La soberan¨ªa despu¨¦s de Grecia
Nuestra incapacidad para aportar soluciones para un bien com¨²n se debe en parte a que somos herederos de un lenguaje pol¨ªtico caduco
La vieja ret¨®rica de la soberan¨ªa ha vuelto, y va a marcar el a?o pol¨ªtico de 2015. En todas partes se impone, no solo como un potente reclamo electoral para una ciudadan¨ªa ¨¢vida de revancha, sino como el gran mantra de la pol¨ªtica internacional. La soberan¨ªa adopta formas muy distintas, a menudo contrarias; pero todos hablan de ella, para lo bueno y para lo malo. La vencedora Syriza, o Podemos, quieren recuperarla; los secesionistas de Catalu?a o Escocia quieren gan¨¢rsela; el Gobierno de Rajoy quiere conservarla. La ultraderecha y el populismo xen¨®fobo la utilizan como ariete: el Frente Nacional franc¨¦s y el UKIP brit¨¢nico, contra la UE o los inmigrantes; los alemanes de Pegida, contra los musulmanes. Mientras, el Parlamento Europeo promueve un Estado Palestino soberano; China exige respeto a su soberan¨ªa en su mar meridional, y Putin acusa a Occidente de amenazar la soberan¨ªa rusa en Ucrania. Incluso el Estado Isl¨¢mico reivindica su soberan¨ªa sobre Siria o Irak.
La historia pega volantazos. No hace tanto, antes de la crisis de 2008, iba ganando terreno la idea de una Europa posmoderna. Como precedente, en el siglo XVIII, el fil¨®sofo Immanuel Kant hab¨ªa tratado de saltar por encima de su ¨¦poca imaginando "una federaci¨®n permanente, en continua expansi¨®n" (La paz perpetua). Tras la Segunda Guerra Mundial proliferaron mundialistas visionarios. Por un momento pareci¨® que el viejo mundo de r¨ªgidos estados caminaba hacia un solapamiento de soberan¨ªas, en forma de federaciones o confederaciones. Sin embargo, en este momento la Europa en crisis pretende volver a una edad de oro de una soberan¨ªa con may¨²sculas, en el fondo tan "inalienable" e "indivisible" como la concibieron Thomas Hobbes o Jean-Jacques Rousseau; tan prisionera de un sujeto hist¨®rico ¡ªpueblo, naci¨®n o Estado¡ª como imaginaron los rom¨¢nticos, Hegel o la Internacional Socialista; tan esencialista como la que impusieron los totalitarismos en el siglo XX.
?Por qu¨¦ retorna la soberan¨ªa? Hay mucho de reacci¨®n visceral a una globalizaci¨®n desbocada y a una crisis que han tra¨ªdo desigualdad, una Europa dividida, o nuevos conflictos geopol¨ªticos y fronterizos. De manera prof¨¦tica, el historiador marxista Eric Hobsbawm observ¨® a finales del siglo pasado que la "gente com¨²n" hab¨ªa dejado de ser un actor de su propia historia. En adelante, los gobiernos se podr¨ªan reclamar "del pueblo" o "para el pueblo", pero no "por el pueblo" (La Era de los Extremos, El corto Siglo XX). Hoy, la soberan¨ªa real, el poder de decisi¨®n, se ha desplazado a un espacio m¨¢s difuso, en forma de espacios compartidos de comunidades pol¨ªticas, como la Uni¨®n Europea, donde tambi¨¦n reclaman su espacio agentes privados, financieros, multinacionales o grupos de comunicaci¨®n.
Nuestra incapacidad para aportar soluciones para un bien com¨²n se debe en parte a que somos herederos de un lenguaje pol¨ªtico caduco que nos impide ver poco m¨¢s all¨¢ de nuestras narices. La teolog¨ªa del "soberano" fue exportada por Occidente al resto del mundo y se estableci¨® como la visi¨®n predominante del orden internacional (unas "Naciones Unidas" en realidad muy separadas). Ahora, el discurso de la soberan¨ªa retorna como farsa: se ha revestido en soberanismo, una especie de ideolog¨ªa soterrada, que lleva a un repliegue defensivo y pone trabas a la integraci¨®n supranacional. Si ese imaginario se propaga por nuestras sociedades, las cosas empeorar¨¢n a¨²n m¨¢s.
Con una Grecia en ruinas de fondo, es el momento para cambiar nuestro mapa conceptual y nuestro lenguaje. Recuperemos la dignidad de los ciudadanos, pero sin entronizar pueblos, naciones o estados, por muy noble que sea la causa. Hablemos una lengua cosmopolita: "o soberan¨ªa post-nacional, o barbarie". Una soberan¨ªa compartida, operativa, la ¨²nica posible. No vaya a ser que al final la convirtamos tambi¨¦n en refugio de canallas.
Vicente Palacio es director adjunto en la Fundaci¨®n Alternativas.
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