Soldados de una batalla ajena
Los Borinqueneers fueron los primeros puertorrique?os que combatieron en la guerra de Corea Formaron el ¨²ltimo regimiento segregado del Ej¨¦rcito de EE UU
"Que antes que nada se sepa que soy de la playa de Naguabo". Federico Simmons naci¨® en esa playa del norte de Puerto Rico hace 85 a?os. Al cumplir 20 emigr¨® a San Juan y se licenci¨® como Guardia Nacional. A los 23, el servicio militar obligatorio le envi¨® a Panam¨¢ y, tras un par de meses de entrenamiento, le embarc¨® en enero de 1952 en el buque Aiken Victory con rumbo a la Guerra de Corea. "Uno sabe que va a la guerra y no sabe ad¨®nde. Esas cosas siempre las dicen a lo ¨²ltimo". Simmons sirvi¨® un a?o con los Borinqueneers, el regimiento 65 de Infanter¨ªa: la ¨²ltima unidad militar segregada de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y el primer regimiento de puertorrique?os enviado a la primera l¨ªnea de combate, a las tareas m¨¢s riesgosas. "Yo era el informativo, avisaba si hab¨ªa enemigos o no. Sin m¨ª y sin todos los que est¨¢bamos asignados a comunicaciones, nadie pod¨ªa pelear. Por eso a cada rato mataban a uno de nosotros. A m¨ª, gracias a Dios, no me mataron", dice Simmons y se r¨ªe.
La guerra, seguida de la muerte o la emigraci¨®n a Estados Unidos, ha hecho su parte en el lento y sostenido proceso de decrecimiento de la poblaci¨®n de Puerto Rico en el ¨²ltimo medio siglo, por lo que hay ahora m¨¢s puertorrique?os viviendo en el continente que en la isla. Los isle?os han ingresado a las Fuerzas Armadas estadounidenses desde que el Congreso les otorg¨® la ciudadan¨ªa en 1917 y lo hicieron en masa durante el periodo de la gran migraci¨®n, entre 1945 y 1965, cuando medio mill¨®n de j¨®venes de provincia y sin empleo partieron hacia el continente como soldados u obreros. Los Borinqueneers llamados a batalla entre 1950 y 1952 eran de Naguabo, de Trujillo Alto, de Guaynabo, de A?asco, de San Lorenzo, de Jayuya. No hab¨ªan salido nunca de la isla, jam¨¢s hab¨ªan disparado un arma y los que hab¨ªan completado la escuela hablaban algo de ingl¨¦s; enrolarse se les presentaba como una oportunidad de estudiar por tres a?os y emigrar.
"Anote all¨ª, por favor: Rafael G¨®mez Hern¨¢ndez, licenciado". G¨®mez formaba parte de un grupo de 85 j¨®venes reci¨¦n graduados de la escuela secundaria que se alistaron voluntariamente el 20 de junio de 1950 en el Fuerte Buchanan de San Juan, con la promesa de que ser¨ªan enviados a la escuela de oficiales en el canal de Panam¨¢. Cinco d¨ªas m¨¢s tarde, el 25 de junio, estall¨® la guerra en Corea. "Seg¨²n lo planificado, nos llevaron a Panam¨¢, nos dieron dos meses de training, completaron las compa?¨ªas con soldados de experiencia de la Segunda Guerra y nos metieron para Corea. Aquello de estudiar para oficiales se olvid¨®", cuenta G¨®mez. Hab¨ªa 3.500 soldados en esos tres primeros batallones de puertorrique?os que partieron en dos buques, el Marine Lynch y el Sargento Woodford.
Javier Morales es veterano de Vietnam y preside la Asociaci¨®n de Retirados del 65 de Infanter¨ªa, una organizaci¨®n creada en 1935 para brindar ayuda y abogar por beneficios para sus integrantes, con sede en la segunda planta de una vieja casa del barrio Puerto Nuevo de San Juan. Morales visita a los veteranos de toda la isla, averigua qu¨¦ necesitan, busca ayuda. ?l calcula que entre Puerto Rico y Estados Unidos hay m¨¢s de mil sobrevivientes del regimiento: "No se tiene una idea exacta porque no se ha hecho un censo. Hay algunos que no reciben nada porque se apuraron cuando eran j¨®venes y la familia no se interes¨® tampoco en reclamar beneficios". Los heridos en combate deben, por ejemplo, someter unos papeles para tratar de conseguir una compensaci¨®n. Y justo porque prestaron servicio en la primera l¨ªnea de defensa, los heridos son muchos; en t¨¦rminos generales, desde Corea y hasta ahora, la proporci¨®n de heridos o fallecidos en batalla suele ser mayor entre los puertorrique?os que entre otros grupos ¨¦tnicos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Juan Jos¨¦ Reyes estuvo seis meses destacado como carabinero en Suwon y otros seis hospitalizados por una lluvia de fragmentos de artiller¨ªa que le hiri¨® las piernas. Tiene ahora 87, habla, se mueve con dificultad y cada reencuentro con sus excompa?eros, condecorados como ¨¦l con la orden del Coraz¨®n P¨²rpura, le golpea hasta el llanto. "En Corea quedaron muchos muertos y yo los vi morir", recuerda. Rafael R¨ªos ten¨ªa tres meses de haber llegado a Corea, en diciembre de 1950, cuando el jeep de la compa?¨ªa de auxilios m¨¦dicos donde viajaba pis¨® una mina y volc¨®. "La labor m¨ªa era ayudar a los heridos y, de mi pueblo, yo fui de los primeros heridos. Tengo 30% de discapacidad y eso es permanente. Me quieren meter al hospital, pero yo a los hospitales no quiero ir porque uno coge ah¨ª muchas enfermedades".
Puerto Rico es una de las jurisdicciones nacionales con mayor cantidad de veteranos del Ej¨¦rcito de EE UU. "Los puertorrique?os han estado tradicionalmente sobrerrepresentados en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, porque es una oportunidad de desarrollarse. Pueden beneficiarse, por ejemplo, de las ayudas a veteranos para estudiar en la universidad o comprarse una casa cuando terminan su servicio", explica el antrop¨®logo cubano-puertorrique?o Jorge Duany, profesor de la Universidad de Florida. Sin embargo, la calidad de los servicios que reciben esos militares es mediocre: "Los propios veteranos se quejan de los hospitales y de que el cierre de las bases los ha perjudicado", a?ade Duany.
Los beneficios para veteranos puertorrique?os sumaron 857,3 millones de d¨®lares en las transferencias federales a isle?os de 2013; este monto ocup¨® ese a?o el quinto lugar en importancia, despu¨¦s de las becas, y antes de las ayudas para adquirir vivienda y de las pensiones del sistema federal de retiro. De acuerdo a datos del censo de 2010, los beneficios federales del seguro social y de salud (Medicare) representaban el 38% de los ingresos de los puertorrique?os mayores de 60 a?os, un grupo que entonces sumaba el 20,4% de la poblaci¨®n total de la isla.
La proporci¨®n de heridos y fallecidos en batalla es mayor entre los puertorrique?os que en otros grupos ¨¦tnicos del ej¨¦rcito de Estados Unidos
Una avenida lleva su nombre en San Juan, a pesar de que desde la primera batalla los Borinqueneers fueron criticados tanto por las tropas estadounidenses como por sus compatriotas nacionalistas de la isla. "Hab¨ªa una atm¨®sfera de subestimaci¨®n, de inferioridad con la que ten¨ªan que lidiar, ten¨ªan muchas dificultades, y adem¨¢s tuvieron que asumir misiones casi suicidas", cuenta Frank Medina, nieto de un Borinqueneer. Entre 2005 y 2006, Medina sirvi¨® en la Guerra de Irak como oficial de comunicaciones apostado en la poblaci¨®n de Balad, y asegura que "no solo han cambiado los mecanismos para evitar que haya circunstancias de desagregaci¨®n, discriminaci¨®n o prejuicio, sino que tambi¨¦n hay una mentalidad de respeto y diversidad para el trabajo conjunto". Medina tiene ahora 34 a?os, vive en Orlando, Florida, a¨²n trabaja como ingeniero de sistemas para la Marina de Estados Unidos y representa a una alianza de voluntarios que se organiz¨® para lograr que los Borinqueneers recibiesen la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos por sus servicios.
La condecoraci¨®n les fue finalmente otorgada el 10 de junio de este a?o, y Federico Simmons, Rafael G¨®mez Hern¨¢ndez y Miguel Pi?eiro fueron los tres ¨²nicos veteranos residentes en la isla que pudieron viajar a Washington para recibirla. "Fue un tremendo viaje, estoy muy satisfecho porque jam¨¢s hab¨ªa visto el capitolio por dentro y tenemos la pluma con la que el presidente Barack Obama firm¨® la orden", dice Pi?ero, de 83 a?os. "La guerra de Corea fue hace mucho, esto pod¨ªa haber ocurrido 30 o 40 a?os atr¨¢s, pero nunca es tarde y estamos agradecidos porque tenemos este reconocimiento. Ya yo ten¨ªa otras cinco medallas por Corea: coraz¨®n p¨²rpura, bronce y otras m¨¢s, que no recuerdo", dice Simmons y se r¨ªe otra vez.
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