Ben Bradlee, gigante del periodismo
El exdirector de ¡®The Washington Post¡¯ contribuy¨® de forma decisiva a la ca¨ªda del presidente de EE UU Richard Nixon al destapar el ¡®caso Watergate¡¯
Tener suerte y estar en el lugar adecuado son elementos que ayudan a triunfar en la vida. Benjamin Crowninshield Bradlee (Boston, 1921), fallecido ayer a los 93 a?os en su residencia de Washington, los tuvo y los supo aprovechar. El director de peri¨®dicos m¨¢s importante del siglo XX naci¨® con una cucharilla de plata en la boca en el seno de una familia aristocr¨¢tica que envi¨® a tres generaciones a la universidad de Harvard. Un patricio yanqui de la costa este, lo m¨¢s europeo de Estados Unidos, vivi¨® unos a?os en los cincuenta del siglo XX en Francia como corresponsal europeo de Newsweek; dirigi¨® durante 23 a?os The Washington Post, un peri¨®dico provinciano sin influencia nacional cuando tom¨® sus riendas en 1965, para convertirlo en un diario indispensable, competidor directo de The New York Times.
Bradlee, el ¨²ltimo de una raza de directores legendarios de diarios de papel, logr¨® en 1974 el premio extraordinario de un oficio humilde: la dimisi¨®n por primera vez en la historia de un presidente de los Estados Unidos. Richard Nixon. Aplicando el primer principio del periodismo, buscar la verdad que alguien quiere ocultar, comprobarla y finalmente publicarla. Esto fue en esencia el caso Watergate, que comenz¨® como un robo de cuarta por cacos de segunda divisi¨®n una noche en las oficinas del Partido Dem¨®crata en el edificio del mismo nombre en Washington. El sufijo gate bautiza desde entonces en el periodismo mundial cualquier tipo de esc¨¢ndalo de entidad. Bradlee y los j¨®venes reporteros de la secci¨®n local del Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, que persiguieron tenazmente la historia durante casi dos a?os, son responsables de haber fabricado miles de periodistas y sue?os de periodismo de investigaci¨®n y de control de los poderosos en cualquier campo.
Hollywood y el director Alan J. Pakula engrandecieron a¨²n m¨¢s el mito del Post y el Watergate con la pel¨ªcula Todos los hombres del presidente, en la que Jason Robards protagoniz¨® a Bradlee, un director a veces brusco e imperioso, pero que, tambi¨¦n seductor, infectaba de entusiasmo a una redacci¨®n joven. ?Cu¨¢l fue la aportaci¨®n de Bradlee al periodismo y qu¨¦ hizo posible la extraordinaria revelaci¨®n del Watergate? El periodismo entendido como un bien p¨²blico vital para la democracia. Atraer talento a la redacci¨®n. Apostar por las corresponsal¨ªas internacionales. Aportar el contexto hist¨®rico y social a las noticias para que se entiendan.
El fen¨®meno Bradlee no puede explicarse sin la otra cara de la moneda. La existencia de una editora propietaria de The Washington Post, Katherine Graham ¡ªque hered¨® la compa?¨ªa tras el suicidio de su marido Bill¡ª, que apoy¨® hasta el final a su director y a sus periodistas frente a las enormes presiones de la Casa Blanca y del poder judicial para encubrir, primero, la verdad de la guerra de Vietnam y, despu¨¦s, el Watergate.
Bradlee tuvo que superar una poliomielitis a los 14 a?os y tras graduarse en Griego e Ingl¨¦s en Harvard, luch¨® contra los japoneses en el Pac¨ªfico durante la II Guerra Mundial a bordo de un destructor. Regresa de Europa a Washington con 36 a?os como redactor de Newsweek, pero la revista va mal. La suerte y su audacia le sonr¨ªen, haci¨¦ndole a la vez rico por s¨ª mismo, tras convencer a Bill Graham de que el Post deb¨ªa comprar la revista, consejo que le report¨® un buen paquete accionarial de la compa?¨ªa resultante. Bradlee asciende a corresponsal pol¨ªtico de Newsweek en Washington.
Y un nuevo y definitivo golpe de suerte. El senador John F. Kennedy y su joven esposa Jackie se instalan en el exclusivo barrio de Georgetown y quiere el azar que lo hagan en la misma manzana en la que habitan los Bradlee, en el 3300 de la calle N Washington NW. La se?ora Kennedy y la se?ora Bradlee se conocen paseando sus beb¨¦s por sus tranquilas y arboladas aceras.
Bradlee tiene 39 a?os y Kennedy 43. Esta amistad dar¨ªa la vuelta a su vida. Intiman, los dos son patricios yanquis, compendio del wasp (blanco, anglosaj¨®n y protestante) de la costa este, en aquella ¨¦poca todav¨ªa la muy clara mayor¨ªa del pa¨ªs. Bradlee se convierte en el periodista de JFK, obtiene sus filtraciones y comparte sus horas de ocio a medida que se prepara para la presidencia. Sus exclusivas las publica Newsweek.
Hace 18 a?os, y 22 despu¨¦s de la dimisi¨®n de Nixon, entrevist¨¦ a Bradlee en su peque?o despacho en la s¨¦ptima planta del edificio de The Washington Post, muy cerca de la Casa Blanca. Cinco a?os despu¨¦s de dejar la direcci¨®n era vicepresidente sin cartera del Post, ten¨ªa 75 a?os bien llevados y se manten¨ªa elegante vestido con las camisas que hizo famosas de cuello blanco y anchas rayas de colores, que compraba en Turnbull and Asser, en Londres. Acababa de publicar su libro de memorias, que tuvo el cuajo de bautizar A good life (Una buena vida); ¨¦l la tuvo como periodista, lo que le permiti¨® una silla de pista en alguno de los momentos clave del siglo XX.
Retengo tres cuestiones de aquella conversaci¨®n de dos horas. Comentamos el caso de los papeles del Pent¨¢gono, otra cumbre en la historia de Bradlee y el Post, que contaban la verdad oculta tras la versi¨®n oficial del desarrollo de la guerra de Vietnam. El fiscal general y el Tribunal Supremo intentaron introducir, contra la Constituci¨®n, la censura previa para impedir su publicaci¨®n. El Post resisti¨®, los public¨® y no fue condenado. Luego ese fiscal general acab¨® en la c¨¢rcel. ¡°Descubr¨ª que la mayor parte de las veces que o¨ª decir a un l¨ªder del Gobierno que algo ten¨ªa que ver con la seguridad nacional, no estaba relacionado con eso sino con alguna verg¨¹enza nacional¡±.
La noche en la que preparaba la primera p¨¢gina con el enorme titular, "Nixon resigns", ¡°pens¨¦ que hab¨ªa merecido la pena, que lo que yo consideraba una larga batalla entre las fuerzas del bien y del mal hab¨ªa concluido. Y que hab¨ªan ganado los buenos¡±. Bradlee tuvo, sin embargo, que tragarse un sapo importante en su exitosa carrera al publicar un falso reportaje en el Post sobre un ni?o negro de ocho a?os heroin¨®mano que mereci¨® el premio Pulitzer. La periodista a quien hab¨ªa contratado se lo invent¨® todo. El premio fue devuelto.
Vaticin¨® Bradlee que en 15 a?os (2011) la prensa escrita seguir¨ªa teniendo futuro. Cont¨® que hab¨ªa estado en Microsoft y que esos diarios en soporte electr¨®nico le parec¨ªan ¡°un juguete. No son nada port¨¢tiles, no se pueden llevar en el metro, no se pueden releer f¨¢cilmente¡±. Hoy, The Washington Post ha sido comprado por poco dinero, reflejo del escaso valor concedido al peri¨®dico en papel, por uno de los gur¨²s del mundo digital que seguro que no comparte la opini¨®n de Bradlee.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.