Un Reino ¡®re-Unido¡¯
Braveheart perdi¨® de nuevo. Escocia no se independiza, pero nada volver¨¢ a ser lo mismo en el espacio pol¨ªtico brit¨¢nico
Braveheart perdi¨® de nuevo. Por un resultado democr¨¢ticamente irreprochable, el pueblo escoc¨¦s ha elegido seguir formando parte de lo que The Independent llama el Reino re-unido, el primer ministro conservador, David Cameron conf¨ªa en que sea ¡°toda una vida¡±. Pero nada volver¨¢ a ser lo mismo en el espacio pol¨ªtico brit¨¢nico.
El s¨ª inclina disciplinadamente la cerviz y comprende que pasar¨¢n bastantes a?os antes de que se le presente otra ocasi¨®n para soltar amarras de uno de los experimentos pol¨ªticos m¨¢s exitosos del mundo occidental, del siglo XVIII a esta parte. Pero no por ello menos el pa¨ªs escoc¨¦s, con cuatro millones y medio de votantes potenciales, se divide con un s¨ª casi en el 45%, y lo que es m¨¢s importante, igual que en Catalunya entre los menores de 30 a?os parece que las proporciones se decantaban con inversa claridad por la ruptura. Una Escocia joven, con un gran futuro por delante, pero frustrada en sus aspiraciones de independencia, y otra asentada, reservona ante el presente, tanto como en control de las palancas del poder f¨¢ctico, el dinero, respira aliviada: la vida sigue, business as usual. Pero tampoco es as¨ª.
Hay dos razones de fondo para que el s¨ª, aun derrotado, haya cosechado un resultado sumamente honorable. Una, que la desaparici¨®n del imperio hace ya medio siglo ha propinado un ¨²ltimo coletazo. Sin horizontes oce¨¢nicos, ni Britannia cabalgando las olas, la auto-justificaci¨®n escocesa para seguir sinti¨¦ndose miembro del reparto es francamente menor. Para no ser ya un Grande, mejor se est¨¢ solo. Y los procesos de longue dur¨¦e pueden tomarse un tiempo para decir la ¨²ltima palabra. La segunda raz¨®n, m¨¢s mundana, apegada a pol¨ªticas, pese a su longevidad, coyunturales, ha sido la deriva neoliberal de la pol¨ªtica inglesa. De la se?ora Thatcher en los a?os 80 hasta el presente, con el decreciente inter¨¦s de Londres en participar en otra aventura imperial ¡ªcierto que hoy en horas bajas¡ª la construcci¨®n de Europa, ha ido cristalizando en Escocia un tibio extra?amiento de la casa com¨²n brit¨¢nica.
Ante esa evidencia, Cameron reaccion¨® en los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a como solo puede aconsejar un s¨²bito ataque de p¨¢nico esc¨¦nico: prometiendo poderes renovados, tantos que pronto Escocia puede tener los mismos que Catalunya, con lo que el ¡®s¨ª¡¯ habr¨ªa obtenido una acolchada derrota, cualquiera que fuese la diferencia de votos en las urnas.
Est¨¢ por ver si esa autonom¨ªa-plus servir¨¢ a Londres de algo; si mayores poderes apaciguar¨¢n al independentismo escoc¨¦s; o, por el contrario, si los nacionalistas utilizar¨¢n ese poder para distanciar a¨²n m¨¢s al pa¨ªs de sus hist¨®ricos socios. Pero habr¨¢ que transitar por una terra inc¨®gnita los pr¨®ximos a?os, porque el m¨ªnimo com¨²n denominador de lo sucedido deber¨ªa ser que el bloque formado por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte marcharan hacia la federalizaci¨®n. El gran interrogante es si ese new deal constituir¨¢ una base de sustentaci¨®n satisfactoria para una mayor¨ªa suficiente de un Reino algo menos Unido. La idea de lo brit¨¢nico se ha salvado, pero habr¨¢ que definirla de nuevo.
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