Obama se resigna a una Siria bajo el dominio de El Asad
La pasividad de EE UU ante la guerra civil entierra el derecho de injerencia
Siria es la guerra olvidada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Nueve meses despu¨¦s de amagar con una intervenci¨®n militar y retroceder en el ¨²ltimo minuto, Obama parece resignado a una victoria del r¨¦gimen de Bachar El Asad.
La par¨¢lisis de EE UU ante las matanzas en el pa¨ªs ¨¢rabe marca el fin de una ¨¦poca: la de las intervenciones humanitarias, en las que los pa¨ªses occidentales se arrogaron la responsabilidad de proteger poblaciones amenazadas por sus propios gobernantes.
La idea de la responsabilidad de proteger empez¨® a circular en los a?os noventa, cuando la pasividad de las grandes potencias ante los genocidios de Bosnia y Ruanda llev¨® a intelectuales y pol¨ªticos a plantear la necesidad de recurrir a las armas para frenar cr¨ªmenes contra la humanidad. Despu¨¦s sirvi¨® para justificar guerras como la de Kosovo. Algunos la usaron para argumentar la invasi¨®n de Irak en 2003.
Ahora, en tiempos de repliegue militar de la primera potencia, el entusiasmo por resolver problemas ajenos a golpe de misil ha desaparecido.
El presidente de Estados Unidos se re¨²ne con el l¨ªder de la d¨¦bil oposici¨®n moderada
Elliott Abrams ¡ªasesor del presidente republicano George W. Bush durante los a?os de Irak y una de las figuras m¨¢s destacadas de la derecha neoconservadora¡ª sostiene, en una entrevista telef¨®nica, que los efectos de la pol¨ªtica del dem¨®crata Obama en Siria van m¨¢s all¨¢ de este pa¨ªs. En Teher¨¢n, en Tel Aviv, en Pek¨ªn, han juzgado al presidente de EE UU de acuerdo con sus titubeos ante la guerra civil siria y, en opini¨®n de Abrams, han concluido que es un l¨ªder d¨¦bil y poco fiable. Tambi¨¦n en Mosc¨².
¡°Las dudas a la hora de armar a los rebeldes sirios y las dudas a la hora de armar al gobierno de Ucrania responden al mismo deseo de alejarse de situaciones dif¨ªciles, y creo que esto es muy da?ino¡±, dice Abrams, adscrito al laboratorio de ideas Council on Foreign Relations. Una l¨ªnea invisible conecta Damasco con Donetsk.
Obama se reuni¨® el martes con Ahmad Jarba, el presidente de la Coalici¨®n de Oposici¨®n Siria, el grupo moderado reconocido por EE UU como el representante leg¨ªtimo de su pa¨ªs. Jarba, acompa?ado entre otros del general Abdul-Ilah al-Bashir, jefe del ala militar de la oposici¨®n, ha visitado EE UU para pedir ayuda militar a la Administraci¨®n Obama y para explicar a los pol¨ªticos y a la opini¨®n p¨²blica de este pa¨ªs que, pese a las derrotas de los opositores, pese a sus divisiones y pese al ascenso de elementos afines a Al Qaeda en el campo de batalla, nada est¨¢ perdido.
El Departamento de Estado, m¨¢s agresivo choca con el Pent¨¢gono, m¨¢s cauto, por el conflicto en el pa¨ªs ¨¢rabe
¡°Necesitamos armas, sin duda. En especial antia¨¦reas y antitanques¡±, comenta, en un intermedio entre reuni¨®n y reuni¨®n con miembros de laboratorios de ideas y en la Casa Blanca, Majib Ghadbian, representante especial de la coalici¨®n ante EE UU y la ONU. ¡°La superioridad a¨¦rea del r¨¦gimen aterroriza a los sirios y nos impide garantizar la gobernabilidad en la zonas liberadas. Hay que detener los cr¨ªmenes contra los sirios¡±, a?ade.
De la reuni¨®n con Obama en la Casa Blanca no sali¨® ning¨²n compromiso de ayuda militar directa. Pero los primeros misiles antitanques fabricados en EE UU ya han llegado a manos de los rebeldes, seg¨²n The Washington Post. Y la CIA ha suministrado ayuda secreta.
Desde que empez¨® hace tres a?os, la guerra siria ha dejado m¨¢s de 150.000 muertos, seg¨²n algunos c¨¢lculos, y millones de desplazados. Ha tensado las relaciones de EE UU con aliados clave en la regi¨®n como Arabia Saud¨ª. En este tiempo han sido inocuas o se han incumplido las exhortaciones y promesas de Obama: Asad deb¨ªa abandonar el poder; si el r¨¦gimen usaba armas qu¨ªmicas, EE UU intervendr¨ªa; o Washington, como m¨ªnimo, armar¨ªa a los rebeldes.
En septiembre de 2013, un acuerdo in extremis con Rusia para retirar las armas qu¨ªmicas de Siria permiti¨® a Obama suspender una intervenci¨®n militar ya preparada pero que topaba con la oposici¨®n del Congreso de EE UU y de los ciudadanos norteamericanos, reticentes a cualquier aventura militar tras la d¨¦cada de guerras en Irak y Afganist¨¢n. Desde entonces, el desarme qu¨ªmico de Asad ha avanzado, pero la guerra contin¨²a. Los intentos de negociar la paz ¡ªel ¨²ltimo, en enero en Ginebra¡ª han fracasado.
¡°Desafortunadamente, las cosas no van en la buena direcci¨®n. Es muy frustrante¡±, dijo hace unos d¨ªas un alto cargo de la Administraci¨®n Obama, que exigi¨® mantener el anonimato. ¡°Pero esto no significa que arrojemos la toalla¡±, precis¨®.
¡°Lo que ocurre [en Siria] es intolerable, y todos debemos hacer m¨¢s¡±, dice la embajadora ante la ONU Samantha Power
Jarba quer¨ªa convencer a sus interlocutores norteamericanos, reacios a respaldar a un bando en el que los islamistas radicales cuentan con una influencia creciente, de que existe una oposici¨®n democr¨¢tica y fiable. Washington ha entregado ya 287 millones de d¨®lares en ayuda llamada no-letal ¡ªes decir, nada de armas ni munici¨®n¡ª a la oposici¨®n y acaba de reconocer las oficinas de la Coalici¨®n de Oposici¨®n Siria como una misi¨®n extranjera en EE UU.
No son s¨®lo neoconservadores como Elliott Abrams los que piden una mayor implicaci¨®n de EE UU en Siria. El debate se reproduce dentro de la Administraci¨®n Obama. El secretario de Estado, John Kerry, y la embajadora de EE UU ante la ONU, Samantha Power, promueven una pol¨ªtica m¨¢s agresiva y han sugerido desde una intervenci¨®n militar al env¨ªo de fuerzas especiales, seg¨²n inform¨® en abril The Wall Street Journal. El Pent¨¢gono, con el jefe del Estado Mayor Conjunto, Martin Dempsey, al frente, pide cautela: en la era del repliegue, EE UU ni quiere ¡ªni seguramente puede¡ª resolverlo todo.
Los militares temen adem¨¢s que las armas caigan en manos de los rebeldes. Desde el inicio de la guerra civil, han rechazado una intervenci¨®n militar por miedo a una repetici¨®n del fiasco de Irak. El Pent¨¢gono tambi¨¦n fue reacio a participar en los bombardeos en Libia de 2011 y ahora pone reparos al env¨ªo de ayuda militar a Ucrania.
En el bando opuesto se encuentra Power, que antes que embajadora fue periodista y activista en favor de los derechos humanos, y public¨® en 2002 un libro de referencia sobre la responsabilidad de proteger, A problem from hell (Un problema infernal), una denuncia de la pasividad de EE UU ante los genocidios del siglo XX.
¡°Cuando se eliminan vidas inocentes a gran escala y Estados Unidos tiene el poder de detener las matanzas a un precio razonable, est¨¢ obligado a actuar¡±, escrib¨ªa la actual embajadora ante la ONU. La realpolitik del presidente Obama casa mal con el idealismo de Power. ¡°Lo que ocurre [en Siria] es intolerable, y todos debemos hacer m¨¢s¡±, dijo la embajadora a finales de abril en un discurso en el Museo del Holocausto de Washington.
¡°Todo esto debe ser muy, muy dif¨ªcil psicol¨®gica y emocionalmente para Samantha¡±, dice Abrams, que la conoce bien.
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