La Copa nos ayuda a descubrir que Brasil ya es un pa¨ªs normal
Nos sorprende hoy la normalidad de Brasil, un pa¨ªs que cre¨ªamos y parec¨ªa diferente
Si una virtud est¨¢ teniendo el segundo Mundial de F¨²tbol celebrado en Brasil es que empieza a revelarse un pa¨ªs normal y no ¡°diferente¡±. Hasta junio pasado, cuando dos millones de brasile?os salieron a la calle en varias ciudades para exigir transportes, hospitales y escuelas ¡°padr¨®n Fifa¡± y para protestar contra el despilfarro en la organizaci¨®n de la Copa, Brasil, como se dijo un tiempo de Espa?a, era visto como ¡°diferente¡±.
El llamado pa¨ªs del bal¨®n era tambi¨¦n el de la samba, las garotas de Ipanema, la alegr¨ªa y la pereza tropical. Y el atraso. Un pa¨ªs como el que a veces presenta la publicidad de rutas tur¨ªstica mundiales.
Un Brasil pol¨ªticamente anestesiado porque surgi¨® de repente como sexta potencia econ¨®mica del mundo, con un l¨ªder mesi¨¢nico que lo conduc¨ªa de la esclavitud de una pobreza at¨¢vica a la tierra prometida de la clase media.
Y mientras las calles y plazas de medio mundo se llenaban de ¡°indignados¡± con sus protestas contra una pol¨ªtica considerada arcaica y fosilizada en el mundo de la comunicaci¨®n global, el nuevo Mois¨¦s brasile?o era envidiado y objeto de deseo de otros pa¨ªses que lo hubiesen querido tambi¨¦n como l¨ªder.
Brasil parec¨ªa ajeno a las agitaciones callejeras que sacud¨ªan medio mundo en busca de nuevas formas de participaci¨®n ciudadana y que exig¨ªan mayor calidad de vida para todos y m¨¢s decencia en los palacios del poder pol¨ªtico y econ¨®mico. No exist¨ªan indignados en Brasil.
El pa¨ªs segu¨ªa siendo misteriosamente diferente, feliz y hasta orgulloso con lo poco que ten¨ªa, una diferencia que fuera de sus fronteras tantos envidiaban y a?oraban, incluso en el primer mundo rico.
De repente, por esos milagros que a veces crea el c¨²mulo silencioso de exigencias reprimidas, Brasil, acunado con el eterno mantra de pa¨ªs ¡°del futuro¡±, despert¨® y empez¨® a exigir el presente.
A partir de ese momento, Brasil empieza a sorprender al mundo, esta vez por la paradoja de su repentino inconformismo. Sorprende hoy la ¡°normalidad¡± de un pa¨ªs que parec¨ªa y lo cre¨ªamos diferente. Ya no lo es y empieza a actuar como los dem¨¢s.
Por eso, vive la pasi¨®n del Mundial, pero ya no es s¨®lo f¨²tbol y lo vive de otra forma que en el pasado, con mayor normalidad, lo que no significa sin pasi¨®n, que existe y mucha, pero como en tantos otros pa¨ªses normales.
Esta Copa est¨¢ acabando de demostrar todo esto. Mientras los que dirigen el pa¨ªs se deshacen en peticiones para que los brasile?os de a pie ofrezcan una buena imagen al mundo, la que ofrec¨ªan antes de su enfado, los brasile?os se empe?aban en quebrar el encanto, en romper el propio espejo m¨¢gico para presentarse como son o como quieren ser en adelante y no como dec¨ªan que eran.
Brasil quiere mostrarse al mundo, consciente o inconscientemente, como un pa¨ªs m¨¢s del mapa, normal, con sus luces y sin ocultar sus sombras; con sus virtudes, que son muchas, y su idiosincrasia de pa¨ªs acogedor con los extranjeros, multiracial y pluralista religiosamente- como est¨¢ demostrando la recepci¨®n a los equipos de fuera- y al mismo tiempo inconformista con la degeneraci¨®n de la vieja pol¨ªtica y sus corrupciones y despilfarros, inc¨®modo con las a¨²n muchas discriminaciones sociales y dispuesto, con sus luchas, a exigir lo que creen que les pertenece por derecho.
Negarse a entender esta metamorfosis, emperrarse en seguir bautizando a este nuevo Brasil como ¡°desagradecido¡± y con tentaciones de volver al pasado, podr¨ªa ser un grave error porque, al rev¨¦s, este pa¨ªs est¨¢ escogiendo el camino de la modernidad, de la normalidad, de lo que hoy germina en el resto del mundo.
Ha preferido salir, aunque desnudo, del paraiso en el que lo hab¨ªan colocado, y compartir la suerte de los otros pa¨ªses hu¨¦rfanos de pol¨ªtica, errantes por el desierto de la incertidumbre.
Y en esa orfandad y desgarro de no saber a veces hacia donde se camina, puede ocurrir de todo: cr¨ªticas al poder que hasta ayer idolatraba; luchas duras que rayan a veces en acciones violentas, en algunas casos contraproducentes y en otros como defensa contra una excesiva violencia institucional. O huelgas reivindicativas, o confesiones en pancartas y palabras de orden que tambi¨¦n ellos, la calle an¨®nima, quieren tener voz, ya que no les basta, como en el pasado, colocar un voto en las urnas cada cuatro a?os.
No les basta que sea el poder el que explique al mundo c¨®mo es Brasil. Lo quieren contar tambi¨¦n ellos.
?Condenaremos a los brasile?os, injertados ya social y econ¨®micamente entre los pa¨ªses que cuentan en el planeta, por querer ser un pa¨ªs normal, por mucho que ello pueda doler a los que lo prefer¨ªan diferente, quiz¨¢s porque as¨ª les resultaba m¨¢s c¨®modo, m¨¢s f¨¢cil de manejar y menos peligroso?
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