La muerte anda suelta en Iguala
Una vor¨¢gine de violencia criminal acab¨® con seis muertos en esta ciudad de M¨¦xico
Cuando en la ma?ana del s¨¢bado 26 de septiembre Pedro se reencontr¨® con su amigo Julio C¨¦sar Mondrag¨®n Fuentes supo que jam¨¢s podr¨ªa olvidar. Bajo la luz blanca de la sala de medicina forense de Iguala, Pedro identific¨® a su compa?ero de la Escuela Normal de Ayotzinapa por el polo rojo y la bufanda color caf¨¦. Le bast¨® echar un vistazo a la ropa para reconocerlo, pero lo que no pudo fue mirarle dos veces el rostro. A¨²n con vida, como le precis¨® el forense, le hab¨ªan desollado la cara y luego, vaciado las cuencas de los ojos. En su lugar quedaron dos abismos negros, dos se?ales bien claras de qui¨¦n manda en tierras de Iguala, en el coraz¨®n salvaje de Guerrero.
Fue en esa ciudad, de 130.000 habitantes, donde el ¨²ltimo viernes de septiembre una vor¨¢gine de violencia policial y criminal acab¨® con seis muertos, 17 heridos y un enigma que, cada hora que pasa, se vuelve m¨¢s oscuro: 43 estudiantes desaparecidos. Siete d¨ªas despu¨¦s de los hechos, va perdiendo fuerza la hip¨®tesis de que se ocultaron para evitar represalias. Los padres y compa?eros sostienen que, en el mejor de los casos, se trata de una desaparici¨®n forzada y argumentan que la ¨²ltima vez que se les vio fue al ser capturados por la Polic¨ªa Municipal. De poco ha servido la detenci¨®n de 22 agentes bajo los cargos de homicidio. La b¨²squeda emprendida por el ej¨¦rcito, de momento, ha fracasado. El alcalde y su jefe de seguridad se han esfumado con pasmosa tranquilidad, y ning¨²n sicario, pese a las evidencias de intervenci¨®n del narco, ha sido a¨²n apresado. Frente a las desgarradoras preguntas de las familias, lo que hay, en estos momentos, son dos agujeros negros mirando al vac¨ªo.
- ?Y si no los encuentran, qu¨¦ har¨¢?
- Pues tendremos que acudir a las armas.
Pedro es el principal testigo de los hechos. Tiene 23 a?os y estudia primer a?o de la escuela de magisterio de Ayotzinapa, a la que pertenec¨ªan los estudiantes fallecidos. Es lo que aqu¨ª llaman un normalista. Sabe que su testimonio le puede acarrear represalias y pide que se mantenga su anonimato. Ahora se encuentra con algunos compa?eros en la cancha de baloncesto del centro, junto a un enorme mural dedicado a Marx, Engels, Lenin y el Che. Un tejado de uralita les protege de la lluvia. El aguacero diluye en gris los espesos bosques de amates y cuajilotes que rodean el lugar. Su relato arranca la tarde del viernes por la tarde, cuando un centenar de alumnos, casi todos de primer curso, se dirigieron a Iguala, a unas dos horas en carretera. La ciudad, la tercera en importancia de Guerrero, conoce bien a los normalistas. A menudo acuden a recaudar fondos para sus actividades. Y en m¨¢s de una ocasi¨®n se han enfrentado al tenebroso alcalde, Jos¨¦ Luis Abarca, un hombre odiado en la zona por sus presuntos v¨ªnculos con el narco y acusado de eliminar en persona a sus opositores.
Acabada la recogida de fondos, los normalistas se encaminaron a la central de autobuses con el objetivo de apoderarse de tres veh¨ªculos. La pr¨¢ctica es com¨²n. Las empresas la consienten para evitar malas mayores. ¡°Nadie se atreve a decirles que no. Ellos quer¨ªan los coches para ir a la Ciudad de M¨¦xico y participar en la marchas por la matanza de Tlatelolco en 1968¡±, cuenta un ch¨®fer de Iguala.Aquel d¨ªa tambi¨¦n se registr¨® un incidente, pero esta vez con la esposa del regidor. Los estudiantes irrumpieron en un acto suyo y se desencaden¨® una primera persecuci¨®n policial. En un principio, nadie dio importancia a este hecho.
Cuando los tres autobuses tomados por los normalistas salieron de la estaci¨®n, se toparon con la Polic¨ªa Municipal. Hubo un primer enfrentamiento. Los agentes dispararon al aire; los estudiantes respondieron a pedradas. Rompieron el cerco. Pero a unos pocos kil¨®metros, el infierno abri¨® una de sus puertas. En el cruce de la calle ?lvarez con la avenida Perif¨¦rico Norte, una patrulla se interpuso al convoy. Los normalistas bajaron en tromba para liberar el paso. Los fusiles AR-15 empezaron a tronar. ¡°Disparaban a matar¡±, recuerda Pedro. Algunos estudiantes cayeron heridos, otros lograron sobrepasar el c¨ªrculo policial. Pero decenas fueron detenidos. ¡°Les bajaron del autob¨²s y les tumbaron en el suelo; luego se los llevaron, yo lo vi¡±, explica el testigo. Uriel, otro estudiante, lo corrobora: ¡°Capturaron a unos 20 o 30 y se fueron con ellos¡±.
A esa hora a¨²n no hab¨ªa muertos. Y los hechos habr¨ªan quedado como un cap¨ªtulo menor, si no fuera porque alguien decidi¨® invocar una fuerza superior para dejar claro qui¨¦n impone la ley en Iguala, un lugar donde, como reconoce el propio gobernador, ?ngel Aguirre, ¡°la polic¨ªa est¨¢ totalmente infiltrada¡± por el crimen organizado. Tras los incidentes, en el mismo cruce, se congregaron normalistas, representantes sindicales e incluso algunos periodistas. El reloj se dirig¨ªa hacia la medianoche. ¡°Fue entonces cuando aparecieron las camionetas¡±, recuerda Pedro. Desde los veh¨ªculos, civiles con armas de gran potencia empezaron a disparar sin contemplaciones.
Dos estudiantes cayeron muertos; otros muchos, malheridos. Pedro corri¨® en busca de refugio en alguna casa. Su amigo Julio C¨¦sar tom¨® otro camino. En la ciudad, el espanto se expandi¨® como la p¨®lvora. Bares y comercios cerraron sus puertas. La muerte rondaba Iguala. A pocos kil¨®metros, en la carretera federal a Chilpancingo, un autob¨²s que transportaba al equipo de f¨²tbol Los Avispones, de Tercera Divisi¨®n, fue tiroteado sin compasi¨®n por un comando de hombres encapuchados, presumiblemente sicarios, y tambi¨¦n agentes municipales. Murieron un jugador de 15 a?os, el ch¨®fer y una mujer que iba en un taxi. Los investigadores est¨¢n seguros de que el veh¨ªculo fue confundido con uno de normalistas. Por la ma?ana, al despuntar el sol, a tres cuadras del lugar del ametrallamiento, alguien deposit¨® un recordatorio: el cuerpo desollado y sin ojos de Julio C¨¦sar Mondrag¨®n. Al pasar las horas, el horror se multiplic¨® al descubrirse que, decenas de estudiantes que hab¨ªan huido como ¨¦l, estaban desaparecidos.
Los semilleros de la izquierda
Las denominadas Escuelas Normales Rurales son uno de los tradicionales semilleros de la izquierda radical mexicana. La mayor¨ªa de sus estudiantes forman un colectivo de ideolog¨ªa socialista y con una f¨¦rrea organizaci¨®n. Durante los cuatro a?os que estudian magisterio en los nueve centros p¨²blicos de Guerrero, viven en r¨¦gimen de internado. Sin llegar a ser grupos de autodefensa, deciden sus acciones en asambleas y se movilizan con contundencia para lograr sus reivindicaciones. En la ruta hacia la escuela de Ayotzinapa, es f¨¢cil verles encapuchados y tomando el control de una carretera federal o de un puesto de peaje en protesta por las desapariciones.
A la entrada del centro, despu¨¦s de un camino embarrado, un c¨¢rtel avanza lo que espera dentro: Ayotzinapa, cuna de la conciencia social. Bajo sus techos, en los que ara?as como pu?os tejen inmensos laberintos, estudiaron
El destino de estos normalistas se perdi¨® en la noche de Iguala. Nadie sabe, a estas alturas, su paradero. En un pa¨ªs con una cifra oficial de 13.000 desaparecidos tampoco es extra?o. La investigaci¨®n de la procuradur¨ªa no ha dado con ellos. Tampoco la polic¨ªa estatal. Ni el Ej¨¦rcito. Hay quienes, como Hip¨®lito Lugo, de la Comisi¨®n Estatal de Derechos Humanos, a¨²n albergan la esperanza de encontrarles con vida. ¡°Es habitual que despu¨¦s de un enfrentamiento se escondan y se suban a los cerros¡±, se?ala. Pero la convulsa Guerrero suele deparar sorpresas menos amables. En este territorio de espl¨¦ndidas monta?as y bosques cubiertos de niebla la barbarie se mueve con libertad. Con unos 2.100 asesinatos el a?o pasado, es el Estado m¨¢s violento de M¨¦xico. Su tasa de homicidios triplica la media nacional y supera en 20 veces la espa?ola. Cuatro enloquecidos c¨¢rteles se disputan su dominio. Caiga quien caiga. Al d¨ªa siguiente de los cr¨ªmenes de Iguala, el p¨¢rroco de la localidad de Arcelia muri¨® asfixiado en un r¨ªo y el l¨ªder estatal del PAN, el partido hegem¨®nico de la derecha mexicana, fue asesinado de tres tiros por la espalda mientras desayunaba en un lujoso hotel junto a su familia. La descomposici¨®n de la autoridad es masiva. Andar por sus calles es verse acompa?ado al instante por los halcones del narco. El silencio, ante las preguntas inc¨®modas, es atronador. Y a diferencia de Tamaulipas, el otro gran sumidero de la violencia mexicana, las fuerzas presidenciales aun no han tomado el control. En Guerrero nadie est¨¢ seguro.
Sof¨ªa Lorena Mendoza Mart¨ªnez lo sabe bien. Es concejal por el PRD (izquierda) en Iguala. Su marido, el ingeniero Arturo Hern¨¢ndez Cardona, fue secuestrado y asesinado el a?o pasado junto a otros dos dirigentes de Unidad Popular. Un superviviente declar¨® que hab¨ªa sido el propio alcalde quien acab¨® con Hern¨¢ndez, su rival pol¨ªtico, de dos escopetazos. Pese a este testimonio, nada ocurri¨®. Sof¨ªa Mendoza, sentada en una c¨¦ntrica terraza del municipio, lo denuncia: ¡°Aqu¨ª solo hay miedo, las autoridades est¨¢n bajo el mando del crimen organizado, son una misma cosa¡±. La mujer est¨¢ inquieta. Agita sin cesar el bol¨ªgrafo entre las manos. Su mirada no deja de ir de un sitio para otro.
- ?Teme algo?
- Aqu¨ª nos puede ocurrir cualquier cosa.
En Tixtla, a 123 kil¨®metros de Iguala, Lady Gonz¨¢lez, que no conoce de nada a Sof¨ªa Mendoza, piensa igual. Es la hermana de dos desaparecidos y la portavoz improvisada de un grupo de familiares de v¨ªctimas. Est¨¢n hartos de esperar. ¡°Se est¨¢n burlando de nosotros; todo esto es una gran mentira. Se los llevaron hace una semana y no aparecen. Polic¨ªas y sicarios andan juntos, pero aqu¨ª nadie hace nada¡±, afirma Lady Gonz¨¢lez. Alejado de este grupo, hay un hombre sentado. Se llama Jos¨¦ Alfredo Gal¨ªndrez. Es el padre de Giovanni, otro desaparecido. Un chico que adora el f¨²tbol y la m¨²sica empalagosa de Los Bukis. Con 18 a?os, quiere ser maestro, como ¨¦l. A su padre, eso le enorgullece. El hombre est¨¢ seguro de que su hijo volver¨¢. ¡°No, no lo han matado, ni tampoco se ha escondido, porque me habr¨ªa llamado, yo creo que lo tienen secuestrado¡±. Dicho lo cual, toma un m¨®vil y muestra un n¨²mero, el 73 21 04 8¡ Es el tel¨¦fono de su hijo. Lo ha marcado cientos de veces desde que desapareci¨®. Se ha convertido en un ritual. Y de momento, no ha habido respuesta.
La CIDH levanta la voz
La Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) decidi¨® este viernes otorgar medidas cautelares a favor de los estudiantes de la escuela rural ¡°Ra¨²l Isidro Burgos¡± desaparecidos o heridos, al considerar que su situaci¨®n es de ¡°gravedad y urgencia¡±.
La solicitud de medidas cautelares hab¨ªa sido presentada el 30 de septiembre por tres organizaciones de derechos humanos mexicanas y fue aprobada este viernes, es decir, con gran rapidez para lo que son los ritmos de la CIDH, lo que denota la urgencia que le ha concedido al caso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Violencia en M¨¦xico
- Caso Ayotzinapa
- Protestas estudiantiles
- Iguala
- Matanza civiles
- Cargas policiales
- Personas desaparecidas
- Movimiento estudiantil
- Guerrero
- Acci¨®n policial
- Casos sin resolver
- M¨¦xico
- Estudiantes
- Polic¨ªa
- Comunidad educativa
- Norteam¨¦rica
- Casos judiciales
- Violencia
- Latinoam¨¦rica
- Fuerzas seguridad
- Sucesos
- Am¨¦rica
- Educaci¨®n
- Problemas sociales
- Conflictos