El des-milagro brasile?o
El 7-1 no ser¨¢ asumido como una anomal¨ªa futbol¨ªstica, sino como la confirmaci¨®n de un estado de cosas, de un fin de ciclo
Invertir pol¨ªticamente en el f¨²tbol equivale a meter los ahorros en un desarrollo inmobiliario: puede multiplicar tu capital de manera ingente o esfumarlo en un instante (o varios instantes, los que le tom¨® a Alemania meter los primeros cuatro goles: 26 minutos exactamente).
El problema no es que Brasil haya perdido, sino que lo haya hecho de manera tan humillante en su propia casa luego de una deslavada participaci¨®n en el Mundial. El 7-1 es la peor derrota brasile?a en los 107 partidos disputados en copas mundialistas a lo largo de 84 a?os. El maracanazo de 1950 fue traum¨¢tico por la sorpresiva final ante Uruguay, perdida por 2-1, pues ven¨ªa de vencer a Espa?a 6-1 y a Suecia 7-1. Los brasile?os nunca pudieron asimilar que una copa celebrada en casa se les escapara de las manos cuando la sent¨ªan pr¨¢cticamente asegurada.
Lo que sucedi¨® este martes en el estadio Minerao es distinto. El 7-1 no ser¨¢ asumido como una anomal¨ªa futbol¨ªstica o un capricho de los astros, sino como la confirmaci¨®n de un estados de cosas, de un fin de ciclo. Desde luego no es la primera vez que el equipo brasile?o desilusiona a su p¨²blico luego de un deslucido desempe?o en un Mundial. En los dos ¨²ltimos hab¨ªa sido eliminado en cuartos de final. Pero siempre quedaba la sensaci¨®n de que la camiseta verde-amarela hab¨ªa sido la representante del jogo bonito. Se asum¨ªa que en ocasiones el buen manejo de la pelota no bastaba para superar a un equipo canchero y pr¨¢ctico, y no siempre la defensa estaba a la altura de sus espectaculares delanteros. Pero de una forma u otra, el prestigio brasile?o nunca quedaba mal parado del todo. Jugadas prodigiosas y errores del portero eran parte de la magia desplegada por un futbol que rechazaba la mecanizaci¨®n y premiaba la inspiraci¨®n.
El problema para Brasil es que lleg¨® a su Mundial con argumentos futbol¨ªsticos agotados. Salvo Neymar ninguno de sus delanteros tendr¨ªa la calidad para alinear en los equipos de anta?o y sus creativos de media cancha se encuentran a a?os luz de Xavi, Pirlo, Iniesta, Mesut Ozil, Luka Modric o Sneijder. M¨¢s all¨¢ de chispazos inconsistentes, el equipo fue incapaz de mantener una circulaci¨®n creativa y fluida de la pelota. En otras palabras, el jogo bonito fue aportado por colombianos y alemanes, no brasile?os. Ante el sinsabor de la derrota los aficionados no pueden en esta ocasi¨®n consolarse con la idea de que su equipo aport¨® la belleza a lo largo del torneo.
Si el descalabro deportivo es en s¨ª mismo una tragedia, las implicaciones pol¨ªticas pueden ser catastr¨®ficas. Brasil obtuvo en 2007 la aprobaci¨®n de la FIFA para organizar el mundial de 2014. Eran tiempos en que el mundo hablaba del milagro brasile?o y se le comparaba con China; su econom¨ªa crec¨ªa a tasas de 5 y 6 por ciento anual y Lula da Silva era percibido como la nueva estrella del firmamento pol¨ªtico internacional. En ese contexto, la organizaci¨®n del Mundial fue asumido por el gobierno como la consagraci¨®n de la marca Brasil. La construcci¨®n de los estadios, la infraestructura urbana y la prosperidad del pa¨ªs amaz¨®nico ser¨ªan exhibidas al mundo, de una sola vez y para siempre, como muestra de que Brasil hab¨ªa dejado atr¨¢s el subdesarrollo y se hab¨ªa convertido en la nueva potencia internacional.
Siete a?os despu¨¦s lo que iba a ser un motivo de orgullo se convirti¨® en escaparate de verg¨¹enzas. Ni siquiera Sud¨¢frica en 2010 exhibi¨® tal ineficiencia para cumplir con los compromisos asumidos. En el camino la econom¨ªa se desinfl¨® y las viejas asignaturas pendientes (pobreza y desigualdad, principalmente) regresaron al primer plano acrecentadas por las expectativas incumplidas. Dilma Rousseff lleg¨® al Mundial de hurtadillas, literalmente, esperando que al menos el triunfo de la selecci¨®n extendiera la tregua en las protestas por el descontento popular.
La apuesta pol¨ªtica por el futbol result¨® de alto riesgo, pero al final fue a lo ¨²nico a lo que Rousseff pudo encomendarse. Los once mil millones de d¨®lares invertidos en la fiesta tan duramente criticados habr¨ªan sido legitimados en el ¨¢nimo popular con una victoria de la selecci¨®n. Como en toda apuesta de alto riesgo, los dividendos del triunfo eran tan categ¨®ricos como las consecuencias que acarrea la derrota. El problema es que las autoridades nunca imaginaron un descalabro deportivo de tal magnitud. El futbol es una religi¨®n en Brasil, ahora se convertir¨¢ en pol¨ªtica. Una variable de consecuencias imponderables que no se encuentra en los manuales de teor¨ªa pol¨ªtica. El des-milagro econ¨®mico era mal soportado por los brasile?os, el des-milagro futbol¨ªstico pude ser letal para la presidencia de Dilma. Veremos.
@jorgezepedap
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