Paulo Malh?es, say¨®n impenitente de la dictadura brasile?a
Muri¨® d¨ªas despu¨¦s de declarar ante la Comisi¨®n Nacional de la Verdad
Mientras Brasil da un paso decisivo en la b¨²squeda de la verdad sobre la dictadura militar (1964- 1985) que lacer¨® y polariz¨® a su sociedad durante m¨¢s de 20 a?os, los responsables de la ignominia van muriendo, algunos en circunstancias extra?as. Fue el caso del teniente coronel retirado Paulo Malh?es, agente del Centro de Informaciones del Ej¨¦rcito (CIE) que operaba en la localidad de Petr¨®polis, en la sierra de R¨ªo de Janeiro, denominada por los historiadores como la casa de la muerte. Malh?es falleci¨® el pasado 25 de abril en su domicilio del municipio carioca de Nova Igua?u a manos de tres asaltantes que amordazaron a su mujer y robaron armas, dinero y joyas. Un mes antes el exmilitar hab¨ªa declarado ante la Comisi¨®n Nacional de la Verdad que investiga los cr¨ªmenes cometidos durante los a?os de plomo de Brasil. En un extravagante y pol¨¦mico interrogatorio de m¨¢s de dos horas, Malh?es reconoci¨® con una frialdad de hielo su participaci¨®n en una larga lista de asesinatos, torturas y desapariciones de disidentes del r¨¦gimen castrense. A la pregunta de a cu¨¢ntas personas mat¨®, respondi¨® sin inmutarse: ¡°A cuantas fue necesario¡±. ¡°?Se arrepiente de alguna de esas muertes?¡±, le insisti¨® uno de los interrogadores. ¡°No¡±, zanj¨®.
Las primeras investigaciones apuntaron inmediatamente a un escenario de asesinato ordenado o ejecutado por personas que podr¨ªan verse salpicadas por futuras declaraciones de Malh?es, considerado antes de morir un ¡°archivo vivo de la dictadura¡±. A medida que fueron pasando los d¨ªas esta tesis se fue desvaneciendo a favor de otra menos novelesca: un tr¨ªo de ladrones irrumpi¨® en su casa con el prop¨®sito de desvalijarla y Malh?es, f¨ªsica y mentalmente muy deteriorado a sus 77 a?os, muri¨® de paro cardiaco o algo similar. Las ¨²ltimas informaciones confirmaron la participaci¨®n en el crimen de un empleado dom¨¦stico del exmilitar.
Con Malh?es desaparece una valiosa fuente de informaci¨®n para reconstruir lo que sucedi¨® en determinados escenarios de la dictadura, como en Petr¨®polis, donde los agentes ten¨ªan la misi¨®n de someter a dram¨¢ticos interrogatorios a disidentes del r¨¦gimen. La reciente historia cuenta que los medios para obtener informaci¨®n eran m¨²ltiples, como la tortura con descargas el¨¦ctricas, por asfixia o con el uso de cr¨ªas de cocodrilo. Se calcula que unas veinte personas fueron asesinadas en el centro de detenci¨®n, uno de tantos.
La muerte de Malh?es forz¨® al Alto Comisariado para los Derechos Humanos de la ONU a exigir a Brasil una ¡°investigaci¨®n inmediata¡± para que ¡°los responsables sean llevados ante la justicia¡±. El septuagenario muri¨® como un apestado. A su entierro solo asistieron una veintena de personas, la mayor¨ªa familiares.
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