Esa China
Occupy Central demuestra que la democracia tambi¨¦n crea identidad y patriotismo
Hay movimientos pol¨ªticos encapsulados que no sintonizan con el mundo exterior y los hay conectados con las vibraciones globales. Esto es lo que sucede con la campa?a de desobediencia civil ciudadana que viene reivindicando de forma pac¨ªfica elecciones libres y democr¨¢ticas en Hong Kong bajo el nombre de Occupy Central.
Los siete millones y pico de habitantes de Hong Kong son muy pocos frente a los 1.300 millones de chinos. Apenas son 800.000, una quinta parte del censo hongkon¨¦s, los que fueron a votar en junio en un refer¨¦ndum, calificado de ileg¨ªtimo e ilegal por las autoridades, sobre c¨®mo deben realizarse unas elecciones democr¨¢ticas. Quiz¨¢s llegan a 100.000 los que se han movilizado estos d¨ªas en el centro de la ciudad. Y sin embargo, la reivindicaci¨®n con todas sus consecuencias del principio democr¨¢tico (una persona un voto) es una amenaza intolerable para Pek¨ªn, que no teme tanto unas elecciones libres como la mimetizaci¨®n del ejemplo en el resto de China.
La propuesta avalada por el Partido Comunista, y que rechazan los manifestantes, admite el sufragio universal pero establece el derecho de veto sobre los candidatos, en funci¨®n de su esp¨ªritu patri¨®tico. Un consejo electoral en el que Pek¨ªn tiene mayor¨ªa es el que elegir¨¢ a los candidatos id¨®neos que se someter¨ªan al sufragio universal. ?Y c¨®mo se puede distinguir un patriota? Hay que remitirse al peque?o timonel Deng Xiaoping, fundador de la actual China a la vez comunista y capitalista. Es alguien que respeta a la naci¨®n china, apoya la soberan¨ªa china sobre Hong Kong y no quiere da?ar la prosperidad y la estabilidad de la excolonia.
Son palabras de hace 30 a?os, cuando cerr¨® con Margaret Thatcher el acuerdo inicial de retrocesi¨®n de Hong Kong a la soberan¨ªa china para 1997. Atend¨ªan a la expresi¨®n un pa¨ªs, dos sistemas, que permit¨ªa mantener la sociedad capitalista construida en la ¨¦poca colonial, incluidas las libertades civiles, a cambio de la recuperaci¨®n de la soberan¨ªa china sobre su territorio. Eso ha sido as¨ª hasta ahora, aunque en el conflicto actual surge de nuevo la clave del tipo de patriotismo exigido por Deng, que es precisamente la soberan¨ªa, algo que para el Partido Comunista de ninguna manera puede estar en manos de los hongkoneses. Ni tampoco de todos los chinos, puesto que para ellos no rige el principio democr¨¢tico.
Tras el acuerdo entre Deng y Thatcher, lleg¨® la Ley B¨¢sica, la constituci¨®n fabricada en Pek¨ªn con el consenso brit¨¢nico y hongkon¨¦s. En 2017, 20 a?os despu¨¦s de la unificaci¨®n, deb¨ªan celebrarse elecciones democr¨¢ticas, y hasta 2047 hab¨ªa que mantener los dos sistemas, una evoluci¨®n que conduce a que China converja en el principio democr¨¢tico o que lo suprima como est¨¢ intentando ahora. En mitad del debate constitucional, en 1989, lleg¨® una mala noticia, que estremeci¨® a los hongkoneses y que no se han quitado todav¨ªa de la cabeza: la matanza de Tiananmen, una cuesti¨®n finalmente de soberan¨ªa, es decir, de su negaci¨®n a los ciudadanos en favor del Partido Comunista.
¡°Somos hongkoneses, somos asi¨¢ticos, no somos esa China¡±, rezan algunas pancartas del movimiento. La democracia tambi¨¦n crea identidad y patriotismo. El problema no es China. Es una China en la que no cabe un Hong Kong democr¨¢tico y pluralista.
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