La finta del siglo XXI
Occidente paga a disgusto y sin comprender nada del desarrollo del terrorismo islamista
El siglo XXI nos ha hecho una finta que solo ahora empezamos a percibir. Empez¨® con la amenaza de un terrorismo que atacar¨ªa las grandes metr¨®polis y convertir¨ªa el tr¨¢fico de aviones, trenes y autobuses en objetivos b¨¦licos. Acreditada la amenaza por los atentados de Nueva York del 11-S (2001), Occidente cambi¨® sus sistemas de prevenci¨®n y seguridad e incluso se propuso modificar sus criterios en cuesti¨®n de libertades y derechos individuales.
?De cara adentro, el limbo legal de Guant¨¢namo abri¨® sus puertas, los servicios secretos secuestraron y torturaron, se pretendi¨® dar carta legal al asesinato extrajudicial y a la confesi¨®n bajo coerci¨®n. De cara afuera, EE?UU se implic¨® en dos guerras, una con cobertura de Naciones Unidas y otra sin ella, para cambiar los reg¨ªmenes de Afganist¨¢n e Irak y construir all¨ª una democracia de costes insoportables: los econ¨®micos, seis billones de d¨®lares entre ambas, seg¨²n algunas evaluaciones, contribuyeron dram¨¢ticamente a un endeudamiento insoportable; las p¨¦rdidas militares, 7.500 muertos, centenares de miles de heridos, dejaron al pa¨ªs exhausto y sin ganas de guerrear para muchos a?os; para no entrar en la dif¨ªcil evaluaci¨®n de los costes pagados por iraqu¨ªes y afganos: m¨¢s de 130.000 v¨ªctimas civiles y la destrucci¨®n de ciudades, infraestructuras o de los equilibrios ¨¦tnicos, religiosos y tribales que hab¨ªan garantizado una cierta estabilidad.
Luego lleg¨® la rectificaci¨®n, total con la retirada de Irak ya completada y la muy pr¨®xima en Afganist¨¢n, y parcial en libertades y derechos: Guant¨¢namo sigue abierto, los drones hacen ahora a distancia lo que antes se hac¨ªa con riesgos y costes pol¨ªticos y los derechos individuales siguen sacrific¨¢ndose, ahora al espionaje digital. Con un resultado que es bueno de cara adentro: apenas hay terrorismo en territorio occidental; pero malo de cara afuera, como demuestra la escalada yihadista estos d¨ªas en tres puntos de la geograf¨ªa tan alejados como Borno en Nigeria, Mosul en Irak o Karachi en Pakist¨¢n.
No hay coordinaci¨®n ni conexi¨®n entre Boko Haram, el Estado Isl¨¢mico de Irak y el Levante y los talibanes de Pakist¨¢n, los grupos responsables. Y poco tienen que ver el secuestro de 200 ni?as, la ocupaci¨®n de la segunda ciudad iraqu¨ª que es Mosul o el ataque al aeropuerto internacional de la capital financiera y comercial paquistan¨ª que es Karachi. Pero todos tienen en su ADN el yihadismo de Al Qaeda y el objetivo de un califato donde se aplica la ley isl¨¢mica o shar¨ªa a rajatabla y en su m¨¢s primitiva y salvaje interpretaci¨®n. Tambi¨¦n todos recogen la cosecha de sucesivos errores: primero la guerra global contra el terror y la democratizaci¨®n a ca?onazos; y luego el desistimiento y la retirada precipitada. Y los frutos amargos de la primavera ¨¢rabe: la guerra civil libia explica la fuerza de Boko Haram como la siria explica la de los yihadistas de Irak y el Levante.
No llegan terroristas, llegan refugiados aterrorizados. Es el final de la finta del siglo XXI que Occidente paga a disgusto y sin comprender nada.
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