El barrio del mill¨®n de basureros
Los cristianos coptos de Manshiyat Naser recogen y reciclan los desechos de El Cairo
Un espantoso olor a basura impregna las calles de Manshiyat Nasern. La llamada ¡°Ciudad de la basura¡± es una especie de vertedero donde van a parar la mayor¨ªa de desechos que produce El Cairo, una megal¨®polis de m¨¢s de 20 millones de almas. El arrabal muestra hasta d¨®nde puede llegar la degradaci¨®n de la vida urbana en un pa¨ªs subdesarrollado, pero es tambi¨¦n un ejemplo del af¨¢n de supervivencia de una comunidad que ha demostrado una incre¨ªble capacidad de organizaci¨®n. No en vano, sus habitantes, un mill¨®n de cristianos coptos conocidos como zabal¨ªn (basureros), recogen el 60% de los residuos que genera la capital egipcia (unas 16.000 toneladas diarias), y reciclan un 80%, cuatro veces m¨¢s que la mayor¨ªa de empresas occidentales dedicadas a la gesti¨®n de residuos.
Los zabal¨ªn viven casi exclusivamente de la venta de los desechos reciclados. Cada material se somete a un proceso industrial diferente en los hornos y prensas especializadas distribuidos por el barrio. De ah¨ª sale materia prima que abastece a las f¨¢bricas egipcias e incluso extranjeras. Por ejemplo, despu¨¦s de convertir en polvo el PVC de las botellas de agua y refrescos, lo exportan a China. Adem¨¢s, con el material que no pueden transformar, realizan objetos de artesan¨ªa.
La comunidad zabal¨ªn forma una especie de gran familia, con una clara divisi¨®n del trabajo. Todo el mundo participa en el reciclaje. Al amanecer, los chicos j¨®venes pasan casa por casa a recoger la basura; las mujeres y ni?os la separan en una docena de materiales diferentes; y los hombres, en los talleres, la transforman en materia prima. ¡°En la escuela, mis hijos no dicen d¨®nde viven. Para ellos es un estigma. Un d¨ªa me dijeron que haber nacido aqu¨ª es un pecado que no se puede purgar en vida¡±, cuenta con dolor Mariana, de 35 a?os y madre de tres hijos.
A pesar de que su labor es imprescindible para una megal¨®polis como El Cairo, las instituciones p¨²blicas no les abonan ni un c¨¦ntimo. Y las comunidades de vecinos, tan s¨®lo una cifra simb¨®lica: unos 50 c¨¦ntimos de euro al mes por edificio. Actualmente, se calcula que los zabal¨ªn recogen m¨¢s de la mitad de los residuos de la capital egipcia. Desde 2003, del resto se encargan tres multinacionales extranjeras, una de ellas la espa?ola Urbaser. La voluntad del Gobierno de imitar el modelo occidental, y de hacer desaparecer a los zabal¨ªn de algunas zonas de la capital, le cuesta al erario p¨²blico unos 40 millones de euros anuales. Los contratos expiran en 2017, y la experiencia cala con dificultad. Los vecinos prefieren a los zabal¨ªn,que recogen la basura a domicilio, a las empresas, que les obligan a depositar la basura en contenedores.
La comunidad de zabal¨ªn (basureros) est¨¢ formada por cristianos llegados hace siete d¨¦cadas del Alto Egipto
Los sueldos los decide la comunidad y var¨ªan en funci¨®n del puesto que cada uno ocupa en la cadena de producci¨®n. Los adolescentes, que deben cargar en sus espaldas sacos m¨¢s voluminosos que sus propios cuerpos, ganan unas 800 libras al mes (100 euros), una remuneraci¨®n parecida a la de las mujeres. El trabajador de un horno se saca unas 1.100 libras al mes (135 euros), una cantidad sensiblemente inferior a las 1.500 libras de sueldo medio de un obrero no cualificado en una f¨¢brica.
¡°A pesar de que me levanto cada d¨ªa a las cinco de la madrugada y mi jornada es de unas 12 horas, apenas me da para vivir y para mantener a mis cuatro hermanos peque?os. Los otros siete ya est¨¢n casados y son autosuficientes¡±, cuenta Camille, un hombre de 38 a?os. Su empleo consiste en fundir latas para convertirlas en moldes de aluminio, y su horno es un solar cercado por unas paredes descuajeringadas. Dentro, los envases de refrescos se amontonan por el suelo desordenadamente, formando peque?as pilas. Cerca de la puerta, Youssef remueve el fuego con un palo. ¡°Lo peor es el verano. Aqu¨ª superamos los 50 grados¡±, exclama. La media docena de operarios no lleva ning¨²n tipo de protecci¨®n, m¨¢s all¨¢ de camisetas ennegrecidas, tejanos gastados y chancletas. Cualquier normativa de protecci¨®n laboral aqu¨ª suena a quimera.
En los callejones estrechos y sin asfaltar, apenas penetra el sol. Haciendo gala de su apodo, la basura es ubicua, ya sea esparcida por las calles o apilada en enormes sacos de m¨¢s de dos metros de largo. Como un vecino m¨¢s, peque?as manadas de cabras pasean tranquilamente por las calles sin otra gu¨ªa que su instinto en la b¨²squeda de desechos org¨¢nicos entre las bolsas rotas. Completan la fauna del lugar gallinas, alg¨²n cerdo bien escondido y moscas. Millones de moscas. Ante falta de espacio, animales y seres humanos comparten a menudo un mismo techo. Adem¨¢s, muchos edificios han convertido sus tejados en granjas. Se calcula que en el barrio viven hacinadas cerca de un mill¨®n de personas.
El principal eje de la vida social del barrio es la catedral de San Sim¨®n el Curtidor, considerada la mayor de Oriente Pr¨®ximo
Para romper la triste bicrom¨ªa del cemento y el rojizo de los ladrillos sucios, algunos vecinos han decorado sus balcones con coloridas representaciones de Jesucristo, la Virgen y el patriarca copto. Y es que el 90% de los zabal¨ªn son devotos cristianos llegados hace siete d¨¦cadas del Alto Egipto huyendo de la pobreza rural. Sin educaci¨®n ni dinero, no les qued¨® m¨¢s remedio que dedicarse a la recogida de la basura, un servicio mal cubierto en una ciudad en plena explosi¨®n demogr¨¢fica.
Los signos de su religiosidad son omnipresentes, en los p¨®steres descoloridos de Jesucristo que adornan portales y caf¨¦s, en las maquetas de iglesias colgadas de las ventanas o incluso en la piel. El principal eje de la vida social del barrio es la catedral de San Sim¨®n el Curtidor. Con aforo para unos 20.000 fieles, est¨¢ considerada la mayor iglesia de Oriente Pr¨®ximo.
Situada a los pies de la Mukatam, una colina convertida en refugio urbano de familias de clase media-alta huyendo del caos y el ruido de El Cairo, la Ciudad de la basura?constituye una verg¨¹enza para muchos cairotas. Una especie de cloaca al aire libre de una capital orgullosa de su pasado. Aunque no es una zona insegura, es dif¨ªcil encontrar un taxista que quiera adentrarse en el abigarrado vecindario. A pesar de sus acuciantes necesidades, los servicios p¨²blicos brillan por su ausencia en la zona.?
Aqu¨ª no hay conflictos entre cristianos y musulmanes. Todos tenemos los mismos problemas, la misma miseria¡±
Ramad¨¢n, peluquero?
¡°Una de nuestras principales peticiones al Gobierno es un instituto de secundaria para chicas. Es peligroso que tengan que desplazarse lejos, sobre todo en invierno, cuando cae la noche¡±, asegura Greis, un anciano tocado con un turbante gris. Los zabal¨ªn conceden mucha importancia a la educaci¨®n de los hijos, pues conf¨ªan en que as¨ª podr¨¢n escapar de la pobreza. ¡°Sin embargo, la tasa de escolarizaci¨®n ha ca¨ªdo durante los ¨²ltimos a?os, como consecuencia del deterioro de su situaci¨®n econ¨®mica¡±, declara Mohamed Ismail, de la ONG Spirit of Youth, muy activa en el barrio.?A pesar del enorme riesgo de incendios, no hay ninguna estaci¨®n de bomberos. Tampoco ning¨²n hospital p¨²blico. ¡°Una cl¨ªnica nos hace mucha falta. La gente, y sobre todo las criaturas, cae enferma muy a menudo entre tanta porquer¨ªa y virus¡±, se queja Morice, un anciano. Sentado a su lado, Greis a?ade: ¡°Hay una peque?a cl¨ªnica que abri¨® una monja belga hace m¨¢s de treinta a?os. Se llamaba Manuela. Pero el servicio es malo, y encima tenemos que pagar¡±.
Adem¨¢s de las bacterias, tambi¨¦n son habituales las enfermedades en los pulmones provocadas por la poluci¨®n. El aire que se respira en el arrabal no s¨®lo es pestilente, sino tambi¨¦n muy denso. Por si las condiciones de higiene no fueran ya de por s¨ª paup¨¦rrimas, en el barrio no hay agua corriente. ¡°Para nosotras, las mujeres, la falta de agua es una pesadilla. ?C¨®mo pueden mis hijos librarse de las burlas de sus compa?eros de clase por su condici¨®n de zabal¨ªn si no van limpios a la escuela?¡±, se pregunta Mariana. Como cada ma?ana, se sienta frente a la puerta de su casa y se dedica a separar la basura junto a sus vecinas. Mientras tanto, sus reto?os corretean y juegan con los residuos.
La suciedad en la Ciudad de la basura y en todo El Cairo es mayor desde 2009. Aquel a?o el Gobierno de Hosni Mubarak orden¨® sacrificar todos los cerdos del pa¨ªs, supuestamente, para evitar el contagio de la gripe A. Los puercos constitu¨ªan un elemento fundamental en la cadena de reciclaje, pues se com¨ªan los residuos org¨¢nicos. Ahora, los restos de comida se pudren en las calles de la megal¨®polis. Mientras transitan de vuelta hacia la Mukatam con la colecta diaria, ya sea en camionetas o en carros tirados por escu¨¢lidos borricos, los j¨®venes zabal¨ªn se van desembarazando de la basura org¨¢nica.
La matanza de los cerdos supuso un gran perjuicio para los habitantes del barrio. Su carne representaba un complemento rico en calor¨ªas para la dieta, y generoso en ingresos. Casi todas las familias criaban gorrinos, cuya carne serv¨ªa no s¨®lo para abastecer a la comunidad cristiana del pa¨ªs, sino que tambi¨¦n se exportaba. ¡°El kilo se pagaba a unas 12 libras, o sea que por la cr¨ªa de cada lech¨®n, una familia pod¨ªa llegar a sacarse m¨¢s de 1.000 libras (unos 120 euros)¡±, comenta Eyad, un carnicero que tuvo que cerrar sus cuatro tiendas especializadas en carne porcina.
Los lugare?os est¨¢n convencidos de que la amenaza de la gripe A fue una excusa. ¡°No encontraron ni un solo puerco infectado. Su verdadera motivaci¨®n era de tipo religioso. La intolerancia no empez¨® con el Gobierno de los islamistas Hermanos Musulmanes¡±, denuncia Eyad. Algunas familias consiguieron esconder sus cerdos, evitando su sacrificio. Pero la industria no ha vuelto a despegar. ¡°Tenemos todos los permisos en regla, pero el responsable del matadero no quiere reabrir sus puertas por las amenazas de los salafistas¡±, explica apesadumbrado. El salafismo es una rama ultraconservadora y fan¨¢tica del islam que ha multiplicado su influencia en la escena pol¨ªtica y social en Oriente Pr¨®ximo desde la primavera ¨¢rabe.
¡°Tras la revoluci¨®n, hay protestas y huelgas por doquier. No obstante, nosotros no podemos organizarlas. La describir¨ªan como una manifestaci¨®n cristiana y la reprimir¨ªan sin contemplaciones¡±, critica Gamal. Habla por experiencia. En mayo de 2011, con los militares tambi¨¦n en el poder, una concentraci¨®n de condena por el ataque a una iglesia en la provincia de Giza fue dispersada brutalmente. Las fuerzas de seguridad dispararon contra los manifestantes; dejaron 15 muertos.
¡°Aqu¨ª no hay conflictos entre cristianos y musulmanes. Todos tenemos los mismos problemas, la misma miseria¡±, apunta Ramad¨¢n, el peluquero, tras clarificar que es musulm¨¢n, pero no islamista. De hecho, tambi¨¦n vot¨® a Ahmed Shafik, el candidato laico que prometi¨® retornar el orden a las calles de Egipto y perdi¨® contra el islamista Mohamed Morsi en las primeras elecciones presidenciales libres.
En julio de 2013, el rais Morsi fue depuesto a trav¨¦s de un golpe de Estado liderado por el actual presidente, el general Abdelfatt¨¢ al Sisi. El patriarca copto, Tawadros?II, respald¨® la asonada, como hicieron la mayor¨ªa de cristianos, que respiraron aliviados al desembarazarse del temor al hipot¨¦tico futuro Estado isl¨¢mico. Aunque el barrio no se ha visto afectado por la intensa violencia posterior, sus habitantes anhelan el retorno de la estabilidad al pa¨ªs. ¡°La falta de seguridad es el mayor desaf¨ªo que afronta el pa¨ªs en estos tiempos¡±, sentencia Greis.
Sin perspectivas de futuro, los que pueden piensan en emigrar a Occidente. Dos de los tres hijos de Eyad han hecho varias entrevistas en la Embajada de EE?UU para conseguir un visado. En cambio, Camille no considera que la soluci¨®n pase por abandonar Egipto: ¡°No queremos marcharnos, y tampoco ser¨ªa pr¨¢ctico. ?Acaso nos van a aceptar a todos? ?Y qu¨¦ pasa con los que se quedan?¡±.?
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