Eroni Kumana, rescatador de Kennedy en la II Guerra Mundial
El nativo de las Islas Salom¨®n llev¨® un mensaje de socorro del futuro presidente en un coco tras hundir los japoneses la lancha torpedera del estadounidense
Al presidente Kennedy probablemente no lo hubieran matado aquel aciago d¨ªa en Dallas de no ser por un coco. Parece una locura de un obseso de las teor¨ªas conspirativas, pero es verdad. De no ser por ese humilde fruto de una remota isla del Pac¨ªfico John F. Kennedy quiz¨¢ no habr¨ªa estado en Dallas, ni sido presidente de EE UU; posiblemente hubiera muerto mucho antes, durante su servicio en la marina en la II Guerra Mundial. Qui¨¦n sabe si nos habr¨ªamos ahorrado la crisis de los misiles y Marylin seguir¨ªa viva.
El dicho coco, en el que Kennedy escribi¨® un mensaje pidiendo socorro y que conservaba en su mesa en el Despacho Oval, es el icono, junto con la lancha torpedera PT-109 que el futuro presidente comandaba, de la gran haza?a militar del personaje, la gesta que ciment¨® su leyenda y le impuls¨® en su carrera pol¨ªtica. La noche del 2 de agosto de 1943, el joven teniente Kennedy de 26 a?os acechaba un convoy japon¨¦s al mando de su torpedera en el Estrecho de Blackett, en las islas Solomon, cuando el destructor japon¨¦s Amagiri embisti¨® la lancha, haci¨¦ndola explotar y ech¨¢ndola a pique. Dos de los 13 tripulantes de la embarcaci¨®n estadounidense murieron en la colisi¨®n. Kennedy, excelente nadador en Harvard, pas¨® 30 horas en el agua ¨Ccon tiburones, que se hacen muy largas- ayudando a los supervivientes hasta llegar a la isla de Plum Pudding (rebautizada isla Kennedy), situada a seis kil¨®metros. El futuro presidente se ocup¨® de llevar a un marinero malherido, McMahon, arrastr¨¢ndolo tirando de su chaleco salvavidas con los dientes.
Muy mal pintaban las cosas en aquellos parajes inh¨®spitos para los n¨¢ufragos estadounidenses, sedientos, sin comida y rodeados de japoneses, cuando tuvieron la fortuna de que dos valientes nativos que trabajaban de exploradores para los Aliados dieran con ellos. Se trataba de Biuku Gasa y Eroni Kumana; el primero falleci¨® en 2005 (el d¨ªa antes del 42 aniversario de la muerte de Kennedy, para quien le gusten esos datos), y al segundo, Kumana, lo despedimos ahora (falleci¨® el pasado 2 de agosto con 93 a?os, seg¨²n sus propios c¨¢lculos).
Fueron invitados a la toma
Natural de la isla de Rannonga, una de las Solomon, Kumana parti¨® en canoa con su colega en busca de supervivientes al alertar el subteniente australiano Evans, desde un puesto secreto de observaci¨®n en un volc¨¢n en las islas Kolombangara, de la explosi¨®n de la torpedera. Los rescatadores se encontraron primero con Kennedy y otro marino que hab¨ªan nadado hasta la isla Naru, pero ambas parejas pensaron que los otros eran japoneses y salieron corriendo. Finalmente, se reunieron todos el 6 de agosto en la vecina isla Olasana, a la que se hab¨ªan trasladado los marinos y donde a la saz¨®n subsist¨ªan aliment¨¢ndose de cocos.
Fue entonces cuando, ante las dificultades de Kumana y Gasa con el ingl¨¦s y la falta de papel, el segundo sugiri¨® escribir el mensaje de SOS en un coco y Kumana cogi¨® al efecto uno de un ¨¢rbol. Kennedy anot¨® en la c¨¢scara verde: ¡°Naru island. Commander. Native knows posit. He can pilot. 11 alive. Need small boat. Kennedy¡±. Los dos nativos realizaron entonces el peligroso viaje ¨Cy m¨¢s con un coco inscrito en ingl¨¦s- en busca de ayuda, y finalmente los supervivientes fueron rescatados.
La historia se llev¨® al cine en
Kennedy emergi¨® de aquella aventura seminal ¨Cque quiz¨¢ no sea el adjetivo m¨¢s adecuado en su caso- condecorado y con el marchamo de h¨¦roe. La historia la popularizaron The New Yorker y el Reader¡¯s Digest y dio incluso pie a una pel¨ªcula, en 1963, con Cliff Robertson en el papel de Kennedy (con gui?os como cuando el protagonista atraviesa una casa del muelle con su torpedera o cuando le recriminan tener fotos de chicas pin up en la taquilla). Un chico guapo y valiente, rico, de buena familia, al mando de un audaz devil boat ¨Cun servicio muy independiente y adrenal¨ªnico- y que velaba abnegadamente por los suyos, era un caramelo. Cuando le preguntaban c¨®mo se hab¨ªa convertido en h¨¦roe de guerra, Kennedy contestaba con su encantadora sonrisa, quitando importancia al asunto: ¡°Fue f¨¢cil, hundieron mi lancha¡±. Esas cosas encantan a los estadounidenses y te convierten en un estupendo candidato a la presidencia.
Para Kumana y Gasa la aventura no tuvo tanto r¨¦dito. Kennedy los invit¨® a su toma de posesi¨®n pero las autoridades coloniales brit¨¢nicas no los dejaron viajar. Ambos lamentaron mucho el asesinato de Kennedy, al que consideraban un amigo. Kennedy parece haber tenido m¨¢s aprecio al coco. Kumana fue retratado a?os despu¨¦s con una camiseta que rezaba ¡°I rescued JFK¡±. En 2002, cuando Robert Ballard, el descubridor del Titanic, encontr¨® los restos de la PT-109 (a 360 metros de profundidad), Kumana y Gasa volvieron a ser noticia. Entonces, el hijo de Robert Kennedy y sobrino de John, Max Kennedy, viaj¨® a las Solomon y los entrevist¨® en el marco de un programa de National Geographic sobre el hallazgo de los restos de la torpedera. La familia Kennedy aport¨® dinero para que ambos se construyeran casas nuevas (la de Kumana la destruy¨® el tsunami de 2007). A su vez, Kumana, que mantuvo siempre un peque?o t¨²mulo de piedras como santuario en memoria de John Kennedy, regal¨® una bonita concha para la tumba del presidente en Arlington. El coco, convertido en pisapaples, se guarda en el museo y librer¨ªa presidencial John Fitgerald Kennedy en Boston.
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