Abusos y violencia en la prisi¨®n de Rikers Island
Una demanda por la muerte de un recluso agrava el esc¨¢ndalo en la segunda c¨¢rcel de Estados Unidos
Ann Griffin, de 61 a?os, cree que la vida de su hijo vale lo mismo que la de los periodistas decapitados en Irak o la de las miles de v¨ªctimas de los terroristas islamistas a los que Barack Obama ha prometido destruir. Y quiere justicia. Su hijo, Bradley Ballard, de 39 a?os, no muri¨® en Irak o en Siria, sino abandonado en una celda para enfermos mentales de la prisi¨®n de Rikers Island, en pleno Nueva York, desnudo en el suelo, cubierto con sus propias heces, sin recibir medicaci¨®n para su esquizofrenia y diabetes y con una goma anudada en los genitales que le provoc¨® una isquemia. Durante d¨ªas de laceraciones y autolesiones, nadie le atendi¨®. Dos d¨ªas despu¨¦s de su fallecimiento, su madre recibi¨® una llamada en Houston (Texas), donde vive. ¡°Su hijo ha fallecido de un ataque al coraz¨®n¡±, le dijeron.
Griffin demand¨® el mi¨¦rcoles ante un tribunal federal de Manhattan a los responsables de la prisi¨®n, a la empresa que gestiona sus servicios sanitarios (Corizon), a los m¨¦dicos encargados y a los funcionarios implicados por lo que un oficial consider¨® un ¡°homicidio¡±. El argumento de la acci¨®n judicial es muy simple: mientras su hijo agonizaba quienes deb¨ªan atenderle se limitaron a mirar. ¡°Ustedes est¨¢n para rehabilitar a mi hijo, no para destruirle¡±, exclam¨® Griffin entre l¨¢grimas durante una comparecencia ante la prensa.
El caso llega poco despu¨¦s de que las siniestras pr¨¢cticas de Rikers Island salieran a la luz. En julio de este a?o, The New York Times public¨® una investigaci¨®n en que la se detallaba m¨¢s de un centenar de casos de violencia contra presos de dicho establecimiento, muchos de ellos con problemas mentales. Preet Bharara, fiscal del distrito sur de Nueva York, public¨® poco despu¨¦s un informe que constataba la ¡°profundamente instalada cultura de la violencia¡± entre los funcionarios de Rikers Island a la hora de tratar a sus internos m¨¢s j¨®venes.
Bradley Ballard fue detenido en junio de 2003 por no informar de un cambio de domicilio cuando estaba en libertad condicional, seg¨²n el informe obtenido por el peri¨®dico de Nueva York tras hacer un requerimiento judicial. En julio de ese a?o, fue trasladado a la unidad de psiquiatr¨ªa del hospital Bellevue, donde estuvo 38 d¨ªas. De all¨ª pas¨® a la unidad mental de Rikers. El 4 de septiembre fue encerrado en su celda despu¨¦s de que se quitara la ropa y se pusiera a bailar de forma provocativa, contin¨²a el informe obtenido por The New York Times. Estuvo encerrado una semana. Durante dos d¨ªas no se le ofrecieron alimentos. Supuestamente, el personal m¨¦dico deb¨ªa visitarle dos veces cada jornada para administrarle medicaci¨®n. No recibi¨® ninguna.
El 10 de septiembre, Ballard vomit¨® y defec¨® sobre s¨ª mismo. ¡°Su cuerpo comenz¨® a fallar¡±, a?ade el informe. Durante horas, los guardias se limitaron a mirar de vez en cuando desde fuera de la celda. Finalmente llamaron al personal m¨¦dico, que tampoco quiso entrar en el habit¨¢culo. En lugar de eso, obligaron a entrar a otros dos internos con guantes y unas mantas. Cuando le sacaron en camilla, descubrieron que hab¨ªa anudado sus test¨ªculos con una gomas, lo que hab¨ªa degenerados los tejidos.
¡°El se?or Ballard estaba a punto de morir tumbado en una camilla y un m¨¦dico y una enfermera se quedaron de brazos cruzados y sin atreverse a tocar su cuerpo¡±, afirma la demanda. El interno muri¨® unas horas despu¨¦s de ser trasladado a un hospital. El examen m¨¦dico determin¨® que hab¨ªa muerto por una complicaci¨®n diab¨¦tica grave y una isquemia genital agravadas por un cuadro esquizofr¨¦nico.
El caso de Ballard es la punta de un terrible iceberg. ¡°Rikers Island no funciona para los internos adolescentes. Es un lugar donde la fuerza bruta es el primer impulso en lugar del ¨²ltimo recurso, un lugar donde los insultos verbales se pagan con lesiones f¨ªsicas, un lugar donde las palizas son rutina y las rendiciones de cuentas, una excepci¨®n¡±, declar¨® el fiscal. Aunque su informe se centr¨® en las condiciones de los internos de 16 a 18 a?os de tres c¨¢rceles del recinto, Bharara asegur¨® que los problemas eran extensibles a los otros siete edificios de adultos y mujeres. Rikers Island, con 12.000 presos, en el segundo recinto penitenciario de Estados Unidos (Los ?ngeles ocupa el primera lugar, con 18.000 internos). Seg¨²n la fiscal¨ªa, el 44% de la poblaci¨®n reclusa adolescente ha sufrido trato violento con lesiones en alguna ocasi¨®n por parte de los funcionarios desde 2012.
La investigaci¨®n de The New York Times detall¨® 129 casos en los que los presos sufrieron ¡°lesiones graves¡± en altercados con los vigilantes a lo largo de 11 meses en 2013. Muchos de ellos requirieron atenci¨®n m¨¦dica fuera del recinto, ya que los servicios m¨¦dicos de la prisi¨®n no dispon¨ªan del material necesario para tratarlos. El dato m¨¢s preocupante es que el 77% de los lesionados hab¨ªa recibido alg¨²n tipo de diagn¨®stico por enfermedad mental. En cinco casos, las lesiones fueron el preludio de un intento de suicidio. Ninguno de los funcionarios implicados fue investigado, procesado o sancionado. En su informe al alcalde Bill de Blasio, el fiscal Bharara habla de un impenetrable ¡°c¨®digo de silencio¡± entre los trabajadores de Rikers Island.
Los casos de depresi¨®n, esquizofrenia o desorden bipolar aparecen relacionados con muchos de los episodios violentos. Rikers tiene en estos momentos similar n¨²mero de enfermos mentales (unos 4.000) que los 24 hospitales psiqui¨¢tricos del Estado de Nueva York. Esos enfermos representan casi el 35% de la poblaci¨®n reclusa de la isla. Hace ocho a?os s¨®lo representaban el 20%. Pero este no es un problema limitado a Rikers. Seg¨²n algunos estudios, el 95% de los enfermos mentales registrados en Estados Unidos est¨¢n en alguna instituci¨®n penitenciaria. Y son estos los que cometen dos tercios de las violaciones de las normas de los centros y la mayor¨ªa de los incidentes violentos.
La violencia en Rikers no ha hecho m¨¢s que crecer. Seg¨²n los datos del ayuntamiento de Nueva York, los funcionarios han utilizado la fuerza contra internos en 1.927 ocasiones en los seis primeros meses de este a?o. Es un tercio m¨¢s de lo sucedido el a?o anterior. Pese a que la poblaci¨®n reclusa se ha reducido, en los ¨²ltimos cinco a?os el uso de la fuerza por parte de funcionarios se ha incrementado un 90%.
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