El error de no intervenir

Uno de los aspectos de la situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo y de la guerra sin fin que se libran Israel y sus enemigos tiene que ver con la pol¨ªtica norteamericana. La guerra alimenta la mirada cr¨ªtica con la que algunos observan la diplomacia Obama. Si consideramos que la situaci¨®n en Gaza es producto de la par¨¢lisis del caso palestino, no queda m¨¢s remedio que admitir que Barack Obama no ha obtenido ning¨²n resultado. Su l¨ªnea constante ha sido pedir el fin de la colonizaci¨®n: no solo Netanyahu no le ha hecho caso, sino que, por el contrario, la ha ampliado en unas proporciones que hacen cada vez menos viable el funcionamiento de la Autoridad Palestina en Cisjordania. Lo menos que se puede decir es que el secretario de Estado John Kerry se obstin¨® en intentar obtener el inicio de unas negociaciones. El propio Netanyahu respondi¨® que ni cre¨ªa ni quer¨ªa un Estado palestino. Es evidente que, al hacerlo, condenaba a Israel a una guerra perpetua, pues se niega a tratar la causa principal de la inseguridad en la que vive Israel, a saber, la ausencia de soluciones al problema palestino. Sin duda, el peso de Israel en la vida pol¨ªtica de Washington, especialmente en el seno del Partido Republicano, que bloquea cualquier presi¨®n sobre Tel Aviv, tiene mucho que ver con la impotencia norteamericana. Pero los tr¨¢gicos acontecimientos de Gaza y el duro tributo impuesto por Israel a la poblaci¨®n palestina parecen estar haciendo evolucionar a la propia opini¨®n p¨²blica norteamericana.

Un examen del resto de la regi¨®n ¡ªIrak, Siria, Libia¡ª, nos servir¨¢ para evaluar la pol¨ªtica exterior estadounidense.

Irak: Obama no quer¨ªa ni un soldado norteamericano all¨¢ donde sus generales quer¨ªan mantener 15.000 hombres. Hoy, Bagdad est¨¢ asediada por unos islamistas de la peor especie.

Libia: La expedici¨®n franco-brit¨¢nica no obtuvo los resultados esperados; por falta de preparaci¨®n del post-Gadafi, pero no deber¨ªamos olvidar que EE UU no quiso participar poniendo en marcha un ej¨¦rcito libio. El caos ha vuelto a imponerse.

Pero su mayor error pol¨ªtico seguir¨¢ siendo la no intervenci¨®n en Siria. No se trataba de desplegar un cuerpo expedicionario, sino de ayudar a la oposici¨®n, de forma selectiva, como preconizaba Francia, en un momento en que Bachar el Asad estaba particularmente debilitado. Barack Obama finalmente renunci¨® y se puso en manos de... Vlad¨ªmir Putin para conseguir que Bachar el Asad entregase sus armas qu¨ªmicas. La situaci¨®n en Damasco y en el resto de Siria habla por s¨ª sola.

De todo esto se podr¨ªa concluir la idea de un irresistible declive norteamericano. Nada m¨¢s alejado de la realidad. Bajo la direcci¨®n de lo que err¨®neamente se llama ¡°soft power¡±, el dominio norteamericano nunca ha sido tan grande. Y a esto hay que a?adir una dimensi¨®n particularmente temible: la aplicaci¨®n a la vida econ¨®mica de la ley norteamericana fuera de las fronteras de Estados Unidos.

Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva