?Tiene remedio el PAN?
El votante espera de un panista, sobre todo, honestidad y esa expectativa ya se ha esfumado
No s¨¦ si la mayor¨ªa de los hombres en M¨¦xico hayan acudido alguna vez a un prost¨ªbulo o participado activamente en fiestas amenizadas por escorts sumamente complacientes. Muchos, supongo. Y sin embargo han provocado un efecto devastador las im¨¢genes del v¨ªdeo que circulan en las redes sociales de la fiesta privada que un grupo de panistas se organiz¨® con tan cari?osas edecanes.
Hay, desde luego, un cuestionamiento ¨¦tico, con todo lo subjetivo que ello supone: produce incomodidad, por decir lo menos, captar las caras de legisladores que uno ha visto en la tribuna cuando esgrim¨ªan indignados argumentos morales, envestidas ahora de miradas torvas y gestos soeces dirigidos a chicas veinte y treinta a?os m¨¢s j¨®venes.
Reprobable, como pudiera serlo para muchos ciudadanos, lo anterior no implica delito alguno y no pasar¨ªa de constituir un inc¨®modo incidente privado. El problema es que se trataba de una velada en el marco de la reuni¨®n parlamentaria que la fracci¨®n panista sosten¨ªa en Puerto Vallarta. Es decir, un viaje financiado con las partidas que reciben las fracciones procedentes del erario p¨²blico. Si la fiesta fue pagada con recursos p¨²blicos se tratar¨ªa entonces ya no s¨®lo de un cuestionamiento moral, sino tambi¨¦n de un gasto injustificado, de un delito.
Y, no obstante, sea delito o s¨®lo un incidente bochornoso, el efecto pol¨ªtico es inmenso. Particularmente, por tratarse del PAN (Partido Acci¨®n Nacional). Nadie en su sano juicio tomar¨ªa a los pol¨ªticos por monjes franciscanos, ni esperar¨ªa ver rastros de Gandhi o Mandela en el comportamiento de un diputado. Pero s¨ª un m¨ªnimo de congruencia con aquellos pol¨ªticos que convierten a la ¨¦tica en bandera. Durante d¨¦cadas este partido hizo de la cr¨ªtica moral a los excesos y corruptelas del PRI su plataforma pol¨ªtica. Se pod¨ªa estar de acuerdo o no con las tesis de G¨®mez Mor¨ªn, Efra¨ªn Gonz¨¢lez Luna, Castillo Peraza o Luis H. ?lvarez, pero nadie pod¨ªa poner en duda su rectitud o la autenticidad de su indignaci¨®n ante los abusos de los priistas.
Parte del desencanto que provoc¨® la llegada del PAN al poder tuvo que ver con su descalabro moral
Parte del desencanto que provoc¨® la llegada del PAN al poder tuvo que ver con su descalabro moral. Primero el Gobierno de Vicente Fox y luego el de Felipe Calder¨®n hicieron muy poco por combatir a la corrupci¨®n, pese a hacer de ella su dedo flam¨ªgero durante la campa?a ¡ªc¨®mo olvidar la frase ¡°sacaremos a tepocatas y v¨ªboras de Los Pinos¡±¡ª. Ernesto Zedillo, ¨²ltimo presidente priista antes del par¨¦ntesis panista, meti¨® a la c¨¢rcel al gobernador Mario Villanueva; y el primero, Enrique Pe?a Nieto, a Elba Esther Gordillo. Entremedio, en los doce a?os del PAN ning¨²n pez gordo fue detenido. Los excesos de ¡°los amigos de Fox¡±, y el gusto por la fiesta, las mujeres j¨®venes y los apartamentos de lujo por parte de los j¨®venes miembros del gabinete de Calder¨®n terminaron por socavar la supuesta honestidad panista. ¡°Son como los priistas, pero sin el oficio¡±, comenz¨® a decirse. ¡°Son peores¡±, afirm¨® un empresario tapat¨ªo. ¡°Como son honestos las comisiones resultan m¨¢s caras: no se corrompen por 10.000, pero s¨ª por 50.000¡±.
Ahora que han regresado a la oposici¨®n la honestidad panista sigue ausente. El esc¨¢ndalo de los llamados moches ¡ªcomisiones que las alcald¨ªas deben pagar para recibir recursos federales¡ª, los excesos de los coordinadores del blanquiazul en las c¨¢maras, la detenci¨®n de funcionarios por golpear a un marido ofendido en Brasil, muestran hasta qu¨¦ punto los panistas se han acostumbrado al uso discrecional y abusivo del poder.
Probablemente nada exprese con mayor claridad la manera en que este c¨¢ncer se instal¨® en el ADN panista que la tolerancia de Gustavo Madero, l¨ªder del partido, con su coordinador en la c¨¢mara de diputados, Luis Alberto Villarreal. Este legislador ha sido el centro de la mayor parte de los esc¨¢ndalos recientes, incluyendo el tema de los moches o el tr¨¢fico de influencias para favorecer a los casinos y, sin embargo, fue apoyado una y otra vez por su l¨ªder, a cambio de su lealtad incondicional. Finalmente, su suerte parece echada gracias al v¨ªdeo exhibido.
El PAN es hoy tercera fuerza en el pa¨ªs, seg¨²n las encuestas de opini¨®n y los resultados de la elecci¨®n de 2012. A su fracaso pol¨ªtico hoy a?aden su descalabro moral. Y no es poca cosa. La bancarrota moral es infinitamente m¨¢s da?ina para un partido conservador que para cualquier otro. Sus simpatizantes suelen vincularse a posiciones doctrinarias y conservadoras en asuntos relativos a valores familiares y temas de moral convencional. Por otro parte, son m¨¢s intolerantes a los excesos de los pol¨ªticos profesionales, como parte de una desconfianza arraigada a todo lo que se vincula con el Estado. Dicho de otra manera, de un priista el votante s¨®lo espera que tenga oficio, sea eficaz y no robe demasiado; de un panista espera, sobre todo, honestidad y esa expectativa ya se ha esfumado.
El problema del PAN no es s¨®lo que el c¨¢ncer de la inmoralidad ha echado ra¨ªces; tampoco se observan figuras que proyecten una imagen de integridad que permita al partido regresar a los or¨ªgenes. Estos j¨®venes ambiciosos de poder que acechan a los l¨ªderes actuales no parecen precisamente la versi¨®n modernizada de Luis H. ?lvarez, y s¨ª la de Luis Alberto Villarreal. Mala cosa.
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