La resurrecci¨®n de los Windsor
?Puede la monarqu¨ªa espa?ola recuperar la popularidad como hicieron sus primos brit¨¢nicos?
Cuando el 25 de julio de 1992 el pr¨ªncipe Felipe de Borb¨®n irrumpi¨® en las pistas del Estadio Ol¨ªmpico de Montju?c como abanderado del equipo espa?ol, la monarqu¨ªa restaurada en 1975 alcanz¨® uno de sus puntos m¨¢s ¨¢lgidos de popularidad. Pero en aquellos mismos d¨ªas, una de las monarqu¨ªas europeas m¨¢s rancias, la brit¨¢nica, padec¨ªa lo que la reina Isabel II denomin¨® su ¡°annus horribilis¡±. Una crisis que bordear¨ªa la tragedia cinco a?os despu¨¦s, al final del verano de 1997, cuando la soberana brit¨¢nica insisti¨® en seguir en Balmoral tras la tr¨¢gica muerte de Diana y el rancio protocolo llev¨® a los Windsor a cometer la torpeza de impedir que ondeara el pabell¨®n real en el palacio de Buckingham porque la soberana no estaba en ¨¦l.
Algo m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s, todo es diferente. La monarqu¨ªa espa?ola, por razones que muchos otros explican en estas p¨¢ginas, ha perdido la popularidad interna y el prestigio externo que ten¨ªa en 1992, y la brit¨¢nica est¨¢ en la cima de su popularidad dentro y fuera de las islas. ?Qu¨¦ ha pasado? ?Pueden los Windsor ser un ejemplo a seguir por los Borbones espa?oles?
El cambio de los Windsor no ha sido algo que haya surgido de la nada. Es el fruto de un profundo trabajo de profesionales de las relaciones p¨²blicas que han conseguido que los miembros de la familia real se comporten como lo que en realidad son: personajes famosos en el mundo medi¨¢tico del siglo XXI.
Cuando, en noviembre de 1992, Isabel II se dirigi¨® a la City en su tradicional discurso anual en Guildhall, no solo pronunci¨® la famosa frase del?annus horribilis; tambi¨¦n puso a la City ¡°como un buen ejemplo de la manera en que el proceso de cambio se puede incorporar respetando la estabilidad y la continuidad de una gran instituci¨®n¡±. ¡°Hab¨¦is sentado un precedente de c¨®mo es posible seguir siendo efectivo y din¨¢mico sin perder vuestras cualidades, car¨¢cter y estilo indefinibles¡±. No hac¨ªa m¨¢s que anticipar lo que le ocurrir¨ªa en unos a?os a ella y a su familia.
Los Windsor parecen especialmente adaptables a los cambios y capaces de reinventarse a s¨ª mismos, quiz¨¢ siguiendo la m¨¢xima que dej¨® escrita Lampedusa: ¡°Algo ha de cambiar para que nada cambie¡±. Durante la I Guerra Mundial se cambiaron el nombre de familia: el germ¨¢nico y en aquellos tiempos inconveniente nombre de Saxe-Coburgo-Ghota se transform¨® en el muy brit¨¢nico Windsor. En 1936 fueron capaces de superar la abdicaci¨®n de Eduardo VIII, que se cas¨® con una rica estadounidense divorciada cuando llevaba menos de un a?o en el trono. Y en los ¨²ltimos a?os han conseguido superar la crisis de la etapa de Diana de Gales.
Lo han hecho de la mano de profesionales que han tratado a los Windsor como una empresa, controlan hasta el ¨²ltimo detalle de lo que hacen ante el p¨²blico y han sabido explotar las cualidades de cada uno. La frialdad de la reina Isabel II se ha transformado en seriedad profesional. Las meteduras de pata de su marido, el duque de Edimburgo, son ahora una prueba de car¨¢cter y bonhom¨ªa. Las pol¨¦micas opiniones del pr¨ªncipe Carlos son una prueba de que es un hombre de convicciones y en muchos aspectos un adelantado a su tiempo. Camila ya no es esa tercera persona que ayud¨® a destrozar el matrimonio de Lady Di, sino el amor de toda la vida del Pr¨ªncipe de Gales, ayer, hoy y siempre.
El pr¨ªncipe Enrique ya no es el cabra loca capaz de disfrazarse de nazi para una fiesta, sino el joven soldado que ha servido en Afganist¨¢n, aunque sigue mostrando de vez en cuando que su lado juvenil a¨²n le marca mucho. Guillermo, por supuesto, se ha consolidado como futuro rey desde su matrimonio con Catalina y el nacimiento de su hijo Jorge. T¨ªmido como su madre y casi tan estirado como su padre, la llegada de Kate ha sido una bendici¨®n para reforzar su imagen. A todo eso se a?ade algo quiz¨¢s a¨²n m¨¢s importante: los llamados minor royals, la familia real de segunda fila, ya no protagoniza tantas pol¨¦micas medi¨¢ticas como en el pasado, algo que no puede ser en absoluto casual.
?Pueden los Borbones seguir el mismo camino en Espa?a? Hay muchas diferencias y m¨¢s bien poco favorables. Los brit¨¢nicos son mayoritariamente mon¨¢rquicos y eran los Windsor, m¨¢s que la monarqu¨ªa, lo que estaba en crisis: Espa?a ya era un pa¨ªs muy dividido acerca de la instituci¨®n antes de cuestionar a su cabeza visible; incluso en los buenos tiempos, de los espa?oles se dec¨ªa que eran m¨¢s juancarlistas que mon¨¢rquicos. Los esc¨¢ndalos econ¨®micos de los Windsor han sido acallados muy pronto y nunca han llegado a los tribunales. Y el problema territorial es completamente diferente: hasta los independentistas escoceses quieren que Isabel II siga siendo su reina.
A favor del futuro Felipe VI juega el hecho de que, a pesar de todo, el palacio de la Zarzuela parece una modesta vivienda de obra vista al lado de la pompa y el gasto de la monarqu¨ªa brit¨¢nica. La cuesti¨®n, quiz¨¢s, es conseguir que la gente aprecie esa diferencia.
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