Carnicer¨ªa salvaje de los Kouachi en ¡®Charlie Hebdo¡¯
Reconstrucci¨®n del asalto a la sede de la revista sat¨ªrica
Ch¨¦rif y Said Kouachi sab¨ªan lo que hac¨ªan. Eran plenamente conscientes de que todos los mi¨¦rcoles se reun¨ªa el comit¨¦ editorial de Charlie Hebdo. Que todos sus integrantes se encontrar¨ªan en el edificio en torno a las 10.30 de la ma?ana, cuando est¨¢ previsto el inicio del encuentro. Lo que no parec¨ªan tener muy claro, seg¨²n la reconstrucci¨®n de lo acontecido que han realizado varios medios franceses a partir de la versi¨®n de la polic¨ªa y los testigos, es el lugar exacto donde se encontraba la sede del semanario.
Desde el atentado que sufri¨® la revista en 2011, en ning¨²n lugar del n¨²mero 10 de la calle Nicolas Appert aparece un letrero que indique que all¨ª se encuentra Charlie Hebdo. Apenas un r¨®tulo de Ediciones Rotary se puede leer en el rellano del edificio. Quiz¨¢s por ello, los hermanos Kouachi llegaron en un Citr?en C-3, parapetados con chalecos antibalas y fusiles de asalto, entraron en el n¨²mero 6 de la misma calle, aprovechando la llegada de una empleada de correos. ¡°?D¨®nde est¨¢ Charlie Hebdo?¡±, le preguntaron.
Tras unos momentos de confusi¨®n, al darse cuenta de que estaban equivocados, los terroristas se dirigieron al n¨²mero 10, el lugar que acoge desde julio del pasado a?o a la revista sat¨ªrica. All¨ª se toparon con dos trabajadores de mantenimiento, a los que amenazaron y volvieron a interrogar: ¡°?D¨®nde est¨¢ Charlie Hebdo?¡±. La pregunta se la volvieron a hacer, poco despu¨¦s, a una de las dibujantes de la revista, Corinne Rey, Coco, a la que se encontraron en las escaleras. En vez de conducirlos hacia el segundo piso, donde se localizan las instalaciones del semanario, Coco los llev¨® a una planta m¨¢s arriba. All¨ª, preguntaron de nuevo a un trabajador de otra empresa: ¡°?D¨®nde est¨¢ Charlie Hebdo?¡±. Finalmente, llegaron a la segunda planta.
Apuntada con un arma, los hermanos Kouachi obligaron a Coco a marcar el c¨®digo de entrada de la puerta de acceso a las instalaciones de la revista. Una hora despu¨¦s de que se hubiese iniciado la reuni¨®n del comit¨¦ editorial de Charlie Hebdo, irrumpieron en la sala de encuentros. ¡°?Charb?¡±. El primer objetivo estaba claro: St¨¦phane Charbonnier, director de la publicaci¨®n que, en 2006, public¨® unas vi?etas caricaturizando a Mahoma.
¡°?Charb?¡±, volvieron a preguntar, antes de iniciar lo que un polic¨ªa calificar¨ªa m¨¢s tarde como ¡°una carnicer¨ªa indescriptible¡±. Seg¨²n el relato de algunos medios franceses, Patrick Pelloux, redactor amigo de Charb, asegur¨® que por tal y como se encontr¨® el cuerpo de su colega, este muri¨® intentando hacer un corte de mangas a los asesinos.
Despu¨¦s de acribillar al director de la publicaci¨®n, los disparos de los hermanos Kouachi se dirigieron a los redactores y dibujantes que estaban sentados junto a Charb: Cabu, Wolinski, Tignous, Honor¨¦ y el economista Bernard Maris fueron abatidos. A la columnista S¨¦golene Vinson le perdonaron la vida: ¡°No matamos a mujeres, pero leer¨¢s el Cor¨¢n¡±, le dijeron. No es cierto. A Elsa Cayat la asesinaron poco despu¨¦s entre los gritos de ¡°Allahu Akbar¡± (Al¨¢ es grande) y ¡°Vais a pagar por haber insultado al profeta¡±. Los disparos continuaron y tambi¨¦n el n¨²mero de v¨ªctimas mortales: el corrector Mustapha Ourrad, Franck Brinsolaro, escolta de Charb o el exalcalde de Clermont-Ferrand, Michel Renaud. Apenas logr¨® salvarse, despu¨¦s de esconderse debajo de una mesa, Coco.
Los hermanos Kouachi iniciaron la huida a bordo de un Citroen C3 negro. Antes, cruzaron disparos en medio de la calle con varios agentes. A uno de ellos, Ahmed Merabet, lo remataron en el suelo. Los terroristas regresaron con calma a su coche y huyeron por las calles de Par¨ªs. En un momento dado, chocaron contra un Volskwagen Touran y tuvieron que abandonar su C3 negro, olvid¨¢ndose un carn¨¦ y un cargador vac¨ªo de uno de los Kal¨¢shnikov. Poco despu¨¦s, consiguieron robar un Renault Clio y conseguir escapar de la polic¨ªa. Hasta este viernes.
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