La Intifada de EE UU
La crisis da una imagen deplorable de la potencia como un todopoderoso fara¨®n del Norte
Estados Unidos es la primera potencia econ¨®mica mundial junto a China. En el pasado, consigui¨® grados de bienestar nunca vistos. Protagoniz¨® la historia del siglo XX, y hoy sus armas nucleares y su Ej¨¦rcito s¨®lo sirven para arrojar fuera de sus murallas a ni?os abandonados y hambrientos, en un intento de proteger un mundo que ya no existe.
M¨¢s de 52.000 menores han sido interceptados desde octubre en la frontera del R¨ªo Bravo. Seg¨²n las autoridades estadounidenses, fueron detenidos 15.027 ni?os hondure?os, 12.670 guatemaltecos, 12.146 mexicanos y 11.436 salvadore?os. Y lo que es a¨²n m¨¢s estremecedor, en los ¨²ltimos siete a?os han muerto 2.850 personas intentando cruzar. 101 eran ni?os. Parece mentira que el pa¨ªs de Facebook, sede de Microsoft, del iPad y del iPhone, no entienda que la revoluci¨®n tecnol¨®gica, unida a la explosi¨®n de las libertades, ha cambiado sustancialmente la manera de relacionarnos.
Ya en el ?xodo se narra la historia de Mois¨¦s, que gui¨® a los israelitas en su salida de Egipto, pero antes de esa di¨¢spora, hab¨ªa testimonios sobre el derramamiento de sangre de ni?os causado por el miedo de los adultos.
Desde entonces hasta ahora, la migraci¨®n estaba basada en la gratitud por la oportunidad de comenzar una vida en otro pa¨ªs. Hab¨ªa agradecimiento porque los migrantes encontraban paz y alimento, aunque los pagaran con sangre, sudor y l¨¢grimas. La explosi¨®n cibern¨¦tica y la consecuente difusi¨®n del conocimiento, m¨¢s las im¨¢genes de riqueza y bienestar en otras partes del planeta, han cambiado el agradecimiento por la obligaci¨®n. Hoy, los migrantes lo quieren todo y lo quieren ahora. Se saben parte de una cultura global y demandan reciprocidad por la explotaci¨®n de la riqueza de sus pa¨ªses. El derecho al bienestar es inherente, o deber¨ªa serlo, a la condici¨®n humana. Si se les recibe en Estados Unidos no es por generosidad, sino porque alguien tiene que limpiar sus piscinas y cortar su c¨¦sped.
EE UU no necesita ser cuidadoso con sus migrantes fundadores, esos que conforman el supuesto melting pot, sino con los pa¨ªses de donde provienen hoy las mayores oleadas de desterrados. Washington no ha sido capaz de articular una ley de inmigraci¨®n y ahora se enfrenta a una suerte de Intifada latina que transmite una imagen deplorable de la potencia como un todopoderoso fara¨®n del Norte. Se destruyen familias. Se deshonra la tradici¨®n humanitaria estadounidense.
Estados Unidos fue durante muchos a?os un referente de normalidad institucional, tierra de acogida y asilo. La crisis actual surgi¨® como la consecuencia l¨®gica de la vida: la separaci¨®n de padres e hijos. Pero conforme avanza y se va agravando, se ha convertido en un nuevo problema de diplomacia pol¨ªtica y en un arma sentimental de destrucci¨®n masiva.
Y tal como le pas¨® a Israel, la imagen de Estados Unidos sale mal parada porque las guerras de los ni?os siempre las pierden los mayores y porque el uso de la fuerza envenena m¨¢s sus relaciones con Latinoam¨¦rica.
Las leyes estadounidenses prev¨¦n la deportaci¨®n inmediata de personas de pa¨ªses con los que compartan fronteras. Con los mexicanos se ha ensa?ado por ser sus principales proveedores de comodidad dom¨¦stica, como en otros tiempos lo fueron de su libertinaje, a cambio de una promesa: heredar su libertad.
Con los ni?os del ¨¦xodo, hemos llegado a una crisis humana que averg¨¹enza a los ricos del Norte, compromete a los m¨¢s pobres de Centroam¨¦rica y obliga a los mexicanos a una acci¨®n concertada con su programa Frontera Sur. Ya no vale guardar silencio. Estados Unidos tampoco puede permitirse el lujo de perder la batalla diaria de los lamentos infantiles, matando la ilusi¨®n de ni?os desamparados que huyen de la violencia de pa¨ªses saqueados por el imperio. Como los faraones de la Biblia, Estados Unidos muestra el temor a que otras culturas se multipliquen en su territorio y, a la postre, desplacen a sus actuales pobladores, aunque ¨¦stos tambi¨¦n desciendan en gran parte de for¨¢neos. El imperio levanta sus murallas mientras los ni?os del mundo socavan sus cimientos.
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