Perder el poder
Los resultados de la primera vuelta de las presidenciales colombianas muestran que la paz de Juan Manuel Santos ni hace escuelas, ni traza carreteras, ni resuelve los problemas
Sin duda, contra algo se vive mejor.
El resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia revela el giro que est¨¢ imponiendo la sociedad. Los ¨¦xitos econ¨®micos a corto plazo no son suficientes. Cada vez con m¨¢s frecuencia, las pol¨ªticas estatales frente a las carencias de la poblaci¨®n quedan varadas entre millones de gritos desesperados y la incapacidad de gobernantes que no comprenden por qu¨¦ es m¨¢s importante lo que queda por hacer que lo que se consigui¨®, los saldos que las promesas.
Juan Manuel Santos fue un brillante ministro de Defensa en el Gobierno de ?lvaro Uribe. Codo a codo contra la guerrilla, ambos consiguieron un grado de aceptaci¨®n que permiti¨® a Uribe terminar su mandato como un emperador que se enfrent¨® de manera implacable a una lucha contra el mal, y a Santos como un jefe de los ej¨¦rcitos imperiales que parcialmente garantizaba al electorado la continuidad, hasta culminar la estrategia que Colombia se plante¨® para finiquitar esa guerra end¨¦mica. El conflicto civil colombiano comenz¨® cuando asesinaron de tres tiros a Jorge Gait¨¢n. Esa tarde aciaga de abril de 1948, tambi¨¦n mataron la paz. Luego vinieron las paradojas: la Colombia bogotana es un pa¨ªs desarrollado. La Colombia rural es feudal. Ah¨ª los se?ores del campo se armaron para defenderse de las FARC -nacidas de las autodefensas campesinas- y de otras guerrillas ¨Ccomunista en sus or¨ªgenes- con sus propios ej¨¦rcitos de bolsillo devenidos en paramilitares, que se conducen con la misma l¨®gica que los se?ores feudales que le cortaron la cabeza a un rey a trav¨¦s de Oliver Cromwell, sintetizando de manera ejemplar la esencia b¨¦lica de los pueblos.
A diferencia de otras, la violencia colombiana, es m¨¢s premeditada que explosiva. En Colombia ¡°cuando toca, toca¡±. Y si uno es bueno para algo, ya tiene el ingreso del d¨ªa. Santos es un hombre educado, con estudios en el exterior, con una mentalidad m¨¢s sajona que colombiana. ?l rompi¨® la din¨¢mica de Uribe: vivir luchando contra alguien. Uribe fue un presidente de contrastes. Ahora sufre la traici¨®n de su hijo al que dej¨® la presidencia ¨C¡°t¨² tambi¨¦n me desconoces, Juan Manuel¡±- y se empe?a de nuevo en imponer a los dem¨¢s su principio vital: contra algo se vive mejor.
El Gobierno no se enfrenta con eficacia al reto que plantea la era de mayor y mejor comunicaci¨®n de todos los tiempos. Muchos colombianos padecen hambre, falta de escuelas, de empleo, de protecci¨®n m¨¦dica. Sin embargo, s¨ª pueden ver la destrucci¨®n del mundo en que crecieron en la televisi¨®n o en las redes y pueden gritar, rechazar o aprobar el regreso de las ilusiones.Los pueblos consideran las vitrinas de las pasteler¨ªas como un derecho at¨¢vico. Ver a trav¨¦s de sus cristales y oler sus manjares les da el derecho, piensan, a poseerlas. Por eso, son sociedades que gritan, sociedades demandantes, col¨¦ricas.
Por estas razones, Santos perdi¨® la primera vuelta contra ?scar Iv¨¢n Zuluaga ¨Cministro de Hacienda de Uribe (?venganza b¨ªblica?) y, si no le ayudan los votos de la izquierda, puede perder la segunda. Porque al final del d¨ªa, la paz distintiva de Santos es una paz que ni hace escuelas, ni traza carreteras, ni resuelve los problemas aqu¨ª y ahora.
Por eso, sus promesas de campa?a no tienen importancia porque, al igual que ocurre con Dilma Rousseff, a nadie le preocupa cu¨¢ntos millones de brasile?os abandonaron el umbral de la pobreza, lo que cuenta es que el resto tienen nariz para oler y ojos para ver el pastel. Y si el pastel de los trenes, hospitales, escuelas y empleos no es para ellos, ?por qu¨¦ s¨ª hay harina y merengue para el Mundial?
La victoria de Lula fue hist¨®rica porque represent¨® la llegada de la izquierda; la consagraci¨®n de un obrero que tend¨ªa la mano, abrazaba las reformas previas y las consolidaba con un tinte social. Uribe y Lula fueron, sobre todo, un discurso pol¨ªtico. La diferencia con Santos y Rousseff es que el discurso de ¡°administrar lo posible¡± no est¨¢ de moda. Ahora gustamos de lo imposible: ¡°Dame mi pastel ya¡±. Esta es la consecuencia l¨®gica de haber perdido el tiempo en la vida y en la pol¨ªtica.
Y no basta con que los m¨¦dicos sociales ausculten los males de nuestra sociedad, hay algunas conclusiones l¨®gicas: si no se acaba ahora la guerra, seguir¨¢ siendo para Colombia la primera industria y ser¨¢ la ¨²nica autopista, la ¨²nica escuela y el ¨²ltimo hospital. En Brasil, si no se empieza por algo, nunca habr¨¢ ni hospitales, ni escuelas. Todo entonces ser¨¢ una inmensa favela que a¨²lla en noches que siempre ser¨¢n de luna llena porque nunca llegaremos a tiempo al umbral de los sue?os realizados.
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