Escocia reaviva el sue?o soberanista de Quebec
La consulta escocesa coincide con el retroceso del independentismo en la provincia franc¨®fona de Canad¨¢
El refer¨¦ndum escoc¨¦s sobre la independencia levanta los ¨¢nimos del melanc¨®lico nacionalismo quebequ¨¦s. Derrotados en las urnas el pasado abril, los independentistas de Quebec miran a Escocia con una mezcla de envidia y admiraci¨®n. Aqu¨ª la posibilidad de una tercera consulta ¡ªen 1980 y 1995 gan¨® el no a la secesi¨®n¡ª parece lejana.
¡°El cielo est¨¢ gris¡±, dice Bernard Landry, veterano pol¨ªtico del Partido Quebequ¨¦s, hegem¨®nico en el campo soberanista, y primer ministro de Quebec entre 2001 y 2003. ¡°Pero es coyuntural. Es una cuesti¨®n de tiempo. Suele ser tras la derrota cuando se reflexiona¡±.
Landry acaba de llegar al pub British de Sainte-Julie, un municipio de 30.000 habitantes a 25 kil¨®metros de Montreal, la primera ciudad de Quebec. La iron¨ªa no escapa a nadie: en este local de nombre tan imperial se celebra un mitin en que se repiten las menciones al refer¨¦ndum en el que el jueves los escoceses decidir¨¢n si se separan de Reino Unido.
La reuni¨®n tiene m¨¢s de asamblea de barrio que de mitin pol¨ªtico. Un centenar de personas se ha congregado para escuchar a los oradores entre los que est¨¢ Landry y buscar inspiraci¨®n no s¨®lo en Escocia sino tambi¨¦n en Catalu?a. Desde la otra orilla del Atl¨¢ntico, el refer¨¦ndum escoc¨¦s y los planes de consulta catalana resultan a veces indistinguibles.
En Sainte-Julie no ondean banderas. No es el momento de concentraciones masivas despu¨¦s de que el Partido Quebequ¨¦s perdiese el control del Gobierno de la belle province en las ¨²ltimas elecciones. El vencedor fue el Partido Liberal Quebequ¨¦s, que es federalista, es decir, partidario de un Canad¨¢ unido.
Escocia y Catalu?a quedan lejos. Y cerca. Durante a?os, Quebec fue el espejo de los movimientos secesionistas europeos. Los papeles se han invertido. Varios de los asistentes al acto preparan las maletas para una gira europea que los llevar¨¢ a Barcelona y Edimburgo. El ejemplo escoc¨¦s y catal¨¢n ¡ªla ¡°lecci¨®n¡±, dijo Maxime Laporte, uno de los oradores¡ª salpica los discursos.
Maxime Laporte ten¨ªa ocho a?os en 1995, fecha del ¨²ltimo refer¨¦ndum. Cuatro millones y medio de personas votaron, y el s¨ª perdi¨® por menos de 60.000 votos. Ahora preside la Soci¨¦t¨¦ Saint Jean Baptiste, la organizaci¨®n en defensa de los derechos de los franc¨®fonos m¨¢s antigua, fundada en 1834.
Laporte es un independentista irritado por la ineficacia de los pol¨ªticos y convencido de que, pese a las teor¨ªas sobre su declive imparable, el soberanismo resucitar¨¢. Estos d¨ªas ha viajado a Catalu?a y Escocia.
¡°Llega una ola de libertad y esperanza para los pueblos¡±, dice Laporte en la terraza del pub tras pronunciar el discurso. A la pregunta sobre los efectos en Quebec de un hipot¨¦tico s¨ª en Escocia, responde: ¡°Ser¨¢ un ejemplo claro de que, cuando un pueblo minoritario quiere independizarse, es realizable. ?Por qu¨¦ tener miedo? Somos ni?os y ni?as mayores. No necesitamos la tutela de mam¨¢ Canad¨¢¡±.
Unos d¨ªas despu¨¦s, en la capital de Canad¨¢, Ottawa, Eddie Goldenberg esboza una sonrisa al escuchar el relato del evento en el angosto pub British y de los planes de viaje por la Europa independentista. Goldenberg, que es federalista, fue la mano derecha del primer ministro canadiense Jean Chr¨¦tien, durante la campa?a por el no en 1995. ¡°Posiblemente no puedan llenar una sala grande¡±, dice Goldenberg. ¡°Son la vieja banda de siempre. Casi es triste ver esto¡±.
¡°Debo decir que me parece pat¨¦tico verlos paseando por Escocia y Catalu?a¡±, dice en otro momento. ¡°La idea de que, porque quieren romper Canad¨¢, es una buena idea romper Espa?a o Reino Unido¡ Es como decir que la separaci¨®n es buena ocurra donde ocurra. No me parece un argumento convincente. Creo que es una muestra de desesperaci¨®n¡±.
La campa?a en Escocia le recuerda a Goldenberg la de 1995: la inicial ventaja del no en los sondeos, la despreocupaci¨®n de los partidarios del Canad¨¢ unido, el ascenso del s¨ª en las ¨²ltimas semanas, la movilizaci¨®n desesperada de Chr¨¦tien y los federalistas al final...
¡°Esta pel¨ªcula ya la he visto¡±, dice. Goldenberg recuerda que, en el caso de una victoria del s¨ª, el primer ministro Chr¨¦tien ¡ªquebequ¨¦s federalista¡ª no pensaba reconocer el derecho de Quebec a separarse: la complejidad de la pregunta imped¨ªa deducir que un s¨ª significaba un s¨ª a la secesi¨®n autom¨¢tica. ¡°El problema fue que nosotros hicimos una campa?a con la cabeza y ellos con el coraz¨®n¡±, dice. ¡°Y casi perdimos¡±.
El historiador ?ric B¨¦dard se encontraba en el otro bando. En 1995 era portavoz de la coalici¨®n de j¨®venes soberanistas. ¡°Cre¨ªmos tanto en ello¡¡±. La experiencia le marc¨®. Escocia reaviva los recuerdos. ¡°Si se piensa bien, la victoria del s¨ª en Escocia ser¨ªa un s¨ªmbolo incre¨ªble¡±, dice B¨¦dard en Montreal, una ciudad, explica, construida en parte por escoceses. El v¨ªnculo es pol¨ªtico: Canad¨¢, como Escocia, tiene a la Reina de Inglaterra como jefa de Estado.
B¨¦dard es realista. ¡°Mire: la ¨²ltima campa?a electoral gir¨® en torno a la idea de si deb¨ªa haber un refer¨¦ndum¡±. Y el resultado fue no. ¡°Incluso personas que estar¨ªan dispuestas a decir s¨ª juzgan que no es el momento de hablar de ello¡±, a?ade.
Muchos temen que una tercera derrota entierre para siempre las aspiraciones secesionistas. Y aqu¨ª, en este ambiente casi depresivo, Escocia ¡ªy Catalu?a¡ª son una inyecci¨®n de optimismo.
¡°Es como un fen¨®meno compensatorio¡±, reflexiona B¨¦dard. ¡°Va tan mal aqu¨ª que al mirar al extranjero y ver que en estas dos grandes naciones el s¨ª podr¨ªa ganar, nos decimos: ¡®s¨ª, los sondeos son malos y s¨ª, el Partido Quebequ¨¦s ha sufrido una gran derrota, pero esto es un signo de que nuestro proyecto a¨²n es pertinente¡±.
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