El catal¨¢n de ultramar
Los republicanos que tuvieron que irse al exilio rehicieron su vida en diversos pa¨ªses
Los republicanos que tuvieron que irse al exilio, despu¨¦s de la Guerra Civil, fueron rehaciendo su vida en diversos pa¨ªses, en los que era posible instalarse y comenzar un proyecto vital de duraci¨®n desconocida, porque hab¨ªa quienes no pod¨ªan o no quer¨ªan regresar a Espa?a mientras viviera el general Franco. Este era el caso de mi familia, de mis abuelos y de mi madre, que se exiliaron en M¨¦xico y se instalaron en Veracruz, tierra adentro, en una plantaci¨®n de caf¨¦ a 850 metros sobre el nivel del mar, la altura can¨®nica para cultivarlo.
Mi abuelo y sus socios llegaron a a M¨¦xico hablando catal¨¢n
Mi abuelo se asoci¨® con otros cuatro republicanos, catalanes y exiliados como ¨¦l, que tambi¨¦n hab¨ªan recalado en esa zona selv¨¢tica de Veracruz, sin m¨¢s proyecto que ganarse la vida mientras se mor¨ªa Franco. La idea era que cuando muriera el dictador, dejar¨ªan M¨¦xico y regresar¨ªan a Catalu?a. Pero el dictador tard¨® demasiado en morir y ya para entonces mi abuelo y sus socios hab¨ªan pasado m¨¢s a?os en M¨¦xico que en su pa¨ªs, y hab¨ªan tenido hijos y nietos que los ataban a aquella tierra, a esa plantaci¨®n que poco a poco se hab¨ªa ido convirtiendo en una suerte de aldea, en la que nac¨ª yo en 1963.
En aquella aldea, que se llamaba La portuguesa, se hablaba en catal¨¢n y se com¨ªan butifarras, panellets y vinos que se importaban de Catalu?a, con la idea de mantener el contacto con ese pa¨ªs al que no regresar¨ªan nunca.?
Esta historia la he contado, con el calado que merece, en dos novelas: Los rojos de ultramar y La ¨²ltima hora del ¨²ltimo d¨ªa. Mi abuelo y sus socios, y con ellos mi madre, llegaron a la plantaci¨®n hablando catal¨¢n de Catalu?a pero, al pasar de los a?os, su lengua se fue contaminando no solo de mexicanismos, y de veracruzanismos, tambi¨¦n de palabras que usaban los habitantes originales de aquella selva, los nahuas y los otom¨ªes.
Cuando yo era ni?o el catal¨¢n que se hablaba en La Portuguesa, que es el que yo aprend¨ª, estaba trufado, intervenido, y probablemente enriquecido, por palabras de estas lenguas que us¨¢bamos con toda naturalidad y que alguna vez, ya de adulto y viviendo en Barcelona, se me han escapado y han provocado el pasmo de mi interlocutor.
La lengua se contamin¨® de mexicanismos y palabras de los habitantes de la selva
En La Portuguesa mi hermano y yo cont¨¢bamos los n¨²meros indistintamente en catal¨¢n o en n¨¢huatl, dec¨ªamos un, dos, tres, quatre, cinc o se, ome, yei, nahui, mauili. A los perros les dec¨ªamos chicu, en otom¨ª, y gos, en catal¨¢n, con tanta consistencia que los trabajadores de la plantaci¨®n, que eran o nahuas u otom¨ªes, comenzaron tambi¨¦n a usar la palabra gos para referirse al perro. Perro en n¨¢huatl es itscuintli, un t¨¦rmino que fue pasando al espa?ol de M¨¦xico como escuincle y que se ha extendido para definir a la canalla, a la mainada, como se les dice todav¨ªa en catal¨¢n a los ni?os en esa zona de Veracruz donde estaba el cafetal.
Plorar sense gridas, dice todav¨ªa mi madre cuando detecta que alguien finge que est¨¢ llorando, que es tan falso su llanto que no produce ni una grida, que es la palabra que usan los otom¨ªes para decir l¨¢grima. Hace unos a?os me escribi¨® un lector, de esa zona de Veracruz, cuyo padre hab¨ªa trabajado en La Portuguesa. Este lector hab¨ªa crecido en la misma plantaci¨®n y se llev¨® una gran sorpresa cuando ley¨® Los rojos de ultramar, esa novela con episodios de nuestra infancia en aquel microcosmos catal¨¢n, en medio de la selva veracruzana. Su carta comenzaba con un gui?o al t¨ªtulo de mi novela: Querido chichiltic, que es la palabra nahua que designa el color rojo.
**El escritor mexicano Jordi Soler aport¨® este texto para el lanzamiento de la web de EL PA?S en catal¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.