrio pidieron a sus hu¨¦spedes que no pisaran la calle.
Al final de la tarde se confirm¨® la noticia de que un ciudadano de 30 a?os hab¨ªa fallecido tras recibir un disparo en la cabeza. Horas antes se hall¨® en Pav?o-Pav?ozinho el cad¨¢ver de un bailar¨ªn de 25 a?os. Seg¨²n su madre, Douglas Rafael da Silva Pereira ten¨ªa marcas de haber sido golpeado y torturado por la polic¨ªa. El informe forense determin¨® que el joven sufri¨® ¡°una hemorragia interna provocada por laceraci¨®n pulmonar¡±.
El episodio de Copacabana y los tiroteos registrados permanentemente en la favela Rocinha, enclavada entre los pudientes barrios de Leblon y S?o Conrado, muestran que el tan cacareado cintur¨®n de seguridad de la zona sur de R¨ªo est¨¢ muy lejos de ser una realidad. ¡°Se ha convertido en una moda incendiar y destrozarlo todo despu¨¦s de que la polic¨ªa mate a alguien¡±, dice con sarcasmo Jorge Luis Marconi, que frecuenta Copacabana.
Los ¨ªndices de inseguridad han repuntado en el ¨²ltimo a?o y por las calles de R¨ªo circula la sensaci¨®n de que se est¨¢ perdiendo a pasos acelerados el terreno conquistado en los ¨²ltimos a?os. ¡°Estamos en a?o electoral y no se van a tomar decisiones importantes. Est¨¢ claro que las UPP est¨¢n en crisis, que los cr¨ªmenes est¨¢n creciendo y que los avances de los ¨²ltimos a?os est¨¢n en jaque en este momento¡±, opina el soci¨®logo especialista en seguridad p¨²blica Ignacio Cano.
Las estad¨ªsticas divulgadas en los ¨²ltimos ocho a?os por el Instituto de Seguridad P¨²blica (ISP) de R¨ªo de Janeiro arrojan n¨²meros alarmantes: en el Estado de R¨ªo se han registrado en este periodo 35.879 asesinatos, 285 lesiones corporales seguidas de muerte, 1.169 robos seguidos de muerte, 5.677 muertes derivadas de intervenciones policiales, 155 polic¨ªas militares y civiles muertos en acto de servicio. Un c¨®mputo total de 43.165 fallecidos o, visto desde otro ¨¢ngulo, m¨¢s de 500 muertes al mes provocadas por una violencia sin fin. Las estad¨ªsticas no consideran los m¨¢s de 38.000 desaparecidos ni las m¨¢s de 31.000 tentativas de homicidio. Seg¨²n explica el coronel Frederico Caldas, Coordinador General de las UPP, ¡°todos los grandes eventos que se han celebrado en R¨ªo de Janeiro tienen en com¨²n que han sido tranquilos. Fue as¨ª en la conferencia R¨ªo+20, en la visita del Papa y en la Copa de las Confederaciones. No obstante, nuestra pol¨ªtica de seguridad no gira en torno a los grandes eventos, sino que pretende garantizar la seguridad de la ciudad. Para celebrar un evento seguro hay que partir de la base de una ciudad segura¡±.
Pero algo est¨¢ fallando en los planes ideados, quiz¨¢s con exceso de optimismo, por el Gobierno. La presidenta, Dilma Rousseff, adelanta que la que se avecina ser¨¢ recordada como la ¡°Copa de las Copas¡±, en clara referencia a que el mayor campeonato futbol¨ªstico del planeta regresa tras 64 a?os al pa¨ªs que m¨¢s trofeos acumula en su palmar¨¦s: a la casa del f¨²tbol, el sol y la diversi¨®n. Cano, sin embargo, advierte de un factor que podr¨ªa convertirse en el desestabilizador definitivo: que la selecci¨®n brasile?a quede eliminada antes de la final. ¡°Conociendo c¨®mo se comporta la poblaci¨®n brasile?a en periodos de Copa del Mundo, podemos esperar un repunte de la convulsi¨®n social si la selecci¨®n cayese antes de tiempo. Si Brasil termina ganando, la euforia colectiva sofocar¨¢ cualquier posibilidad de protesta¡±.
Controlar las m¨¢s que posibles manifestaciones ser¨¢ el gran desaf¨ªo del Gobierno brasile?o en los pr¨®ximos meses. Los colectivos que protestaron con fuerza en junio del a?o pasado llevan meses en silencio. Las promesas realizadas en aquel momento por la propia presidenta para acallar el clamor popular nunca llegaron a ponerse en pr¨¢ctica. Incluso las subidas del precio del transporte p¨²blico, que fueron el detonante de aquellas mareas humanas enardecidas, han acabado aprob¨¢ndose y golpeando a una sociedad asqueada por un nivel de precios asfixiante. Se respira un malestar larvado que puede volver a complicarle la vida a los gobernantes e incluso a la propia FIFA. De momento es el grito de la favela el que se hace o¨ªr con m¨¢s fuerza.
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