?Seguridad energ¨¦tica?
Una nueva pol¨ªtica energ¨¦tica europea necesita partir del an¨¢lisis del desastre actual
¡°La pol¨ªtica alemana de transici¨®n energ¨¦tica es una locura¡±: as¨ª se expresa Sigmar Gabriel, antiguo presidente del SPD, hoy ministro de Econom¨ªa del Gobierno de coalici¨®n de Berl¨ªn. Lamentablemente, debemos extender ese comentario al conjunto de Europa. La pol¨ªtica de la energ¨ªa en el Viejo Continente es una cat¨¢strofe. Y si, un d¨ªa, lo m¨¢s cercano posible, queremos poner en marcha una pol¨ªtica energ¨¦tica europea, hay que empezar por calibrar ahora el desastre. Y esto cualquiera que sea el ¨¢ngulo desde el que se enfoca el problema.
?Se trata de la seguridad del aprovisionamiento? Deber¨ªa ser una prioridad y objeto de una estrecha colaboraci¨®n por parte de los 28. Sin embargo, cada uno la gestiona en funci¨®n de los ego¨ªsmos nacionales y, lo que es peor, hoy se ve amenazada por Vlad¨ªmir Putin. Al menos, la crisis ucraniana nos ha dejado claro ese punto.
Por su parte, los Estados Unidos han parado el golpe y han recuperado la independencia gracias a la explotaci¨®n del gas de esquisto. En Francia, por ejemplo, no solo toda perspectiva de explotaci¨®n est¨¢ proscrita por la ley (aprobada en la era Sarkozy y confirmada por Fran?ois Hollande), sino que la investigaci¨®n tambi¨¦n lo est¨¢. As¨ª que nos negamos a conocer el estado de nuestros recursos, a esperas de encontrar formas de explotaci¨®n m¨¢s respetuosas con el medioambiente. Y, sin comerlo ni beberlo, ahora somos doblemente v¨ªctimas: primero porque nos privamos de un recurso potencial y segundo porque estamos sufriendo las consecuencias de la explotaci¨®n de esos mismos gases de esquisto en EE?UU, que ha ocasionado una bajada de los precios del carb¨®n actualmente exportado por EE?UU hacia Europa. Consecuencia: los europeos cierran sus centrales gas¨ªsticas, que son mucho m¨¢s limpias pero, ahora, demasiado caras, y muchos est¨¢n volviendo al carb¨®n.
?Se trata de la seguridad de los consumidores? Todos nosotros vivimos la paradoja de un precio de producci¨®n muy bajo y un precio facturado al consumidor cada vez m¨¢s elevado. Esto ser¨ªa aceptable si esa diferencia de precio permitiera aumentar la seguridad global a trav¨¦s de una mejor¨ªa del clima y el medioambiente. Este es en principio el desaf¨ªo de la inversi¨®n en energ¨ªas renovables, especialmente las e¨®licas. Pero, en ausencia de una t¨¦cnica de almacenamiento de la electricidad (que sin duda llegar¨¢, pero no antes de unos cuantos y largos a?os), hay que estar constantemente, y de forma aleatoria, en posici¨®n de reactivar una producci¨®n m¨¢s cl¨¢sica. En Alemania, se trata principalmente de centrales de carb¨®n. De modo que, en nombre de un mejor clima para el d¨ªa de ma?ana, contaminamos mucho m¨¢s el aire que respiramos hoy.
Seguramente, la idea de las renovables no es cuestionable en s¨ª misma. Y, a priori, los objetivos europeos para 2020 parecen razonables: reducci¨®n del 20% de los gases de efecto invernadero, producci¨®n del 20% por parte de las renovales y reducci¨®n del 20% del consumo (este ¨²ltimo punto es adem¨¢s una formidable fuente de inversiones). Pero habr¨¢ que reflexionar hoy sobre algunos elementos nuevos. Las inversiones en las renovables han sido aceleradas por efecto de la perspectiva de la escasez (sobre todo del petr¨®leo y del gas). Sin embargo, a consumo constante, las reservas de petr¨®leo y gas han sido reevaluadas a alrededor de dos siglos. Para estimular las inversiones en renovables, los Estados las subvencionan y garantizan su precio, que, actualmente, recae sobre el consumidor. En cuanto a la energ¨ªa solar, que sin duda terminar¨¢ siendo rentable, por el momento es China la que capta la mayor parte. As¨ª que, por el momento, los empleos constantemente prometidos son mayoritariamente... chinos.
El resultado econ¨®mico de todo esto es por ejemplo que las grandes el¨¦ctricas alemanas tienen p¨¦rdidas. Y, m¨¢s all¨¢, no deber¨ªamos perder de vista el hecho de que ayer mismo Europa era la campeona de la industria de las telecomunicaciones y, hoy, ha perdido toda autonom¨ªa en este terreno. De modo que es urgente volver a barajar las cartas, y no cada uno en su rinc¨®n, sino todos juntos. En este campo, como en muchos otros, se trata de una verdadera urgencia europea.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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