Flandes busca autonom¨ªa sin ruptura
El nacionalismo belga blande el antiguo yugo franc¨¦s y la pujanza econ¨®mica para reivindicarse
Kraainem es un apacible municipio lindante con Bruselas que ilustra a la perfecci¨®n la complejidad del entramado belga. Pese a estar enclavado en Flandes (la regi¨®n m¨¢s rica del pa¨ªs, con el 60% de poblaci¨®n y el 70% de la econom¨ªa), tres cuartas partes de sus habitantes son franc¨®fonos y se inscriben como tales en el ayuntamiento. Pero toda la informaci¨®n oficial que les llega (chequeos m¨¦dicos, impuestos, ayudas¡) est¨¢ en neerland¨¦s. Tienen derecho a recibirla en franc¨¦s, pero para ello deben dirigirse al consistorio y reclamarla. Y, en cualquier caso, el pr¨®ximo env¨ªo volver¨¢ a hacerse en el idioma de Flandes. ¡°Soy franc¨®fona y reclamo la libertad ling¨¹¨ªstica. Flandes tiene buenas ideas, pero est¨¢ completamente cerrada en el asunto de la lengua¡±, lamenta V¨¦ronique Caprasse, alcaldesa de esta localidad.
Los conflictos derivados del idioma representan la cara m¨¢s visible de la dif¨ªcil convivencia entre dos pueblos, el flamenco y el val¨®n, que se alejan progresivamente. Las tensiones son casi inexistentes en los territorios claramente asignados a Flandes, donde la ¨²nica lengua oficial es el flamenco, y a Valonia, de habla francesa. Pero Bruselas, oficialmente biling¨¹e, y su periferia, con una gran preponderancia del franc¨¦s, ponen a prueba las costuras del pa¨ªs. Y, a la vez, la capital da sentido a B¨¦lgica, pues ni Flandes ni Valonia se plantean renunciar a ella.
La peculiaridad en el caso belga es que, al contrario de lo que ha ocurrido en Escocia o en Catalu?a, esa pugna constante entre territorios apenas ha encendido el independentismo en la poblaci¨®n. Solo el 15% de los flamencos, seg¨²n diversas encuestas, desea la escisi¨®n de B¨¦lgica. ¡°Si fu¨¦ramos una minor¨ªa, el anhelo de identidad ser¨ªa mayor. Como somos mayor¨ªa, es dif¨ªcil verlo como un problema. El principal objetivo de mi partido es la prosperidad de Flandes. La independencia es un fin a largo plazo¡±, argumenta Siegfried Bracke, diputado en el Parlamento federal belga de la N-VA, el gran partido nacionalista flamenco y el m¨¢s votado en el pa¨ªs (solo con un tercio de los votos porque en B¨¦lgica no hay partidos nacionales; los flamencos votan a formaciones flamencas y los valones, listas valonas).
Ese aspecto de la mayor¨ªa que quiere diferenciarse de una minor¨ªa constituye toda una rareza en los movimientos separatistas, que suelen funcionar al contrario. La explicaci¨®n emerge cuando se ampl¨ªa el foco de la historia, que invierte completamente la situaci¨®n actual. ¡°Todav¨ªa en la primera mitad del siglo XX, Valonia era el motor econ¨®mico y de poblaci¨®n del pa¨ªs, m¨¢s industrializado que Gran Breta?a. Y durante mucho tiempo hubo una imposici¨®n ling¨¹¨ªstica del franc¨¦s sobre el flamenco. Eso ha creado un sentimiento de minor¨ªa entre los flamencos, incluso ahora que son mayor¨ªa¡±, explica Pascal Delwit, polit¨®logo de la Universidad Libre de Bruselas. Este experto advierte de que un s¨ª a la independencia en Escocia alentar¨¢ a otros separatismos y ¡°cambiar¨¢n mucho las cosas en Europa¡±.
Los recelos entre las comunidades belgas han ido construyendo cada vez m¨¢s barreras en un pa¨ªs que cuenta con pocos nexos de uni¨®n nacional (ni siquiera hay medios de comunicaci¨®n implantados en todo el Estado). B¨¦lgica se fund¨® en 1830, con un 90% de poblaci¨®n neerland¨®fona ¡ªen realidad hablaban dialectos que se han ido unificando con el holand¨¦s hasta crear una sola lengua¡ª, pero que ten¨ªa el franc¨¦s como lengua oficial. En 1932 se estableci¨® el monoling¨¹ismo en las regiones y cada territorio fue progresivamente ganando competencias. A finales de los noventa, el pa¨ªs se federaliz¨® por completo.
La defensa de la lengua y la cultura solo explica parcialmente la pulsi¨®n nacionalista que anida en Flandes. En realidad, la principal raz¨®n esgrimida hoy para lograr mayor autonom¨ªa es la considerada excesiva solidaridad con Valonia. ¡°Es una reivindicaci¨®n que va contra el esp¨ªritu europeo, que trata precisamente de crear un espacio socioecon¨®mico con mayor solidaridad¡±, observa el historiador Bruno de Wever, hermano del l¨ªder de la N-VA, Bart de Wever. Sobre el devenir del independentismo, este experto en nacionalismo flamenco alerta: ¡°Hoy mucha gente que vota nacionalista no es independentista, pero eso puede suponer un problema porque, en democracia, son los partidos pol¨ªticos los que fijan las grandes l¨ªneas¡±.
Ese escoramiento hacia las reivindicaciones econ¨®micas alej¨® a algunos flamencos del movimiento con el que inicialmente hab¨ªan simpatizado. Bert Anciaux, hoy diputado en el Parlamento flamenco por el SP.A ¡ªlos socialdem¨®cratas de Flandes¡ª, encarna ese viraje: comenz¨® presidiendo la formaci¨®n nacionalista Volksunie, creada en los cincuenta, y ha acabado en la izquierda, contraria a la independencia. ¡°Como flamenco, yo antes estaba discriminado por hablar mi lengua. Pero ahora no es as¨ª: se trata de no ser solidario con los dem¨¢s. Es un tipo de nacionalismo que no me gusta, es ego¨ªsmo¡±, sentencia. El diputado de la N-VA, antiguo socialista, lo rebate. ¡°Defendemos el confederalismo: solidaridad con el sur [Valonia], pero sin tantas transferencias¡±, sugiere Bracke.
En medio de estas tensiones, surgen iniciativas ciudadanas que abogan por dejar atr¨¢s las rivalidades ling¨¹¨ªsticas y trabajar por mejorar las cosas en B¨¦lgica, un pa¨ªs donde cuesta tomar decisiones porque siempre hay una comunidad que puede paralizarlas si las cree perjudiciales. Desde un sal¨®n lleno de libros en su casa de Kraainem, el peque?o municipio al este de Bruselas, Carel Edwards, presidente de la asociaci¨®n Kraainem Unie, pide cerrar ya la herida hist¨®rica. ¡°La cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica es incre¨ªblemente emocional. Pero tenemos que ir m¨¢s all¨¢ de eso porque en B¨¦lgica hay muchas cosas que solucionar. No conozco a nadie de 20 o 30 a?os que considere que la lengua es un problema¡±, concluye.
Los nacionalistas acarician el poder central
B¨¦lgica aguarda la puesta en marcha de la llamada coalici¨®n kamikaze: un Gobierno federal formado por tres partidos flamencos (los nacionalistas de la N-VA, los democristianos de la CD&V y los liberales del Open VLD) y tan solo uno val¨®n: los tambi¨¦n liberales del MR. De prosperar esta uni¨®n in¨¦dita, los belgas ser¨¢n gobernados por vez primera por una abrumadora mayor¨ªa flamenca, con un peque?o reducto de franc¨®fonos. La coalici¨®n, que ultima estos d¨ªas su programa y la elecci¨®n del primer ministro, cuenta con otra novedad: excluye a los socialistas del ¨¢mbito federal por primera vez en 26 a?os.
Frente a los cl¨¢sicos Ejecutivos que procuraban un equilibrio entre lo ideol¨®gico y lo territorial, este equipo se dispone a aplicar un programa liberal de reforma de la econom¨ªa. Pero nada es f¨¢cil en una B¨¦lgica tan diversa. ¡°La N-VA no se atreve a hablar de separatismo, pero el confederalismo que propone supone ya una escisi¨®n; de la deuda, de impuestos, de Seguridad Social... No conf¨ªo en ellos, no creo que el Gobierno tenga una existencia larga¡±. Quien as¨ª se expresa no es un frustrado socialista a punto de abandonar el poder, sino todo un veterano de los democristianos flamencos que, si nada se tuerce, se integrar¨¢n en el Gobierno de la N-VA. Se trata del diputado Eric Van Rompuy, hermano del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. Hasta ahora no hab¨ªa sido posible pactar con la N-VA, que ya gan¨® las elecciones de 2010.
Para allanar el camino, los nacionalistas flamencos han prometido mantener intacto el marco institucional ¡ªaunque ellos querr¨ªan desdibujar aun m¨¢s el poder central¡ª y se dedicar¨¢n al cambio econ¨®mico. ¡°Tener un Gobierno sin socialistas por primera vez desde 1998 es una oportunidad que no podemos desaprovechar¡±, admite sin tapujos Siegfried Bracke, de la N-VA.
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