La cruzada diaria de un soldado retirado
Muchos excombatientes en EE UU sufren lesiones permanentes y precisan de ayuda
Postrados cada uno en una silla de ruedas, Al Kovach y Sherman Gillums son un ejemplo de superaci¨®n personal. Son dos de los miles de exsoldados estadounidenses que, al margen de las cicatrices psicol¨®gicas que puede dejar el servicio militar, padecen lesiones permanentes. Ambos trabajan en la asociaci¨®n de Veteranos Paral¨ªticos de Am¨¦rica (PVA, por sus siglas en ingl¨¦s), fundada en 1946 tras la Segunda Guerra Mundial. La suya es una lucha entusiasta por derrotar los estigmas, mejorar la atenci¨®n m¨¦dica y evitar que cualquier excombatiente caiga en la espiral de desamparo y depresi¨®n que les espera a muchos al volver a su vida civil.
Los veteranos son especialmente venerados en un pa¨ªs con una larga tradici¨®n belicista como Estados Unidos. La realidad de este colectivo, que integran unas 22 millones de personas, ha saltado en las ¨²ltimas semanas a la primera l¨ªnea pol¨ªtica a ra¨ªz del esc¨¢ndalo por las extendidas manipulaciones de listas de espera en hospitales p¨²blicos del Departamento de Veteranos, que todo apunta causaron la muerte de al menos 40 excombatientes en Arizona. La pol¨¦mica se ha cobrado la dimisi¨®n del secretario de Veteranos de la Administraci¨®n de Barack Obama y a ella se le ha unido la controversia por la liberaci¨®n del sargento Bowe Bergdahl -cautivo cinco a?os por talibanes en Afganist¨¢n y al que algunos de sus excompa?eros acusan de desertor- a cambio de cinco presos afganos.
Kovach y Gillums, de 49 y 41 a?os respectivamente, contemplan con nerviosismo los cambios en el sistema de salud del Departamento de Veteranos que se est¨¢n debatiendo en el Capitolio al calor de la pol¨¦mica de Arizona. En su caso, la atenci¨®n m¨¦dica que reciben, aseguran, es excelente y aunque admiten que el servicio tiene que mucho por mejorar, advierten que la soluci¨®n no pasa por una privatizaci¨®n encubierta. ¡°Hay un problema de acceso, pero luego hay camas vac¨ªas porque no hay suficientes trabajadores. Hay que invertir m¨¢s y no solo fijarse en quienes usan el sistema sino tambi¨¦n en quienes lo demandan¡±, afirma Gillums en una entrevista en su despacho en la sede de la PVA en Washington, repleta de placas, medallas y mensajes optimistas.
El Senado y la C¨¢mara de Representantes aprobaron esta semana sendos proyectos de ley que dar¨ªan a los exsoldados mayor acceso a centros privados y permitir¨ªan al Departamento de Veteranos abrir m¨¢s hospitales y contratar a m¨¢s personal. Las dos c¨¢maras tienen que consensuar ahora un texto com¨²n para que sea ratificado por Obama. Esta semana tambi¨¦n se conoci¨®, a partir de una auditor¨ªa interna, que el 76% de los centros incumple el objetivo de 14 d¨ªas de espera de un paciente, en muchos casos superando los 90.
La situaci¨®n de los veteranos se ha situado en la primera l¨ªnea pol¨ªtica a ra¨ªz de varias pol¨¦micas en EE UU
El Departamento cuenta con 1.700 hospitales y centros de atenci¨®n que atienden a alrededor de nueve millones de militares retirados. Son los ¨²nicos hospitales que ofrecen atenci¨®n a una persona discapacitada ¡°desde el momento de la lesi¨®n hasta su muerte¡±. ¡°El sector privado no tiene ese servicio, por eso no estamos seguros de que est¨¦ equipado para hacerlo¡±, sostiene Gillums, que es director de la divisi¨®n de ayudas de la PVA y que se qued¨® tetrapl¨¦jico en 2002 tras sufrir un accidente con un veh¨ªculo poco antes de ser enviado a la guerra de Afganist¨¢n. Ten¨ªa 29 a?os y hac¨ªa 12 que se hab¨ªa alistado a los Marines. ¡°Si emp¨¬ezan a privatizar el sistema, empeorar¨¢ la calidad porque es dif¨ªcil saber c¨®mo tratarnos¡±.
Su amigo Kovach, actual vicepresidente y futuro presidente de la asociaci¨®n, va en silla de ruedas desde 1991 cuando a sus 26 a?os sufri¨® un accidente en paraca¨ªdas. Llevaba m¨¢s de tres a?os como integrante del cuerpo de ¨¦lite de la Marina. A ambos esa fatalidad les hundi¨® moralmente y lo ¨²nico que les rescat¨®, al cabo de un tiempo, fue la pr¨¢ctica de deporte. ¡°Es una pesadilla porque pasas de ser un gran activo para tu pa¨ªs a ser un lastre. Te tiendes a aislar, crees que no conseguir¨¢s un trabajo¡±, rememora con la vitalidad de la que carec¨ªa entonces.
Gracias a un programa de la PVA, Kovach empez¨® a competir en deportes para discapacitados a lo largo de Estados Unidos y el extranjero. ¡°Suben tus niveles de endorfinas y te vuelves a sentir bien. Cuando me sacaron el deporte, todo se volvi¨® a desmoronar¡±, relata. Su mente, dice, era ¡°m¨¢s fuerte que su cuerpo¡±, lo que llev¨® a la postre a lastimarse gravemente la pelvis. Se pas¨® casi dos a?os en cama esperando a que el Departamento de Veteranos le diera una cita para ser operado. Finalmente, lo logr¨® gracias a la presi¨®n de la PVA que forz¨® al ente a buscar una alternativa: fue intervenido en un hospital privado pero realiz¨® toda la rehabilitaci¨®n de vuelta en uno p¨²blico. Un modelo de colaboraci¨®n para pacientes discapacitados que a¨²n existe y que propone como soluci¨®n -¡°con cuidado¡±- a la actual crisis de las listas de espera.
Hay un problema de acceso, pero luego hay camas vac¨ªas porque no hay suficientes trabajadores. Hay que invertir m¨¢s y no solo fijarse en quienes usan el sistema sino tambi¨¦n en quienes lo demandan"
Sherman Gillums, director de la divisi¨®n de ayudas de la PVA
La trayectoria de Gillums es parecida. Tras un a?o encerrado en su casa, alimentando su desaz¨®n con alcoholismo y apegado al televisor, sali¨® de su ¡°cueva¡± tras ser diagnosticado, en el hospital en el que hac¨ªa rehabilitaci¨®n, con un desorden de estr¨¦s postraum¨¢tico y sobre todo al empezar a practicar deporte. Todo estaba en su cabeza: ¡°Volv¨ª a la mentalidad de soldado, sent¨ª de nuevo que ten¨ªa una misi¨®n. Y vi que si pod¨ªa hacer eso pod¨ªa hacer mucho m¨¢s. Empec¨¦ a viajar, a sentirme como una persona normal¡±.
En sus sesiones de terapia en el hospital conoci¨® a Al y al poco tiempo empez¨® a trabajar para su asociaci¨®n. Ahora ya lleva diez a?os y su cruzada es evitar que haya veteranos fuera del radar de las redes de ayuda, aislados en una tr¨¢gica espiral que les puede acabar llevando a quitarse la vida. ¡°No hay que dejarles solos, ofrecerles m¨¢s programas que les motiven, llegar a ellos a trav¨¦s de Internet¡±, explica con vigor. ¡°Mi miedo es que les fomentemos demasiado que sean independientes para que encuentren un trabajo y se recuperen, pero que los perdamos por 20 o 30 a?os¡±, a?ade Kovach.
La PVA divulga entre sus m¨¢s de 20.000 miembros la mara?a de ayudas p¨²blicas a las que pueden optar como veteranos. Como promedio, aseguran los dos directivos, un exsoldado, sea discapacitado o no, recibe unos 2.300 d¨®lares al mes en subsidios. En su caso, al tener una discapacidad del 100% e hijos, la ayuda ronda los 8.000, buena parte de la cual dicen destinar a la asociaci¨®n. ¡°Es lo que necesitas para participar en la sociedad. A¨²n estamos sirviendo a nuestro pa¨ªs al ayudar a la gente¡±, aducen ante quienes critican que es una cantidad demasiado elevada.
Ambos irradian vitalidad, hablan con orgullo del impacto de los programas de la PVA y ensalzan el cari?o que sienten en la calle. ¡°Los soldados son vistos como h¨¦roes y no siempre fue as¨ª, especialmente tras la Guerra de Vietnam¡±, subraya Gillums. Kovach a su lado muestra la bandera estadounidense que lleva en la parte trasera de su silla y recuerda el caso de una chica con una pierna ortop¨¦dica que un d¨ªa decidi¨® que ya no quer¨ªa esconderla y que se sorprendi¨® que la felicitaran en la calle. Las lesiones permanecen, pero por suerte cada vez m¨¢s la superaci¨®n personal se va imponiendo y el estigma se difumina.
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