La m¨¢quina de escribir que evitaba torturas
Los detenidos de la dictadura brasile?a ten¨ªan a menudo un problema b¨¢sico: informar a sus seres queridos de que a¨²n viv¨ªan
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En plena dictadura brasile?a, el abogado Idibal Pivetta se paseaba por S?o Paulo con una m¨¢quina de escribir y papel timbrado en el maletero del coche: era la manera m¨¢s r¨¢pida de alertar de una detenci¨®n ilegal. Escrib¨ªa al Destacamento de Operaciones de Informaciones del Ej¨¦rcito a toda prisa. ¡°As¨ª sab¨ªan que fuera ya sab¨ªamos de las desapariciones. Eso evit¨® muchas muertes y algunas torturas¡±, declar¨® Pivetta ante la Comisi¨®n Nacional de la Verdad (CNV) en 2013.
El informe sobre el r¨¦gimen militar elaborado durante casi tres a?os es un relato escalofriante de torturas, humillaciones, asesinatos y detenciones ilegales. Para estas ¨²ltimas, las casas eran el lugar predilecto. Paulo Malh?es, un coronel retirado que particip¨® en las torturas y que muri¨® en abril por asfixia en su casa de R¨ªo de Janeiro, lo cont¨® con frialdad ante la CNV:
-"?Cu¨¢l es el inter¨¦s en detener a una persona en casa y no en un cuartel?"
-"Porque eso le da miedo. Si un detenido entra en el cuartel piensa que est¨¢ seguro (¡) Cuando lo detienes en una casa [piensa]: ¡°Si me est¨¢n trayendo aqu¨ª es porque me van a llevar a otro lugar¡±. Y nosotros amenaz¨¢bamos con eso, ?no? (¡) ¡°Est¨¢s detenido en una casa. De aqu¨ª puedes ir a cualquier lugar. Aqu¨ª no est¨¢s inscrito en ning¨²n sitio¡±.
El adolescente Pedro Penteado do Prado, secuestrado en 1964, sufri¨® la misma incertidumbre en un coche. ¡°Fui encapuchado, drogado y secuestrado por cuatro desconocidos. Sent¨ª que me tiraban en un maletero (¡). Cuando me despert¨¦ estaba atado de manos y pies en el suelo de una celda (¡) y pensaba cu¨¢l habr¨ªa sido mi crimen, a los 15 a?os, para estar pasando por todo aquello¡±.
Las familias tardaban en enterarse, si es que llegaban a saberlo. Presos pol¨ªticos de S?o Paulo declararon al Colegio de Abogados de Brasil en 1975: ¡°La regla fue permanecer de uno a tres meses sin ninguna asistencia, sin derecho a visitas familiares y mucho menos de abogados. Algunos de nosotros permanecimos hasta un a?o o m¨¢s (¡) transferidos de un organismo a otro, a veces, en Estados diferentes¡±. Seg¨²n ellos, las autoridades usaban ese tiempo para torturarlos con m¨¢s ¡°tranquilidad¡± y para dejar que desaparecieran las heridas m¨¢s visibles.
En ocasiones, los familiares se enteraban de las detenciones por cartas guardadas por amigos de confianza o mensajes cifrados (¡°Su hijo fue internado en el hospital de¡¡±). Pero pedir explicaciones tambi¨¦n sal¨ªa caro. La madre de Nilda Carvalho Cunha, muerta despu¨¦s de ser torturada, acus¨® a las autoridades a voces por las calles de Salvador. Fue detenida y recibi¨® un aviso an¨®nimo: ¡°Si no se calla, nosotros nos veremos obligados a hacerlo¡±. En octubre de 1972 apareci¨® ahorcada en su casa.
Carlos Alberto Soares de Freitas, dirigente de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, fue detenido en julio de 1964 y liberado en noviembre. La segunda vez, en 1971, no volvi¨® a aparecer. ?l hab¨ªa dejado instrucciones claras a sus parientes en caso de ser detenido: ¡°Ten¨¦is que incomodarlos. Hartarlos con visitas, con insistencia para verme. Lo rechazan continuamente. Al principio niegan la detenci¨®n. Insistid, volved a la carga. Intentadlo otra vez, otra, gritad, llorad, llevad cartas, en fin, no les deis descanso. Siempre se consigue romper la barrera¡±.
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