Poder, sangre y corrupci¨®n en Iguala
La primera reconstrucci¨®n oficial muestra el papel determinante del alcalde y su esposa en la desaparici¨®n de los 43 normalistas
?l dirig¨ªa la polic¨ªa, ella reinaba sobre los sicarios; ¨¦l era el alcalde, ella su esposa. Jos¨¦ Luis Abarca Vel¨¢zquez y Mar¨ªa de los ?ngeles Pineda Villa formaban una pareja letal. Ambos pusieron en marcha la noche del 26 de septiembre el mecanismo infernal que dej¨® seis muertos sobre el asfalto de Iguala, hizo desaparecer a 43 estudiantes y sumi¨® a M¨¦xico en un t¨²nel del que a¨²n no ha salido. Ahora, casi un mes despu¨¦s, la Procuradur¨ªa General de la Republica ha ofrecido la primera reconstrucci¨®n oficial de lo ocurrido en aquellas horas salvajes. El relato, fruto de 17 d¨ªas de intensas investigaciones, 52 detenciones y un extraordinario despliegue policial, muestra un escenario convulso, de poder, sangre y corrupci¨®n, en el que la pareja Abarca-Pineda juega un papel clave.
La mujer, hija y hermana de narcos, dirig¨ªa, seg¨²n los investigadores, el cartel de Guerreros Unidos en Iguala, en complicidad con su esposo. Pero hab¨ªa decidido dar un paso m¨¢s: quer¨ªa la alcald¨ªa. Con este objetivo hab¨ªa logrado ser elegida consejera estatal del PRD y se hab¨ªa hecho cargo de un organismo municipal, que le ten¨ªa que servir como catapulta. Su primer gran acto se celebraba ese viernes en el z¨®calo. Ah¨ª iba a empezar su carrera para las elecciones de 2015. Contaba con el apoyo de su marido, el respaldo del principal partido del estado y, sobre todo, ten¨ªa el poder de las tinieblas de su parte. Guerreros Unidos se hab¨ªa infiltrado hasta tal punto en el Ayuntamiento que, seg¨²n la procuradur¨ªa, era quien eleg¨ªa los polic¨ªas. Su marido, adem¨¢s, manten¨ªa la armon¨ªa entregando fuertes sumas a la organizaci¨®n (hasta 240.000 euros a la semana; 300.000 d¨®lares), de los que un buen pellizco iba al bolsillo de los sicarios reconvertidos en agentes. Con estas alianzas y en un clima de impunidad absoluta, nada parec¨ªa poder frenarla. Pero justo ese d¨ªa llegaron a Iguala dos autobuses cargados de estudiantes de magisterio de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa.
Los j¨®venes, como record¨® ayer el procurador general, Jes¨²s Murillo Karam, manten¨ªan un viejo pulso contra el alcalde. Le culpaban de la tortura y asesinato de un l¨ªder campesino, el ingeniero Arturo Hern¨¢ndez Cardona. Y ya en junio de 2013, hab¨ªan atacado la sede municipal y llenado sus paredes de pintadas acusando del crimen al regidor.
Cuando esa tarde entraron en Iguala, los sicarios que controlan la ciudad alertaron inmediatamente a la sede de la Polic¨ªa Municipal. Todos creyeron que los estudiantes iban a reventar el acto de Mar¨ªa de los ?ngeles Pineda. Nada m¨¢s lo supo el alcalde, exigi¨® a sus agentes que lo impidiesen a toda costa. La orden devino en locura. Tras pedir refuerzos a la vecina localidad de Cocula, tambi¨¦n en manos del narco, la polic¨ªa desat¨® su furia y en sucesivos ataques, como si se enfrentasen a un cartel enemigo, acab¨® a tiros con dos estudiantes; a otro le desollaron la cara y le arrancaron los ojos (una pr¨¢ctica cl¨¢sica del narco para se?alar a sus rivales). La vor¨¢gine sigui¨® luego en una carretera federal, donde mataron a balazos a otras tres personas, entre ellas un chico de 15 a?os, al confundirlas con normalistas. Entre tanto, decenas de estudiantes fueron detenidos y conducidos a la comandancia policial de Iguala. All¨ª la maquinaria del horror volvi¨® a ponerse en marcha. Para borrar rastros, los normalistas fueron entregados a los agentes de Cocula. Estos, cambiando las placas de sus veh¨ªculos y falseando sus partes de operaciones, les transportaron y les pusieron en manos de Guerreros Unidos. La suerte estaba pr¨¢cticamente echada. El propio jefe de sicarios, en una serie de mensajes por m¨®vil, inform¨® al l¨ªder, Sidronio Casarrubias Salgado, de que los responsables de los des¨®rdenes de Iguala eran integrantes de Los Rojos, la organizaci¨®n con la que manten¨ªan una encarnizada guerra. Sidronio, ¡°en defensa de su territorio¡±, dio luz verde al jefe de asesinos.
En una camioneta de ganado, los normalistas fueron conducidos por un camino de tierra hasta el cerro de Pueblo Viejo, una de las puertas del infierno. En el lugar, la polic¨ªa ha descubierto hasta la fecha nueve fosas y desenterrado 30 cad¨¢veres. La camioneta fue hallada d¨ªas despu¨¦s en un predio cercano, propiedad del jefe de sicarios. Los cuerpos, pese a que en un principio se descart¨® que correspondiesen a los normalistas, han vuelto a analizarse ante la posibilidad de que las muestras fueran mal tomadas. La identificaci¨®n corre a cargo de forenses argentinos curtidos en los horrores australes. Nadie lo dice en voz alta, pero los investigadores creen que ah¨ª pudieron ser asesinados. Aunque el l¨ªder de Guerreros Unidos ha sido detenido y ha empezado a confesar, el alcalde y su esposa siguen fugados. Tras ellos tienen el mayor despliegue policial visto en a?os. Un pa¨ªs entero aguarda a su captura.
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