Memorial de chapuzas en la CIA
El anuncio de la expulsi¨®n de un responsable del espionaje de EE UU en Berl¨ªn tiene antecedentes
La expulsi¨®n del jefe de la CIA en Berl¨ªn trae recuerdos inc¨®modos a Dick Holm. Este legendario agente de los servicios secretos norteamericanos termin¨® su carrera abandonando a la fuerza el cargo de responsable de la agencia de espionaje en Par¨ªs, tras un episodio similar al que esta semana ha enrarecido las relaciones entre Estados Unidos y Alemania.
¡°Un par de meses despu¨¦s de que este episodio acabase me invitaron a la sede en Washington y me dieron una medalla¡±, dice Holm, que tiene 79 a?os y vive en McLean, cerca de Langley, la sede de CIA, en las afueras de la capital de EE UU. ¡°Era una manera de decir que aquello deber¨ªa ser ignorado. Y es lo que he intentado hacer. Pero es dif¨ªcil¡±.
De nuevo un enviado de la CIA es expulsado: en este caso, el jefe de estaci¨®n en Berl¨ªn, cuya identidad no se ha difundido. De nuevo EE UU queda en mala posici¨®n ante un aliado. Y de nuevo vuelven los fantasmas de pasados tropiezos de la Agencia Central de Inteligencia.
No es habitual que un pa¨ªs ordene a un responsable de los servicios secretos de un aliado abandonar su capital, como hizo el Gobierno alem¨¢n el jueves. Pero no es la primera vez que ocurre. En 1997, Alemania invit¨® al jefe de los esp¨ªas de EEUU en ese pa¨ªs a abandonar el territorio por espiar las relaciones de la industria nuclear local con el r¨¦gimen iran¨ª.
En 1995, el Gobierno franc¨¦s destap¨® una operaci¨®n de espionaje comercial y tecnol¨®gico de la CIA en Par¨ªs. La operaci¨®n involucraba a varios agentes, incluida una mujer que mantuvo una relaci¨®n sentimental con un alto funcionario franc¨¦s.
Las autoridades francesas invitaron a Holm ¡ªentonces jefe de la estaci¨®n de la CIA en la capital francesa¡ª y a otros cuatro agentes a hacer las maletas. El caso provoc¨® ¡°una herida autoinfligida¡± a la reputaci¨®n de la agencia, seg¨²n escribi¨® entonces The New York Times. Un informe del inspector general de la CIA, encargado de auditar y vigilar las acciones de la agencia, concluy¨® que una serie de errores hab¨ªa colocado a EE UU en una situaci¨®n embarazosa.
Holm, autor de los libros de memorias The american agent (El agente americano) y The craft we chose: my life in the CIA (El oficio que elegimos: mi vida en la CIA), no recuerda casos parecidos, ¡°si no son en Mosc¨² o Europa oriental durante la guerra fr¨ªa¡±. ¡°Es lo peor que una persona en mi posici¨®n puede afrontar. Es muy frustrante. Uno de tus agentes mete la pata y entonces aflora todo el problema¡±, dice en una entrevista telef¨®nica.
El incidente en Berl¨ªn se suma, con la operaci¨®n abortada en Par¨ªs, a otras meteduras de pata de la CIA que tuvieron como consecuencia comprometer a los presidentes de EE UU y exponer las tensiones entre la pol¨ªtica y los servicios secretos, dos mundos con intereses no siempre coincidentes. Las revelaciones sobre el espionaje electr¨®nico de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), en 2013, abrieron el debate sobre los costes diplom¨¢ticos de disponer de las agencias de espionaje m¨¢s sofisticadas y poderosas del planeta.
Desde la invasi¨®n fallida de Cuba en 1961 a las informaciones err¨®neas sobre las armas de destrucci¨®n masiva que sirvieron para justificar la guerra de Irak en 2003, la lista de chapuzas de la CIA es larga. Y acredita la falibilidad de una agencia con ¡°una gran reputaci¨®n y un curr¨ªculum horrible¡±, seg¨²n un esp¨ªa citado por el periodista Tim Weiner en el libro Legacy of ashes (Legado de cenizas), la historia de referencia de la CIA.
La biograf¨ªa de Dick Holm es en parte la de la CIA. En un art¨ªculo publicado tras su marcha de Par¨ªs, el semanario Newsweek lo describi¨® como ¡°uno de los ¨²ltimos h¨¦roes verdaderos de la compa?¨ªa¡±. ¡°La guerra fr¨ªa de Dick Holm est¨¢ escrita en su rostro¡±, dec¨ªa el art¨ªculo. ¡°Sus cejas est¨¢n permanentemente chamuscadas e injertos de piel motean sus mejillas. Sus orejas est¨¢n derretidas hacia los laterales de su cabeza, y sus dedos son mu?ones retorcidos¡±.
Holm trabaj¨® en Laos a principios de los a?os sesenta, cuando John F. Kennedy ocupaba la Casa Blanca y se gestaba la guerra de Vietnam. En 1965, volaba en una misi¨®n secreta con un piloto cubano en el nordeste de Congo cuando la avioneta se estrell¨®. All¨ª sufri¨® las quemaduras.
Par¨ªs deb¨ªa ser la culminaci¨®n de su carrera antes de jubilarse. La Guerra Fr¨ªa acababa de terminar y la CIA buscaba nuevas misiones. El espionaje econ¨®mico, por ejemplo: EE UU y Francia estaban embarcados en las negociaciones que llevaron a la fundaci¨®n de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio.
El agente ve diferencias y semejanzas entre el anuncio de la expulsi¨®n del jefe de la CIA en Berl¨ªn y la suya en Par¨ªs. De entrada, asegura que ¨¦l no fue expulsado. ¡°No expulsaron a nadie, sino que nos dejaron claro que quer¨ªan que nos march¨¢ramos. Fue informal, a diferencia de ahora¡±, dice.
Y se?ala que, de acuerdo con algunas informaciones publicadas, en Berl¨ªn la CIA se limit¨® a escuchar a un agente alem¨¢n que le transmit¨ªa informaci¨®n. En Par¨ªs se trataba de una operaci¨®n de espionaje comercial dirigida desde Washington, pero de bajo nivel. ¡°No era algo que pudiera da?ar de verdad a Francia¡±, dice.
Al contrario que en Alemania, donde estos d¨ªas la irritaci¨®n de las autoridades es manifiesta, en Francia algunos se mostraron comprensivos. Asumieron que los aliados se esp¨ªan entre ellos.
¡°Hechos como estos ocurren de forma regular a uno y otro lado del Atl¨¢ntico¡±, dijo el primer ministro franc¨¦s de la ¨¦poca, ?douard Balladur. ¡°El pueblo americano es amigo del pueblo franc¨¦s y el Gobierno franc¨¦s tambi¨¦n es amigo del Gobierno americano¡±.
¡°Un agente hizo un muy mal trabajo¡±
Sin el esc¨¢ndalo por el espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la irritaci¨®n que ha provocado en Alemania dif¨ªcilmente se explicar¨ªa la reacci¨®n del Gobierno alem¨¢n al descubrimiento de un informante de la CIA en sus servicios secretos, seg¨²n el veterano agente norteamericano Dick Holm. Alemania no ha digerido que la NSA pinchase el tel¨¦fono de la canciller, Angela Merkel. Holm sostiene que, cuando ¨¦l tuvo que abandonar su puesto en Par¨ªs en 1995, la pol¨ªtica interna tambi¨¦n tuvo un papel.
El caso salt¨® a los medios de comunicaci¨®n en plena precampa?a para las elecciones presidenciales francesas, que gan¨® el gaullista Jacques Chirac. El entonces primer ministro ?douard Balladur, rival de Chirac y uno de los candidatos de la derecha, afrontaba un esc¨¢ndalo de escuchas ilegales supuestamente ordenadas por su ministro de Interior, Charles Pasqua. Fue Pasqua quien comunic¨® a la embajadora de EE UU, Pamela Harriman, que las pr¨¢cticas de los esp¨ªas norteamericanos ¡°no pod¨ªan tolerarse¡± y que ¡°sus autores no pueden permanecer en territorio franc¨¦s¡±, seg¨²n una carta publicada por el diario Le Monde en febrero de 1995.
¡°Uno de mis agentes hizo un muy mal trabajo en la operaci¨®n. No practic¨® el oficio como habr¨ªa debido¡±, admite Holm.
El espionaje entre amigos no es excepcional. Durante la II Guerra Mundial EE UU ya vigilaba las comunicaciones de m¨¢s de cuarenta pa¨ªses, incluidos aliados, escribe Matthew Aid en The secret sentry (El centinela secreto), una historia de la NSA.
La Administraci¨®n Obama no ha ofrecido ning¨²n indicio de querer dejar de espiar en Alemania. Pero en Berl¨ªn y en Washington algunos cuestionan la utilidad de gastar energ¨ªas en ello. ¡°No hay nada sobre Alemania o los alemanes que necesitemos saber y que no podamos obtener con toda nuestra cooperaci¨®n con ellos: diplom¨¢tica, econ¨®mica, militar¡±, advierte Holm
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