Recife batalla por su cielo
El movimiento social Ocupe Estelita enciende por primera vez el debate sobre la agresiva planificaci¨®n urbana de la primera capital cultural de Brasil


Eran las cinco de la ma?ana del 17 de junio cuando desde el balc¨®n de su edificio, en el barrio hist¨®rico de S?o Jos¨¦, en Recife (en la costa atl¨¢ntica de Brasil), Evelyn Ribeiro, de 35 a?os, observ¨® a varios autobuses repletos de agentes y a la caballer¨ªa de la Pol¨ªcia Militar cercando su calle. ¡°Era un despliegue policial enorme, pens¨¦ que ser¨ªa alguna comitiva de la FIFA, pero inmediatamente me acord¨¦ del Ocupe Estelita¡±. La misi¨®n de la polic¨ªa, con una orden de reintegraci¨®n de la propiedad en las manos, era echar a los ocupantes de un terreno vecino, el muelle Jos¨¦ Estelita, donde decenas de estudiantes, profesores, arquitectos, artistas y abogados hab¨ªan construido un campamento. Las barracas, as¨ª como los conciertos, fiestas, aulas, talleres y asambleas del lugar, representaban la oposici¨®n a un gigantesco y pol¨¦mico proyecto inmobiliario.
Despu¨¦s de horas de lucha, los polic¨ªas acorralaron y ¡®limpiaron¡¯ el lugar que inmediatamente despu¨¦s fue blindado por las constructoras responsables del proyecto Novo Recife, una mega-urbanizaci¨®n de 12 torres de 40 pisos a la orilla de la Bacia do Pina, cuestionado judicialmente en cinco procesos. Los integrantes del movimiento bautizado como Ocupe Estelita afirman que 35 heridos por balas de goma y porrazos registraron denuncias. El Gobierno cuenta tres. La Fiscal¨ªa de Pernambuco conden¨® la acci¨®n policial.
Hoy, aunque el esl¨®gan de las constructoras ¡°Recife piensa alto¡± ya ha marcado la imagen de la capital de Pernambuco, el Ocupe Estelita abri¨® una disputa real por el cielo en Recife en uno de los pocos barrios donde el ladrillo m¨¢s alto era el de las torres de las iglesias.
Es la primera vez que un movimiento social articulado, y que esgrime como arma las redes sociales, clamaba ¡°basta¡± contra el modelo de crecimiento urbano que impera en la primera capital cultural de Brasil, admirada por su riqueza patrimonial. De un lado de la contienda, el movimiento social Derechos Urbanos, activo desde 2012 e inconforme por la falta de participaci¨®n p¨²blica en el debate urban¨ªstico de la ciudad, que atrajo a un variado grupo de clase media sin jerarqu¨ªas que pretende discutir, desde cero, el proyecto, cuya legalidad se discute desde que el terreno fue comprado en 2008. En la otra esquina, un poderoso consorcio inmobiliario que ostenta los macro-proyectos de la ciudad y que colabor¨® econ¨®micamente con la campa?a electoral del gobierno municipal y estatal, en las manos del Partido Socialista Brasile?o (PSB) desde 2013.
El movimiento social Derechos Urbanos, activo desde 2012 e inconformado con la falta de participaci¨®n p¨²blica en el debate urban¨ªstico de la ciudad, atrajo un variado grupo de clase media sin jerarqu¨ªas que pretende discutir de cero el emprendimiento
¡°Hace a?os que est¨¢bamos muy angustiados con esa planificaci¨®n. Recife no est¨¢ aguantando ese flujo de gente, esa verticalizaci¨®n, esa priorizaci¨®n del coche. Hoy es es el muelle, pero se trata de pensar en el todo y en las pr¨®ximas ¨¢reas que van a ser pasto de la especulaci¨®n¡±, relata la estudiante de biolog¨ªa Vanessa Azevedo, acampada en el terreno.
"La planificaci¨®n urbana de Recife se ha hecho a partir de megaproyectos", lamenta tambi¨¦n Virginia Pontual, urbanista y profesora de la Universidade Federal de Pernambuco. "El Novo Recife est¨¢ dentro de una l¨®gica donde la iniciativa privada, con el apoyo del poder p¨²blico, interviene con grandes emprendimientos inmobiliarios que nunca piensan en la ciudad en su conjunto y, a¨²n menos, en una perspectiva social".
El muelle, construido por el erudito ingeniero Jos¨¦ Estelita, ten¨ªa un antiguo almac¨¦n de az¨²car y una v¨ªa ferroviaria del siglo XIX con vistas al mar. Hoy es escenario ¡ªadem¨¢s de esta batalla in¨¦dita¡ª de la degradaci¨®n de la regi¨®n y del tr¨¢fico de drogas. En el l¨ªmite del hist¨®rico barrio de S?o Jos¨¦, el muelle es vecino de comunidades de palos y lonas?construidas a ambos lados de los rieles de un tren que todav¨ªa transporta mercanc¨ªa. Se convirti¨® en un lugar de paso que los vecinos prefieren evitar. Cansados de la deterioro del lugar, hay quien defiende las torres. ¡°Van a traer desarrollo, seguridad, empleo, habr¨¢ un hotel...¡±, enumera Jos¨¦ Ribeiro, propietario de una tienda de conveniencia en S?o Jos¨¦ y gran defensor del proyecto en todos los reportajes de la televisi¨®n.
Me gustar¨ªa que las personas tomasen conciencia del valor de nuestro patrimonio, que no deja de ser la identidad de cada uno de nosotros. Por desgracia, Brasil no tiene ese apego Frederico Faria, superintendente del Instituto de Patrimonio Hist¨®rico y Art¨ªstico Nacional
El argumento de Ribeiro es exactamente el que entristece a Frederico Faria, superintendente del Instituto de Patrimonio Hist¨®rico y Art¨ªstico Nacional (IPHAN) de Pernambuco hace 11 a?os. ¡°A m¨ª me gustar¨ªa que las personas tomasen conciencia del valor de nuestro patrimonio, que no deja de ser la identidad de cada uno de nosotros. Por desgracia, Brasil no tiene ese apego¡±, lamenta.
Un mes antes del truculento desahucio con caballos, las retroexcavadoras del consorcio, con la connivencia del ayuntamiento, hab¨ªan entrado de madrugada para demoler los almacenes. La idea era hacerlo con discreci¨®n, pero, antes de que cayese la primera estructura, dos integrantes del Ocupe Estelita aparecieron en el muelle y, sin pretenderlo, prendieron la mecha del movimiento. Los dos acabaron presentando denuncias por agresiones y robo. Uno de ellos, Maur¨ªcio Bandeira, denunci¨® a la polic¨ªa que le obligaron a quitarse hasta los calzoncillos en medio de la calle y fue detenido por hombres uniformados con armas. ¡°Milicias¡±, ilustra ¨¦l. ¡°Me apuntaron con una pistola, agarraron mi celular y me lo devolvieron despu¨¦s sin el chip donde estaban las fotos de aquella noche¡±, recuerda en la entrada ahora bloqueada del terreno. La guerra, que Derechos Urbanos preparaba desde 2012, acababa de comenzar y el Ocupe Estelita decidi¨® hacer del muelle su base permanente. Y despleg¨® su ej¨¦rcito en las redes sociales.
El superintendente Faria recib¨ªa aquel d¨ªa la llamada de su hija que hab¨ªa visto en el Facebook que las retroexcavadoras del consorcio estaban en acci¨®n. Faria no daba cr¨¦dito. A¨²n estaba esperando que las empresas firmasen un acuerdo que garantizaba, entre otros compromisos, la preservaci¨®n y restablecimiento de los antiguos almacenes que hay en un extremo del lugar y un estudio arqueol¨®gico que permita registrar y estudiar las ruinas de la vila que hay bajo el muelle. ¡°No creo que encontremos nada que valga la pena preservar, pero no podemos perder el conocimiento del que hay ah¨ª¡±, explica Faria. ¡°El consorcio estuvo de acuerdo, pero nunca firm¨®¡±, dice.
Hab¨ªa un gran riesgo de conflicto social y decidimos que ten¨ªamos que abrir una negociaci¨®n Secretario de Desarrollo y Planificaci¨®n Urban¨ªstica, Ant?nio Alexandre
Aquel 22 de mayo fue un caos para el movimiento, para las constructoras y para el gobierno municipal. El ayuntamiento recul¨® y par¨® las m¨¢quinas. ¡°Hab¨ªa un gran riesgo de conflicto social y decidimos que hab¨ªa que abrir una negociaci¨®n¡±, afirma el Secretario de Desarrollo y Planificaci¨®n Urban¨ªstica, Ant?nio Alexandre, para justificar la marcha atr¨¢s del ayuntamiento. ¡°Qui¨¦n comienza por la noche es porque no est¨¢ haciendo algo muy correcto¡±, afirma Faria. ?l tambi¨¦n decret¨® el embargo de la demolici¨®n. ¡°Nos quedamos muy tristes [por la demolici¨®n anticipada]. Es una pelea muy justa por la ciudad, por la ausencia de espacios p¨²blicos, por ese caos de coches, por la falta de infraestructura. Sin embargo nuestra pelea se limita a la protecci¨®n del patrimonio, y no podemos hacer nada m¨¢s¡±, lamenta Faria, preocupado con ¡°la verticalizaci¨®n exacerbada¡± de la ciudad.
Hoy, el Ocupe Estelita fue rebautizado como Resiste Estelita. Fuera del recinto del muelle, donde por lo menos hab¨ªa un cuarto de ba?o, el movimiento sobrevive acampado en el barro. Con la ¨²nica protecci¨®n de un pedazo de viaduto, cerca de 20 tiendas de campa?a hacen guardia frente al terreno. Los ni?os necesitados de las comunidades vecinas recibieron una tienda. Ellos saben poco de esa guerra en concreto, pasan el d¨ªa esnifando pegamento, no recuerdan los meses del a?o, pero les gustaron los ¡°pijos" que organizan aulas, talleres y montaron una escuelita para intentar quitarles la botella de sus narices. Los ni?os no obedecen a la primera, pero buscan el cari?o con instinto de gato mientras miran perdidos al cielo a¨²n por conquistar.
Al caer la tarde en el campamento, la playa de Boa Viagem, parada tur¨ªstica imprescindible de la ciudad, hace gala de una caracter¨ªstica extraordinaria y aplaude el atardecer horas antes que el resto de la regi¨®n. No, no se trata de ning¨²n ritual o costumbre local. A partir de las tres y media, un ej¨¦rcito de sombras invade la arena, las pistas de voleibol, la orilla, y se adentra varios metros en el oc¨¦ano con la agresividad de enormes chimeneas industriales. El recifense relata la escena con resignaci¨®n porque hace a?os que la batalla tiene ganador: los rascacielos conquistaron el sol de los ba?istas. As¨ª como otros muchos espacios de la ciudad. Pero hoy, la contienda por lo que resta de cielo de Recife acaba de comenzar y est¨¢ m¨¢s activa que nunca.
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