¡°?Han invadido! Tengo el tr¨ªpode¡±
Hace 25 a?os, tropas de EE UU mataron al fot¨®grafo Juantxu Rodr¨ªguez en un hotel de Panam¨¢
¡°El hotel, como todos, hab¨ªa sido tomado por las tropas de EE UU. Aquella veintena de marines estaba al borde de la histeria. No hab¨ªa un soldado paname?o en los alrededores, solo periodistas indefensos. Juantxu sali¨® corriendo hacia el hotel disparando fotos, los dem¨¢s nos refugiamos debajo de los coches. Juantxu no volvi¨®¡±. As¨ª arrancaba la cr¨®nica de Maruja Torres del 22 de diciembre de 1989, publicada en este diario, en la que informaba de la muerte a tiros del colaborador de El Pa¨ªs en una zona de Panam¨¢ controlada por soldados estadounidenses, dos d¨ªas despu¨¦s del inicio de la invasi¨®n que derroc¨® al general Manuel Antonio Noriega. Han pasado 25 a?os y muchos recuerdan a¨²n a aquel fot¨®grafo ¡°perseverante¡± y ¡°simpatiqu¨ªsimo¡±, cuya muerte ha quedado impune.
A la media decena de periodistas entre los que se encontraba Juantxu Rodr¨ªguez los ¡°ametrallaron durante cinco minutos¡±, entre las ocho y las nueve de la ma?ana, a las puertas del hotel Marriott, seg¨²n el relato de Torres,que burl¨® las balas guarecida en los bajos de un coche. ¡°Los estadounidenses hab¨ªan invadido el Marriott. Fue un fuego cruzado entre ellos. Las tropas de EE UU se confundieron y mataron a 18 marines. Vi c¨®mo Juantxu se adelantaba. Quer¨ªa tener la foto. La tanqueta se gir¨® hacia nosotros y empezaron a disparar¡±.
Con ellos estaba tambi¨¦n Malcom Linton, fot¨®grafo brit¨¢nico que trabajaba para Reuters, que ofrece un relato muy similar. ¡°La columna de blindados se iba acercando, cuando de repente, dispararon los americanos que hab¨ªan tomado el hotel. Los blindados pensaron entonces que hab¨ªa paname?os dentro y comenz¨® un fuego amigo cruzado¡±, recuerda ahora Linton, al que una bala le horad¨® la pierna derecha aquel d¨ªa.
Dos d¨ªas antes del ataque al hotel, hab¨ªan comenzado los bombardeos de EE UU. ¡°Juantxu us¨® la puerta que comunicaba nuestras habitaciones para entrar en la m¨ªa y con su audaz sonrisa de joven reportero gr¨¢fico sin miedo, exclam¨®: '?Han invadido!?Tengo montado el tr¨ªpode!'¡±, record¨® Torres en un art¨ªculo titulado La ¨²ltima foto de Juantxu Rodr¨ªguez. Muri¨® con 32 a?os, con el ojo izquierdo atravesado por una bala y abrazado a su c¨¢mara.
Javier Rodr¨ªguez, hermano peque?o del fot¨®grafo explica que el caso se cerr¨® enseguida. La familia consult¨® a un abogado, que a su vez hizo pesquisas con colegas estadounidenses. ¡°Nos dijeron que la legislaci¨®n americana protege al m¨¢ximo a los soldados fuera de sus fronteras; que no ten¨ªamos nada que hacer¡±. La ¨²nica v¨ªa realista, les explicaron, era acudir a la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya. ¡°Econ¨®micamente no pod¨ªamos hacer frente a un proceso tan largo y decidimos abandonar la causa¡±, explica Rodr¨ªguez. La familia asegura que no recibi¨® compensaci¨®n de ning¨²n tipo. Indica adem¨¢s, que todos los testimonios que recopilaron antes de dar por cerrado el caso coincidien en que las ¨²nicas tropas que hab¨ªa all¨ª eran de EE UU.
Econ¨®micamente no pod¨ªamos hacer frente a un proceso tan largo y decidimos abandonar la causa¡±, explica su hermano
Juantxu Rodr¨ªguez logr¨® entrar en Panam¨¢ despu¨¦s de haber sido deportado dos veces. La tercera lo consigui¨®. Llevaba semanas en la zona, donde trabajaba junto a Torres en un reportaje para El Pa¨ªs sobre los jesuitas. La perseverancia y la entrega a la profesi¨®n es precisamente una de las caracter¨ªsticas que destacan sus colegas.
Pablo Hojas, fot¨®grafo y amigo suyo de los tiempos en los que Rodr¨ªguez fotografiaba a personalidades asistentes a los cursos de verano de la Men¨¦ndez Pelayo en Santander, recuerda que al principio, el joven reportero al que llamaban ¡°Maradona¡± por un cierto parecido f¨ªsico con el futbolista, dorm¨ªa en el camping de Santander a falta de una base mejor desde la que desarrollar su trabajo. Poco a poco se fue haciendo un nombre y acab¨® empelado por el gabinete de prensa de la Universidad. ¡°Un d¨ªa me dijo que estaba supercontento, que le hab¨ªan llamado de El Pa¨ªs para trabajar".
Se deshace tambi¨¦n en alabanzas el fot¨®grafo Carlos de Andr¨¦s, compa?ero de piso de Rodr¨ªguez en los a?os de Madrid y gran amigo. Dice que con los a?os ha ido comprendiendo el potencial de aquel muchacho con caracoles en el pelo ¡°que se beb¨ªa la vida¡±. ¡°Aprend¨ªa muy r¨¢pido. Cuando muri¨®, empezaba a ser un fot¨®grafo muy potente. He tardado a?os en entenderlo¡±, estima De Andr¨¦s. ¡°En muy poco tiempo, rompi¨® muchos esquemas. Era un monstruo¡±, concluye.
El caso de Rodr¨ªguez guarda ciertas similitudes con el del c¨¢mara de Telecinco Jos¨¦ Couso, muerto en Irak, por disparos del Ej¨¦rcito de EE UU en 2003. Tampoco en esta ocasi¨®n la familia ha conseguido que se haga justicia.
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