Chipilo, el M¨¦xico italiano
En una comunidad de Puebla se sigue hablando un antiguo dialecto del norte de Italia
En Chipilo de Francisco Javier Mina todos hablan raro. Aqu¨ª, la sopa es menestra y los frijoles son fasui. Cuando sus habitantes se despiden no se dicen adi¨®s; dicen se vedon. Perdida en el centro de M¨¦xico y empotrada en tierra azteca, esta comunidad de menos de 5.000 habitantes no habla ni castellano ni n¨¢huatl: su idioma es un dialecto del noreste de Italia, el v¨¦neto, legado de una inmigraci¨®n que cruz¨® el Atl¨¢ntico a finales del siglo XIX.
Mientras el dialecto de Italia fue evolucionando, la lengua de Chipilo se qued¨® atrapada en el tiempo. ¡°Cuando nos encontramos con alg¨²n v¨¦neto nos dice que hablamos como sus abuelitos¡±, cuenta Javier Galeazzi Berra, due?o de un restaurante a las puertas del pueblo. ¡°Y hay gente que nos hace burla porque dice que no es italiano. ?Igual no lo es pero es nuestro idioma!¡±, salta antes de romper en una carcajada.
En esta peque?a aldea, a tan solo 15 kil¨®metros de Puebla, parece que los a?os no han pasado. A Javier, como a todos los chipile?os, el dialecto se lo ense?aron sus padres, quienes lo aprendieron de sus abuelos y estos de sus tatarabuelos. Era el 2 de octubre de 1882 cuando 38 familias de Segusino, un peque?o municipio de la provincia de Treviso, a los pies de los Alpes, desembarcaron en M¨¦xico. La historia cuenta que compraron terrenos, se dedicaron a la agricultura y a la ganader¨ªa y se especializaron en el arte de producir queso.
Cada una de las farolas de Chipilo lleva pintada una bandera italiana. Aqu¨ª, todos se sienten v¨¦netos. Javier cuenta que los ni?os aprenden dialecto antes que castellano y que los obligan a estudiar espa?ol en la escuela. ?l conoce tambi¨¦n el ingl¨¦s, fruto de su estancia en Estados Unidos, donde estuvo viviendo durante 25 a?os. El destino, sin embargo, quiso que se casara con una chipile?a, y tras su aventura al otro lado de la frontera volviera, tres hijas incluidas, a la tierra donde naci¨®.
Tanto festejamos el 16 de septiembre como cuando Italia mete gol Pedro Martini, presidente auxiliar de Chipilo
Las historias de chipile?os que acabaron cas¨¢ndose con otros chipile?os son innumerables. Por eso, Chipilo es una gran familia. ¡°De parte de mi pap¨¢ eran 22 hermanos. Era el p¨¢rroco quien juntaba a los que se quedaban viudos¡±, cuenta la mujer de Javier. Ellos, como muchos otros matrimonios, comparten apellido. Algunos hasta dicen que los de afuera, mejor no se acercaran. Myrna Ajuria Zecchinelli lo corrobora. Esta joven de 26 a?os, que en 2009 vol¨® a Italia y particip¨® en la competici¨®n de belleza Miss Italia en el Mundo, cuenta como a su padre, oriundo de Puebla, le echaron a balazos cuando pis¨® Chipilo. ¡°Se dec¨ªa que los chicos ven¨ªan aqu¨ª a buscar mujeres guapas¡±, comenta.
Pero los chipile?os son v¨¦netos no solo en el idioma. Muchos son rubios y de ojos claros en una tierra de mestizaje, todos comen polenta ¨Cplato del norte de Italia a base de harina de ma¨ªz- y juegan a bocce ¨Cparecido a los bolos pero practicado en un campo de arena¡ª. Hasta tienen un mont¨ªculo llamado Monte Grappa, en honor a los ca¨ªdos italianos en la Primera Guerra Mundial. La estatua de una virgen y un trozo original del macizo italiano, regalo de la tierra querida, vigilan el pueblo desde lo alto de la colina. Una placa escrita en italiano cita: ¡°Intriso di nobile italico sangue simbolo della patria lontana testimonio dell¡¯eroismo italiano [impregnado de noble sangre it¨¢lica s¨ªmbolo de la patria lejana testimonio del hero¨ªsmo italiano]¡±.
Muchos chipile?os son rubios, comen polenta y juegan a ¡®bocce¡¯
La pregunta es si los chipile?os se enterar¨¢n de lo que pone la insignia o sabr¨¢n d¨®nde est¨¢ el Monte Grappa. Javier nunca ha estado en el Bel Paese, as¨ª como la mayor¨ªa de sus conterr¨¢neos. ¡°?Yo entiendo a los italianos pero ellos no me entienden a m¨ª!¡±, confiesa. Hasta 1982, centenario de la fundaci¨®n de Chipilo, los v¨¦netos de M¨¦xico no tuvieron ning¨²n contacto con Italia. A partir de ese a?o, el ayuntamiento de Segusino empez¨® a organizar ¡°intercambios¡± entre las familias de ambos pueblos, lejanas pero agarradas a la misma identidad.
Como todos los italianos, tambi¨¦n los chipile?os se gritan de un lado al otro de la calle para saludarse o para comentar lo ¨²ltimo ocurrido en el pueblo. ¡°Tanto festejamos el 16 de septiembre [fiesta nacional de M¨¦xico] como cuando Italia mete gol¡±, explica Pedro Martini, presidente auxiliar de la comunidad. Su objetivo, adem¨¢s de ¡°independizarse¡± del municipio cercano de San Gregorio Atzompa, del cual depende Chipilo, es algo que podr¨ªa sonar como un disparate: pedir que el v¨¦neto se reconozca como lengua ind¨ªgena.
Una ling¨¹ista estadounidense intent¨® establecer un sistema de escritura para el chipile?o
Carolyn McKay, una ling¨¹ista estadounidense, fue la ¨²nica que intent¨® establecer un sistema de escritura para el idioma de Chipilo, que se fue transmitiendo de generaci¨®n en generaci¨®n solo a trav¨¦s del habla. McKay obtuvo escaso ¨¦xito entre los chipile?os. ¡°Aqu¨ª cada quien escribe como quiera¡±, dice Martini antes de re¨ªrse discretamente y agradecer, en v¨¦neto, a la camarera que acaba de traerle su caf¨¦.
Javier va ense?ando las fotos de su padre y sus hermanos. Repite constantemente la pena que le provoca pensar que se borre el idioma y las costumbres de sus familiares, el ¨²nico patrimonio que le queda de una tierra que nunca vio pero que siente suya. Por eso volvi¨® a Chipilo: ¡°Aqu¨ª nac¨ª y aqu¨ª quiero estar¡±.
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