Cuba, EE UU: ?Venceremos!
La Habana puede ayudar a Washington a volver al protagonismo en Am¨¦rica Latina, que abandon¨® tras el 11-S
En 1898, el hundimiento del acorazado Maine y la ayuda de Estados Unidos hicieron posible que Cuba fuera, en teor¨ªa, independiente. Durante todo el siglo XX, la Am¨¦rica que habla espa?ol llev¨® la marca indeleble de Cuba. De hecho, hasta que la isla se independiz¨® tras la revoluci¨®n de 1959, Latinoam¨¦rica hab¨ªa dado escasas lecciones de dignidad ¡ªa excepci¨®n del caso mexicano¡ª, frente al colonizador y terrible enemigo del Norte.
La relaci¨®n entre Washington y el resto de Am¨¦rica es la historia de una tragedia, de un abuso y, sobre todo, de una doctrina, la elaborada por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe, y la diplomacia del gran garrote de Theodore Roosevelt. La frase ¡°Am¨¦rica para los americanos¡± sirvi¨® para quedarse con todo, para robar la mitad del territorio a M¨¦xico y para tener carta abierta para invadir, destruir, aprobar, matar o provocar golpes de Estado, como en Chile.
Antes de declararse socialista, Cuba se rebel¨®, aunque el colof¨®n fuera su desembarco final en el mundo comunista y episodios como la crisis de los misiles, m¨¢xima expresi¨®n de la Guerra Fr¨ªa en Am¨¦rica Latina. Desde los cielos, John F. Kennedy, contempla el fracaso de la pol¨ªtica estadounidense: ni el bloqueo, ni ninguna otra medida sirvieron para doblegar a Cuba.
Y ahora, en el siglo XXI, llega Obama. Mostrando su mejor versi¨®n y vistiendo la camiseta de presidente de Estados Unidos, el mismo hombre que desaf¨ªa al Congreso y al Senado donde est¨¢ en minor¨ªa para sacar adelante la ley de Migraci¨®n, el pol¨ªtico que vio que, m¨¢s all¨¢ de los gestos, la estrategia hacia la isla era ineficaz y decide ¡ªcon la mediaci¨®n del papa Francisco, el pont¨ªfice pol¨ªtico m¨¢s importante de los ¨²ltimos a?os¡ª, tirar por la borda uno de los viejos principios sacrosantos del establishment estadounidense (es decir, su no-relaci¨®n con Cuba) para hablar directamente con Ra¨²l Castro, abrir embajadas y terminar una era.
Era evidente que el caso cubano no se resolver¨ªa de manera natural. Al final, el simbolismo cuenta, y la isla es demasiado insignificante para seguir jugando a David y Goliat. Cuba es importante porque es un signo de estabilizaci¨®n en esta ¨¦poca de desestabilizaci¨®n mundial. Es importante porque tiene una serie de estampitas pol¨ªticas para canjear que van desde las conversaciones de paz con las FARC, hasta su ascendencia sobre Venezuela, el control de un cierto nacionalismo en pa¨ªses como Argentina o la reivindicaci¨®n indigenista en Bolivia, con Evo Morales.
La Cuba de los Castro, el ¨²nico pa¨ªs que, junto a China, en medio de este tsunami hist¨®rico no ha cambiado su sistema pol¨ªtico, es la prueba de que, contra las tesis de Francis Fukuyama, la historia no ha muerto y nada est¨¢ decidido.
En contra de todo pron¨®stico y pese al hambre y el fracaso del sistema, Cuba emerge como una potencia organizadora y repartidora del juego pol¨ªtico. Como referente, con capacidad de alternar la paz o la guerra en el continente, siempre fue un factor que pod¨ªa actuar. Y lo hizo.
La realidad es que los ¨²nicos que pueden solventar el final del chavismo sin sangre son los cubanos. Con el establecimiento de relaciones diplom¨¢ticas entre Estados Unidos y Cuba, las campanas no doblan por Ch¨¢vez y Venezuela, sino que son los venezolanos chavistas los que doblan por el fin de una utop¨ªa que exige un planteamiento m¨¢s realista.
El cambio de la situaci¨®n mundial ha tra¨ªdo a un papa argentino que ha entendido que la manera de revitalizar la decadente Iglesia cat¨®lica en Am¨¦rica Latina era comenzar a hacer pol¨ªtica en Am¨¦rica Latina. Por eso, su intervenci¨®n deja en paz en la tumba a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, hace justicia a Bill Clinton, tranquiliza ¨Csi es que todav¨ªa est¨¢ en posesi¨®n de sus facultades mentales¡ª al comandante Fidel Castro y manda una se?al inequ¨ªvoca a la Am¨¦rica hispana: que hoy como ayer, cualquier soluci¨®n sigue pasando por la Iglesia.
Vistas ahora, resultan a¨²n m¨¢s pat¨¦ticas ciertas posiciones de presidentes espa?oles como Aznar. Nunca fue posible una transici¨®n tradicional en Cuba, y ahora su futuro no solo ser¨¢ un tema de primer orden, sino un elemento fundamental, por una parte para detener el desembarco de los rusos en el continente, y por otra para ayudar a Washington a recuperar el protagonismo que perdi¨®, desde el 11-S, en la Am¨¦rica hispana.
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