El largo camino del perd¨®n
V¨ªctimas del conflicto colombiano se debaten entre la reconciliaci¨®n y la verdad
Una noche de hace ocho a?os, Gloria Janeth Salamanca emprendi¨® un viaje que no ha logrado terminar. Llevaba una semana sin saber nada de su hijo de 20 a?os y cruz¨® el pa¨ªs para buscarlo en su lugar de trabajo en un pueblo a varios d¨ªas de Bogot¨¢. Apenas sab¨ªa nada de las FARC, y ahora nombra frentes y l¨ªderes con sus nombres y sus alias. All¨ª le dijeron que la guerrilla lo hab¨ªa asesinado y lleg¨® incluso hasta el campamento donde se supon¨ªa que estaba o hab¨ªa estado. No sirvi¨® de nada. La ¨²ltima noticia fiable lleg¨® un a?o despu¨¦s, y era que las FARC lo hab¨ªan trasladado a otro lugar. Cada d¨ªa desde entonces, esta mujer c¨¢lida y expresiva de 54 a?os se pregunta si est¨¢ vivo o muerto.
Colombia es un pa¨ªs lleno de v¨ªctimas. Donde 6,5 millones de personas, de una poblaci¨®n de 47 millones, est¨¢n afectadas por una guerra que dura ya cinco d¨¦cadas y ha causado 220.000 muertos. El di¨¢logo de paz con la guerrilla que el Gobierno mantiene en La Habana empieza ahora a negociar el punto m¨¢s doloroso y arriesgado de la agenda, el de c¨®mo se va a resarcir a quienes el conflicto les ha partido la vida. No se har¨¢ sin ellos: a Cuba viajar¨¢n grupos de v¨ªctimas. Se trata de concretar qu¨¦ verdad, qu¨¦ justicia y qu¨¦ reparaci¨®n van a tener. De c¨®mo las FARC, por ejemplo, van a ayudar a indemnizar a las v¨ªctimas. C¨®mo van a pedir perd¨®n. Si habr¨¢ penas de c¨¢rcel para alguien y qu¨¦ otro tipo de medidas se pueden tomar. Todo eso est¨¢ por pactarse, en un momento en el que el futuro de la negociaci¨®n de paz est¨¢ en el aire, convertida en el eje de la campa?a electoral y atravesada por una pol¨ªtica emocional y polarizada.
¡°A m¨ª ya me repararon, pero todav¨ªa no s¨¦ la verdad¡±, afirma, mientras rebusca en su bolso en una cafeter¨ªa del centro de Bogot¨¢. ¡°Le voy a presentar¡±, y saca una chapa con la foto de un chico en camiseta. ¡°Este es John Jairo¡±. Salamanca est¨¢ de acuerdo con el proceso de paz. Es su oportunidad, dice, de saber qu¨¦ ocurri¨®. ¡°La verdad duele, enferma, pero yo ya estoy preparada para conocerla¡±, cuenta. Ella recibi¨® unos 2.000 euros, igual que el padre de su hijo, y el hermano, 4.000. Con eso se compr¨® unos aparatos de masaje y trabaja, entre otros, para funcionarios de la Unidad de V¨ªctimas, el organismo creado hace dos a?os y medio para gestionar la tarea de indemnizar y reparar.
Paula Gaviria est¨¢ al frente de esa oficina donde todas las cifras son descomunales. ¡°Lo que se est¨¢ haciendo es in¨¦dito, reparamos a v¨ªctimas mientras siguen llegando m¨¢s. En este tiempo las hemos estado buscando, porque muchas no estaban registradas como tales¡±, cuenta. La enorme mayor¨ªa son desplazados ¡ª5,5 millones¡ª que tuvieron que huir de sus casas para salvar la vida. El resto, un mill¨®n, son afectados por numerosas variedades del horror: mutilados por minas, secuestrados, familiares de asesinados, de desaparecidos. En este tiempo han llegado a 385.000 personas, a las que han indemnizado por 905 millones de euros. ¡°Tambi¨¦n tenemos planes individuales de atenci¨®n psicol¨®gica, social, de viviendas, de ayuda para que sepan c¨®mo administrar o poner a rendir la indemnizaci¨®n¡±, cuenta. Calcula que, para los diez a?os que tiene mandato la unidad, se necesitar¨¢n 21.600 millones de euros, y ah¨ª entra tambi¨¦n la restituci¨®n de tierras a los campesinos despojados.
Salamanca recuerda cada detalle del viaje al campamento guerrillero, el atravesar zonas con selva, controles de la guerrilla, pueblos abandonados, carteles de desaparecidos. Al principio le cay¨® encima toda la soledad. ¡°Los odi¨¦ mucho por quitarme a mi hijo. Quer¨ªa que se murieran, quer¨ªa morirme yo¡±, cuenta. ¡°Tard¨¦ cuatro a?os en empezar a perdonar, el odio me estaba enfermando. Pero nunca voy a olvidar, y las v¨ªctimas nos merecemos justicia¡±. Para Salamanca, eso significa que le digan qu¨¦ pas¨® con su hijo, qui¨¦n es el responsable y por qu¨¦ lo hizo. ¡°Yo a los guerrilleros me los llevar¨ªa al campo a cultivar, a que sean productivos, pero ah¨ª en la c¨¢rcel andan mejor que uno. Prefiero que aprendan a trabajar la tierra en vez de llenarla de sangre¡±, opina.
Las voces sobre qu¨¦ es justicia son tan distintas como las v¨ªctimas de esta guerra. ¡°Necesitamos que nos pidan perd¨®n p¨²blicamente y un reconocimiento de que se equivocaron¡±, dice Ricardo Valencia, un representante de Caquet¨¢ en un encuentro regional de v¨ªctimas en un hotel del centro de la capital. ¡°La reparaci¨®n administrativa no lo cubre todo, queremos que los que tengan delitos de lesa humanidad vayan a la c¨¢rcel, aunque sea menos tiempo¡±, explica delante de otros compa?eros. Debaten junto a los inmensos ventanales del piso 17, desde donde se ven los verdes cerros y la ca¨®tica enormidad de Bogot¨¢. A ¨¦l lo secuestraron los paramilitares. A Bonifacio, las FARC. Heladio tuvo que huir de sus tierras. ¡°Hay que distinguir entre los guerrilleros rasos, que muchas veces son nuestros hijos reclutados como carne de ca?¨®n, y los jefes¡±, apunta ¨¦l, que evit¨® que se llevaran al suyo.
El viaje de Gloria Janeth Salamanca no ha terminado y el de los colombianos no ha hecho m¨¢s que empezar. ¡°Creo que tendremos que ceder y ellos tendr¨¢n que pedir perd¨®n, esto es solo el principio, porque lo importante es que no se repita¡±, comenta Jorge V¨¢squez, representante de la mesa nacional de las v¨ªctimas, con unas 4.000 asociaciones. Ese es el discurso de Clara Rojas, la hoy congresista que estuvo 6 a?os en la selva secuestrada junto a la entonces candidata presidencial Ingrid Betancourt. ¡°Es desafortunado que las elecciones entren en esto, desdibuja lo que se est¨¢ haciendo¡±, lamenta, consciente de que ¡°es la primera vez que un proceso as¨ª avanza tanto¡±, afirma. ¡°Hay que buscar el camino de la reconciliaci¨®n, y es muy largo, tiene muchos kil¨®metros¡±, reflexiona.
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